En algún lugar del basto universo, en las constelaciones lejanas para algunos, pero tan cercanas para otros, se encontraba un hogar, que a simple vista parecía una ilusión, un hogar de mentiras, donde habitaban los sueños y anhelos utópicos, pero que a la luz que emanaba los rayos del divino sol se volvían posibles.
El hogar falso en realidad rebosaba de confianza, lealtad y libertad. En dicho lugar la presencia de seres que rivalizaban incluso con los mismísimos Dioses Caídos, se encontraban reunidos en el enorme y majestuoso salón de banquetes.
Uno de ellos en particular, se encontraba caminando de una esquina a otra, mientras los otros dos seres sentados uno al lado de otro tenían una conversación que parecía animada, la criatura que caminaba por todo el salón, murmuraba bajo, hablando entre dientes, mientras esperaba la llegada de los demás y la llegada de ella.
Las grandes puertas se abrieron, el ser que caminaba se detuvo en seco y dirigió su mirada hacia la entrada, donde el resto de ellos entraba. La pareja que conversaba animadamente se detuvo y se levantaron al observar la ultima presencia entrar al lugar.
Una mujer de una tez tan blanca y dorada como la de una estrella brillante, con una figura que recordaba a un reloj de arena, y que poseía un cabello ondulado rojizo, el cual al caer por debajo de su espalda parecía un fuego vivaz que terminaba justo en su cintura, caminaba con paso firme sosteniendo en su mano izquierda un báculo.
Aquella mujer se detuvo en la cabeza de la mesa. Observando como los 11 individuos tomaban asiento y le prestaban total atención, esperando a que ella dictara alguna orden o en el caso contrario les saludara, como solía ocurrir normalmente.
Uno ruido sordo llamo la atención de todos, él causante se encontraba levantado con ambas manos sobre la mesa observando a la mujer pelirroja.
—Darya, aun no vuelve... Tampoco a vuelto a comunicarse —la voz del castaño sonaba seria, pero se podía escuchar aquella diminuta chispa de miedo—¡Iré yo mismo hacia abajo!, dame la or..
Sus palabras fueron interrumpidas por otra voz—: ¿Acaso te volviste demente?, Barat —un alma de tez tan blanca como la nieve, quien poseía sombras oscuras debajo de sus ojos, hablo con un claro tono de desprecio hacia él contrario—. ¿¡Como se te ocurre si quiera pensar en darle una orden a Eileen!? ¿¡Quien te dijo que tienes tanto poder!? ¿¡Eh!?
—No estoy hablando contigo, Aiyetoro—el alma de nombre Barat respondió serio, de el emanaba un aura oscura—. Tampoco me interesa tu mierda de opinión.
—¡Serás un...!
—¡¡Cállense!!—la tercera voz provino del alma que se encontraba a la izquierda de Eileen. Su voz hizo eco en la habitación, haciendo que todos observaran—¿Ese es el comportamiento para esta ocasión?, si tienen algún problema resuélvanlo afuera. Ahora mismo—el poseedor de aquellos ojos amarillos, observaba a la pareja con ira.
—Agnis, es suficiente—la mujer hablo con un tono de serenidad, con una calma absoluta. Todos le observaron con atención—. Aiyetoro, te disculparas con Barat una vez termine esta reunión—el nombrado maldijo internamente, mientras se inclinaba con la silla hacia atrás—y tú, Barat, toma asiento. Entiendo tu preocupación, pero no ganaremos nada bajando ciegamente a ese lugar.
Barat tomo asiento nuevamente, mientras los demás guardaban silencio, a medida que avanzaba la reunión. Aquellas criaturas, entre todos tenían el mismo pensamiento:
"Eileen, esta preocupada."
A medida que pasaba el tiempo en esas cuatro paredes finamente decoradas, en aquel salón que se había encontrado en el olvido, hasta ahora. Los once guardianes presentes fueron cambiando de expresión, algunos seguían inexpresivos, otros solo miraban a los involucrados con pena, incluso algunos tenían el ceño fruncido, dos de ellos tenían el semblante en blanco mientras escuchaban a la gobernante del lugar hablar.
El salón se lleno de diferentes emociones, en su mayoría negativas.
—Darya regresará, eso es seguro. Aquellos elegidos por Corydon, no debieron de ser un problema tan grave. Aunque tengan poderes siguen siendo míseros humanos, son solamente grava.
—¿No seria mejor, ir uno de nosotros como refuerzo? —hablo una voz femenina, mientras le daba vuelta a un mechón de su rubio y brillante cabello.
—Azariel, bajaras y me informaras.
—Si, entendí.. ¡Espera! ¿¡Por qué yo!? —pregunta confundido el azabache de cabellos largos sujetado en una interminable trenza.
—Con el debido respeto, Eileen. Yo puedo ir en lugar de Azariel —insistió Barat nuevamente, en su mirada se veía una ardiente determinación o en dado caso una ira contenida.
—¡Es verdad! ¿¡Por que no mandas a Barat!? —apoyo la idea Azariel.
—No. Ya decidí quien ira —hablo firme la mujer de cabello rojizo—. ¿Tienen alguna queja?
Ambos callaron, aceptando la orden dada.
Una vez que la reunión llego a su final, todos se retiraron para seguir con sus tareas asignadas. La mujer de cabellos que recordaban a una cascada de fuego ardiente se levanto abandonando el báculo sobre la mesa, soltando un suspiro mientras caminaba hacia una de las enormes ventanas de aquella habitación.
Se detuvo una vez que pudo observar su reflejo en el cristal, aquellos ojos miraban a la infinita pero iluminada oscuridad, sus manos se encontraban juntas. Mientras en su cabeza la invadían millones de pensamientos:
"¿Acaso los guerreros elegidos por el traidor de Corydon eran así?, en primer lugar ¿Cómo era posible que los humanos sean tan fuertes?, ¿Ellos lograron derrotar a Darya?, ¿Recibieron ayuda de otra Deidad?, ¿Dareon tiene algo que ver?, acaso... ¿Están torturando a Darya?"
Se encontraba tan sumergida en su mente, en sus crecientes preocupaciones y en sus temores que no escuchó cuando alguien le llamaba a la primera.
—Eileen.
Sus pensamientos se esfumaron una vez que aquella presencia se hizo presente, su mirada se dirigió a aquellos ojos heterocromaticos.
—Si.
—¿Por qué?
La mujer guardo silencio por algunos segundos.
—En estos momentos, no estas concentrado. Es por eso que no te elegí.
—P...pero, tienes razón —confeso el poseedor de aquellos ojos azul y amarillo —¿Cómo no estarlo?, no se nada de Darya desde que bajo a ese lugar.
—Lo se, lo entiendo perfectamente, Barat. Créeme cuando te digo, que yo misma me ocupare de recuperar a Darya—la mujer colocó su mano en la cabeza del alma, comenzando a acariciarlo dulcemente mientras sonreía, para transmitirle una calida calma al contrario.
En realidad, la hija de las estrellas caídas, estaba ocultando el temblor que empezaba a recorrer todo su cuerpo. Ella se estaba enojando, se estaba llenando con la culpa y la ira de lo que había sucedido.
—Todo va a estar bien —murmuraba para calmar a su aliado, a su compañero en esta cruzada que se propusieron hace tiempo en lograr.
Eileen y los Doce Pilares intentarían lograr sus objetivos a como diera lugar.
Lo harán sin sacrificar a nadie mas.
Porque desde hace rato ya, la mujer de cabellos cual atardecer ardiente no sentía la presencia de la menor de los guardianes.
Su mayor temor se había vuelto realidad.
Con ello dió lugar al nacimiento de una ira irracional.
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The Lie of the Moon.
FantasySiete chicas, estudiantes del Instituto Nouveaux, en la primera semana del que sera su último año de bachillerato deciden reunirse para presenciar juntas un eclipse. Lo que no sabían era que a partir de esa noche la luna les tenía preparada una sorp...