Hay una chica, en un bar.
Con los parpados y las mejillas manchados de negro.
Lleva el corazón atado en la mano, y desea soltarlo.
Hay un chico, en un bar.
Él gira las baquetas entre sus dedos, como si llevara haciéndolo mil años.
Da un par de golpes, que marcan el comienzo de algo.
Se une la guitarra eléctrica, el bajo y la guitarra acústica.
Ese es el comienzo de una melodía.
El bar está repleto.
Sacude la cabeza, marcando el ritmo, y cuando comienza a sonar el vocalista por los altavoces, él también canta, para sí mismo. Para disfrutar la letra que él mismo escribió.
Pasan los minutos, las canciones, un sudor leve comienza a asomarse en su cuello, pero las baquetas no cesan, ni disminuyen ritmo o fuerza.
Algunas personas tatarean sus canciones, otros las gritan con mucha fuerza, algunos solo mueven la cabeza en aprobación.
El chico mira con atención el público.
Hay una chica.
En el bar.
En medio de todo.
El chico la mira con curiosidad tres segundos, luego sigue tocando.
Los segundos pasan, uno tras otro.
Y vuelve a mirarla.
La chica no canta, no baila, no se mueve, y apenas pestañea.
El maquillaje le recorre las mejillas, casi hasta llegar a la barbilla.
La ropa negra se le pega al cuerpo, húmeda por la lluvia.
Algunas hebras de cabello se le pegan en la frente.
Ella se ve casi, como si estuviera en un mundo aparte, fuera de todo el apogeo que se crea entre tanta gente.
Pero parece, de hecho, estar muy atenta a la melodía que resuena fuerte por los parlantes.
Es entonces cuando, una lágrima se escapa y rueda con velocidad hasta caer de su rostro y volver a perderse en la tela húmeda, tan rápido como apareció.
Ahora el chico es incapaz de apartar la vista.
Hasta que ella le mira también.
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Al final, el Fin, no es el final [en curso]
Teen FictionHay una chica, en un bar. Con los parpados y las mejillas manchados de negro. Lleva el corazón atado en la mano, y desea soltarlo.