Salir pronto por la mañana un día oscuro y lluvioso en Madrid, uno de los mayores placeres que se pueden disfrutar aquí. Hacerte el café al amparo de la luz tenue de unas bombillas que desprenden luz cálida, darse una ducha caliente, ponerse las mejores galas para un día cualquiera y salir a disfrutar el aire frío y la lluvia sobre el paraguas de colores.
Como es temprano, coges el autobús que va desde tu barrio al centro de la ciudad porque tienes tiempo para disfrutar de un buen viaje. A esas horas, el autobús parece más bien una prolongación de la cama de algunos: señoras, mujeres, chicos y caballeros se duermen por igual con el agradable traqueteo y el sonido de la lluvia contra los cristales. Pronto, tú también caes en brazos de Morfeo.
Al poco rato despiertas, abres los ojos y ves que ya has llegado al casco antiguo. Sus altos edificios de estilos arquitectónicos del pasado siempre te cautivan, no importa cuántas veces hayas pasado ya a su vera, tú los sigues mirando con el mismo cariño y ellos te devuelven la mirada. El día está gris, todo está como desaturado, sin contraste, solo los destellos del metal mojado y los acabados en dorado y plata brillan en ese paisaje.
Bajas del autobús y emprendes tu camino a pie por la calle, la gente se queja del mal tiempo, pero para ti éste es el ideal, sin sol que te ciegue ni calor que te agobie. Todo huele a humedad que se mezcla con el olor de las cafeterías y bollerías que abren temprano para ofrecer sus desayunos.
Esos olores maravillosos te acompañan durante todo el camino hacia la escuela, mientras miras tranquilamente los escaparates de las tiendas que tanto te gustan. Sabes que no vas a poder comprarte ni la mitad, pero bueno, hasta la fecha mirar es gratis. Hay prendas que te inspiran para crear después otras cosas, otras historias, otros personajes y hay prendas que te gustaría saber en qué estado se encontraba el diseñador para crear tal esperpento.
Poco a poco se va despertando la ciudad, emergen tímidamente los ruidos de los coches, las sirenas de policía y las ambulancias. Eso significa que ya llegas un poco tarde, aunque sabes que al profesor no le molesta mucho. Pegas el apretón final y llegas a clase, dejas las cosas y sacas tu café favorito de la máquina. Sí, otro. Y cuando ya eres persona, continúas con la tarea de los últimos días mientras conversas con esos compañeros tan maravillosos que tienes.
A nadie le gusta la lluvia ni el frío pero tú, simplemente tienes otra forma de ver los días así.
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Cuadros de costumbres
RandomEsto no es una historia con varios capítulos, es un conjunto de relatos cortos narrados de forma cercana con la intención de que lo vivas en primera persona. Son descripciones de ambientes, lugares y costumbres, en ocasiones con nostalgia, en ocasio...