4ta parte: Entre tus manos...

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El ascensor marco el séptimo piso y se detuvo. Leo abrió la puerta, de inmediato para que Allesia pudiera descender, al bajar, cerró la puerta y adelantándose le indico cuál era su departamento. En el corto recorrido, ella no dejo de fantasear con esas manos recorriéndola con lujuria de principio a fin, detuvo su mirada en sus labios carnosos, mientras se daba cuenta, que él no podía quitar sus ojos de su destacado escote, el cual dejaba entrever sus senos deleitables, dignos de ser lamidos y succionados.

Ella lo siguió de manera silenciosa, solo el ruido de sus tacos hacían eco en el largo pasillo. Se detuvo frente a la gran puerta de algarrobo que tenía una letra D de bronce, y ahí estaba él, invitándola a pasar y ponerse cómoda. Sus oídos se llenaron de una cadencia seductora, two feet sonaba de fondo, y eso estimulaba sus sentidos por completo. Camino hasta un sofá de cuero negro, acomodo un poco su vestido, para que no siga subiendo, y cruzo sus piernas. De su bolso saco su celular, poniéndolo en modo vibración, no quería que nada ni nadie interfirieran en su momento de relax.

_Que vas a tomar?, digo, por si queres relajarte un poco más, no forma parte del ritual habitual que realizo con mis clientas, pero no habría problema, dijo él sabiendo que sus intenciones eran otras muy distintas a lo meramente laboral

_ Si tenes algo suave y dulce, estaría genial. No suelo tomar alcohol, pero creo que en esta ocasión debería hacer una excepción, para aflojar un poco.

_ Estas tensionada o nerviosa?, pregunto leo, mientras acomodaba su cabello, todavía húmedo.

_ Amabas cosas, podría decir a estas alturas, nunca antes había pagado por un servicio de masajes, es mi primera vez y como todas las primeras veces, estamos algo tensos, replico ella, mientras agitaba su pierna derecha con cierto ritmo, de abajo hacia arriba, enroscando la punta de sus cabellos en su dedo índice.

_ Así es, respondió leo, mientras le acercaba una copa del mejor vino de su vinoteca, _pero ya estas acá, y eso es un gran paso, ahora solo resta que te dejes llevar, así ablandas tu cuerpo y liberas tensiones, yo voy a ayudarte en eso, le dijo mientras no dejaba de mirarla fijamente.

Allesia no dejaba de sentirse atraída por aquel seductor muchacho, comenzaba a humedecerse entre las piernas y tenía algo de pavor que el pudiera notarlo.

Tomo su copa de vino blanco dulce, mientras charlaron de todo un poco, para ir entrando en confianza. Ella le hizo un par de preguntas con respecto a la sesión de masajes, y él contesto a todas, dejándole claro, que pasaría un momento inolvidablemente magnifico.

Sin que pudieran darse cuenta, el tiempo corría, yel reloj marcaba las veintiuno y quince. Había pasado más de una hora y solohabían conversado. A él parecía no  importarle ese detalle, disfrutaba de la presencia de aquella mujer tan perspicaz, encantadora, sexy y madura, dueña de una belleza única, que iba más allá de lo físico. El brillo de su piel lo tenía cautivado, quería que el tiempo se detuviera justo en ese momento para seguir haciéndola reír, y poder saber mucho más de su interesante vida. Ella, olvido por un instante, que había pagado cada hora de aquel encuentro y se iba consumiendo. Perdida en su mirada de felino a punto de cazar, en su camisa desprendida hasta el tercer botón, en sus labios rosados y jugosos, que la invitaban a morderlos toda la noche. Cada vez que Leo hablaba, su voz quedaba en off para ella, su atención estaba puesta en aquel pantalón blanco, que no dejaba nada a la imaginación, era evidente que su pene era lo bastante grande, al igual que sus manos. Quería concentrase, pero la atracción que sentía hacia él, no se lo permitía. Anhelaba ser poseída, lamida y succionada, parte por parte, y eso no la dejaba pensar de manera coherente.

_ Bueno señorita!, dijo Leo con gesto de picardía, _ hora de su momento de relax, lo que la trajo hasta aquí.

_ Cierto!, dijo ella, levantándose del sofá, mientras acomodaba su vestido, que trepada hasta casi su ingle, debido a la suavidad de su piel. _ Pasaron casi las dos horas por las que pague!, cóbrame otras dos horas más, si es que tenes tiempo.

_ Tranquila, tengo todo el tiempo del mundo y no te preocupes por el dinero, este tiempo extra te lo regalo, le dijo, mientras le mostraba el camino que llevaba hasta su gabinete.

Ni bien entro a ese cuarto, pudo percibir un clima relajado y excitante, mientras hacía un recorrido general con la vista, notó que en la parte central, había un tatami ubicado en el suelo, rodeado de velas blancas de todos los tamaños, el aroma a azahar inundaba el lugar por completo. A uno de los lados se encontraba una vitrina con una variedad de aceites corporales, del otro lado un sofá de color gris humo, en el cual dejo su cartera para ir al baño, ahí debía ponerse cómoda, sacándose toda la ropa y colocarse una bata.

Mientras lo hacía, la calidez del sonido la envolvía su cuerpo, estimulándolo aún más. Sabía que sería solo un masaje, pero ansiaba profundamente que sea más que solo un roce de cuerpos. A último momento decidió trenzarse el cabello, dejándose puesta solo la tanga, no estaba segura si tomarse literal la invitación a quedarse completamente cómoda.

Al salir, él seencontraba ubicado en uno de los extremos del tatami, en cuclillas, con lasmanos brillantes por el aceite que corría entre sus dedos y sin la camisablanca rustica que llevaba puesta cuando la recibió. Ambos se miraronpersistentemente a los ojos, y él solo con su mirada, le indicaba que podíarecostarse para comenzar la sesión. Haciéndole caso, camino segura sobre eltatami, le dio la espalda, y arrodillándose con delicadeza, fue dejándose caerla bata de seda, que era más suave que su piel, llevando su cabello trenzadohacia el costado, para liberar la zona de la espalda. Hizo un leve  movimiento corporal para recostarse, pero Leo la tomo de los hombros, indicándole que se quedara en esa posición.

Atónito por el contorno de sus caderas ondulantes y sus líneas corporales estilizadas, que pudo divisar cuando quedo frente a él, casi desnuda, por un momento deseo explorarla con su ardiente falo, sumergirse en sus pechos para sentir los latidos de su corazón, apretar sus nalgas fuertemente, hasta llegar a su vulva con sus dedos traviesos. Su espalda dócil y frágil, provocaba que pierda el control de su cuerpo, ya no tenía dominio de su erección, su pene enardecido creció dos veces de tamaño, en un segundo. Pudo oler el perfume dulce que quedo penetrado en su cuello, invadiendo parte de sus hombros y cabellos. Eso fue suficiente para provocar sus bajos instintos. Frotar su cuerpo contra el de ella, era con lo más sutil que fantaseaba.

Tratando de poner la mente en blanco y el cuerpo frio, para poder trabajar, Froto ambas manos, para calentarlas un poco, y fue masajeando su nuca de manera circular, concentrándose en la zona durante algunos minutos, sintiendo que ella aflojaba su cuerpo a medida que aumentaba la presión de sus dedos, lentamente fue descendiendo por sus hombros, ejerciendo mayor presión con toda la palma de su mano, ante ese movimiento, ella reacciono arqueando la espalda de manera pronunciada, llevando su cabeza y cola hacia atrás, rozando sus rodillas y dejando salir un hondo suspiro, mezcla de quejido y gemido, como si todo el stress del día hubiese expirado en ese aliento.

De inmediato, y por su experiencia, Leo pudo darse cuenta que Allesia necesitaba más intensidad. Por esa razón, se concentró en darle mayor fuerza a todo el movimiento, para que sus amplias manos rodearan todo su cuerpo, iniciando en los hombros y deslizándose por su espalda hasta rodear sus caderas. Su cuerpo entero culebreaba, como una serpiente en pleno desierto.

Cuando estuvo lista, la invito a que se tumbara boca abajo, se arrodillo a su lado y fue envolviéndola con sus pesadas y firmes manos, que formaban un ocho perfecto. Las manos de Allesia se relajaron, abriéndose por completo, al igual que su pecho que solo exhalaba placer y tranquilidad, sus piernas que todavía presentaban algún tipo de resistencia, se aflojaron, dejándose caer hacia los lados. Su cuerpo completo estaba en total relax, su mente abstraída, pero no por completo. Él lograba excitarla demasiado y eso la impacientaba por un instante. Se preguntaba si el sentiría lo mismo.

Entre tu cuerpo y mis manos (relatos de un masajista)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora