Carta sobre la justicia y otras cosas.

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Primer escrito: Sobre la Justicia. 

Dicen que cuando a una persona le pasa algo malo, siendo que toda su vida fueuna persona ejemplar y de moral intachable, es porque la vida está siendo injusta con él. 

Para ciertas culturas que viven cruzando el océano -en ese país con sobrepoblación ycomidas de fuertes sabores- le echarían toda la culpa a algo que ellos llaman karma.Una especie de ley que trasciende la vida y la muerte -Recordemos que ésta gente nopiensa que cuando uno muere todo acaba allí, sino que volvemos a la vida. Para algunossiguiendo un ciclo de reencarnación en diferentes seres, y para otros en otras personas. 

También un sacerdote de la religión cristiana me dijo que la justicia es cuandoun hombre -y supongo que también mujeres- recibe todo lo que merece. Todo lo bueno,y todo lo malo. Entonces, después de quedar conforme con esa pregunta, casiinmediatamente surgió en mí una nueva cuestión

 -¿Entonces la venganza es justicia?- 

-La justicia solo es buena cuando viene de Dios. La venganza es el intentohumano por hacer valer la justicia divina. Como humanos, nuestro papel no es el dehacer justicia- 

Entonces esas frases fueron el pié para dar inicio al final de mis ganas de seguirpreguntando. 

-Entonces Dios es injusto con los humanos que son buenos

-¿Por qué lo creés de esa forma?- 

-Tantas personas malas que siguen haciendo el mal allí afuera, desde el hambre,la muerte, corrupción. Y él ¿Qué hace?- 

Estoy más que seguro que el cura escuchó miles de veces ese cuestionamiento, yseguro que por su fe también tenía una respuesta que incluso me hubiese dejadosatisfecho y con menos ganas de odiar a ese ser de ambigua existencia.

Segundo escrito: Sobre las maneras de hacer justicia. 

-Entonces ¿me querés decir que el pensar en todo el daño que le hiciste a mihermana, una niña de siete años, de repente te hace sentir arrepentido?- 

Frente mío, atado con gruesas cuerdas un tipo desnudo,ensangrentado. No lo parecía, pero tenía veintinueve años.Por la pelusa que le crecía en lugar de barba, además de sus débiles brazos ypiernas, y que con suerte superaba el metro setenta, con mucho cariño uno podía estimarque tenía entre diecisiete y veinte.

 -Sabes...- No me interesaba lo que ese desagradable ser tenía para decirme,tampoco podía entender lo que balbuceaba, después de todo tenía un trapo amordazadoque apenas le dejaba un ligero espacio para la lengua -...creo que así es fácilarrepentirse... Estás atado, drogado, y no sabés en dónde estás-

Supongo que quería preguntarme qué era lo que quería, pero todo lo que salía desu boca eran ruidos que de inentendibles se volvían insoportables.Algo me quedó en claro, y después de semanas reflexionando y pensando sobreel tema llegué a algunas conclusiones, pero también a algunas preguntas... Partiendodesde la premisa del karma y su dudosa existencia ¿Cómo hago para saber que su karmano me eligió para ser el verdugo que aplique la condena que se merece?La justicia y la venganza tienen el mismo fin, la misma razón de ser. Tanto elque ajusticia como el ajusticiado cumplen el mismo papel que el caso del vengador y suvíctima, quien no hace mucho era un victimario. Por eso mismo es que repito tantas veces que mi venganza es la justicia, y que lajusticia es esta venganza. 

Tercer escrito: ¿Cómo y cuándo aplicar la justicia?

 Esa asquerosidad de persona que está atada e imposibilitada frente mío violó ymató cruelmente a una niña de siete años, esa niña era mi hermana.Ella siempre fue dulce, atenta, obediente, y muy aplicada en todo lo que sedignaba a hacer, por eso desde hace meses me pregunto ¿La vida fue justa con ella? Unaniña inocente que nunca le hizo daño a nadie ¿Realmente merecía ese karma? Notenemos seguridad que haya otra vida después de la muerte, y mientras más lo pienso,creo que no hay vida después de la vida. 

-¿Qué se sintieron cuatro días seguidos de atrocidades?-

 Ese mamarracho de persona seguía atado a la misma silla, solo que ahora teníaconectado un dispositivo que cada una cantidad aleatoria de tiempo le daba una pequeñadescarga eléctrica que le mantuvo despierto todo el tiempo que le dejé frente unapantalla que iba reproduciendo videos snuff que se repetían en un infinito bucle,mientras, el audio era reproducido por un juego de parlantes potentes, de esos que seusan para las fiestas y festivales, a niveles de volumen tan altos que se volvían más queincómodos después de los primeros diez minutos. 

Para explicarles: mi plan de justicia, o venganza -ya ni sé cómo llamarle- tratabade dos sencillos pasos. El primero era llevar su cuerpo y su mente al extremo, casi a lademencia ¿Cómo? Mantenerlo despierto por cinco días sin la posibilidad de cerrar susojos ni para descansar su vista. Además de no poder dormir, solo tomó café desde quelo dejé aquí. Ningún sólido, nada para masticar, nada que llene su estómago.Además, el fuerte volumen en los atroces sonidos de los videos morbosos lomantendrían en un estado de constante tensión. Y por último los estímulos visualesrepletos de atrocidades y todo tipo de asquerosidades terminaría rompiendo su frágilmente de intento de psicópata que solo logra presentarse fuerte frente al débil cuerpo deuna niña. 

Con una navaja desgarré la tela de la mordaza que le impedía hablar conmigo.Sus ojos estaban hinchados, no sé si era la cafeína, el no dormir, o la constanteexposición a la pantalla. Quizá solo estuvo llorando por lo que veía. O tal vez, solo talvez, el castigo que estaba recibiendo dio el resultado que incluso dudé si iba afuncionar. 

-Entonces ¿Cómo te sentís?-

-Perdón- Me dijo en un intento de susurro. 

Sin decir más nada, me acerqué a él y le desaté el brazo izquierdo de tal maneraque solo pudiese moverlo desde su codo hasta los dedos. Acomodé un banquillo endonde daba su mano. Apagué la pantalla y el sonido. Todo se volvió oscuro ysilencioso, tan silencioso que solo dejaba lugar a sentir un oscuro vacío que nosrecordaba a ambos lo asquerosa y efímera que era nuestra existencia. 

-¿Querés que te perdone?- Sonreí de forma altanera, obviamente en vano,después de todo no podía verme –Aca te dejo tu perdón- En el banquillo de su manodejé un revolver que había conseguido de un amigo -no juzguen a mis amistades. Desdepequeño mis padres siempre me dijeron la importancia de tener un buen palo donderascarse.

Último escrito: Sobre justicia y otras cosas.

 Para terminar con esta carta quiero dejar una reflexión, un pensamiento, algo asícomo aquello que aprendí en todo este tiempo:Para tener un concepto real de justicia hay que primero tener un buen conceptode bien y de mal. Dos cosas que desde la antigüedad miles y miles de personas trataronde definir sin la oportunidad de llegar a un acuerdo sobre el tal.Sí, induje el suicidio de una persona. Dudo que sea un buen obrar, pero tambiéndudo que lo que hice sea totalmente malo. Entonces ¿Eso fue justicia? ¿Fue venganza?No lo sé, tampoco me importa llegar a un consenso con mi conciencia sobre lamoralidad y la ética de mis actos.Lo único que puedo decir que al terminar con éste trabajo, al ajusticiar lainjusticia que mi pequeña hermana sufrió por culpa de la enfermedad mental que undegenerado tenía, terminé convirtiendo a mi propia existencia en la existencia de unnuevo asesino. Y así como dijo un personaje ficticio autoproclamado héroe, que sinpensarlo a más era dueño de una dudosa reputación, y que a pesar de todo se creía conla superioridad moral de decidir qué estaba bien y qué estaba mal, "Si matas a unasesino, el número de asesinos en el mundo va a permanecer igual, no va a cambiar".Por eso solo el abrazo del frío y duro pavimento después de una veloz caída va aser lo que termine satisfaciendo mi hambre de justicia. 

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