14. Malas decisiones

68 6 30
                                    

SAMARA

La semana empieza de manera horrible. No me quiero levantar de la cama, no me apetece ir a clases, no se me antoja hacer absolutamente nada más que flojear en mi cama, deprimida un rato y encerrada en las oscuras paredes de mi cabeza. Deseo más bien sumergirme en algún mar de aguas intranquilas y dejarme llevar por la corriente. Sí, exactamente eso.

Es el aniversario de la muerte de mis padres y hay celebraciones religiosas en su honor. Irónicamente he despertado temprano, o al menos me intento convencer de ello, porque la verdad es que no pude pegar el ojo en casi toda la noche.

Apenas empieza a salir el sol me pongo a mirar el teléfono casi petrificada, esperando alguna llamada por parte de Christine. Obviamente nunca sonó.

Lulú se aparece luego, me arrastra al baño y me obliga a desayunar. Me visto como puedo y en un arranque de dolor e impotencia mis pies se conducen solos, directo hacia la oficina de mi padre; cierro la puerta y me tiro a llorar en el sofá, torturándome con el cuadro familiar.

Un precioso lienzo que en vez de causarme alegrías, me trae dolorosos recuerdos que me oprimen el pecho y me conducen a ese estado que tanto odio, pero del que no me puedo escapar, porque me encadenan los recuerdos, me aflige la necesidad asfixiante de tenerlos conmigo aunque sea una vez más para despedirme de ellos y decirles todo lo que he acumulado durante meses de torturas y cortes.

Entierro mi cara entre mis manos y lloro en silencio, como tantas veces, como tantos días y noches, porque este dolor no conoce límites ni de espacio ni de tiempo. Te ciega tanto que no te permite distinguir si entra por los ojos y se escurre hasta tu corazón, o si proviene del corazón y se escurre a través de los ojos.

Sé que Alex no está en casa. También sé que sale temprano a llorarles al cementerio en completa soledad. Los tres nos estamos perdiendo por separado y aun peor, hay alguien más y no compartimos con ella.

El mundo y todos sus caprichos me comienzan a pesar. El interruptor está en modo apagado desde hace días. Debo asistir a un evento y a un lugar que me recuerda cruelmente que ellos no están y nunca van a volver. No sé absolutamente nada de mi hermana mayor; mi mejor amiga ni siquiera me habla y el chico que me roba el aliento está con otra por puras tonterías del destino.

Puede que todo suene a un capricho mío, sin embargo, nada más lejos de la realidad que eso. No es un capricho que mis padres muriesen el mismo día, uno seguido del otro y que desde entonces, mis hermanos y yo hemos estado sufriendo de maneras aisladas, pero con ese común denominador.

Alex no suele decir lo que siente últimamente y cuando yo lo hago, es para traer más desastres a nuestras vidas. Christine ni siquiera se aparece, no sabemos nada de ella desde que se marchó. Ambos sufrimos por eso, lo tengo muy presente, pero el orgullo de mi hermano no lo hace reconocerlo en voz alta.

Suelto un grito desgarrador que seguro han escuchado todos los vecinos de la cuadra y de un poco más allá. Este día duele como nunca, porque un día como hoy mi vida se fragmentó en piezas irreparables.

Me dejo caer a los pies del óleo, lanzando las mismas preguntas de siempre al aire. Cosas que no puedo entender, cosas que me niego rotundamente a aceptar.

Érase una vez el todo y la nada, el cielo y el infierno, el sol y la luna.

Érase una vez una niña vacía y llena a la vez.

Grande, imponente, memorable.

El todo.

Pequeña, insignificante, diminuta.

La nada.

Serena, pura, angelical.

El cielo.

Into you © ✔️ [En español]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora