BLANCA NAVIDAD

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CAPÍTULO 1

Navidad, esa época del año en la que pasamos más tiempo en familia. Las casas se vuelven más alegres, cariñosas y coloridas, se crean recuerdos inolvidables alrededor del árbol o de la chimenea, y sus noches tienen una magia especial.

El hogar de los Díaz-Martínez estaba lleno de buen humor debido a la Nochebuena. Sergio y Tomás, los padres de Blanca, se habían pasado el día entero cocinando para que todo quedase perfecto. En su familia, la Navidad significaba, ante todo, unión, y aquella noche iban a estar todos juntos.

La mesa estaba decorada con un gusto exquisito: un mantel horizontal en tonos beige reposaba en cada uno de los cinco sitios. Encima, se encontraban dos platos, el pequeño sobre el grande, de color blanco con los bordes rojizos y una servilleta de color tierra junto con la cubertería de plata, todo ello atado con un cordel lazado. En frente de cada uno se encontraba un pequeño cartel con el nombre de cada uno de los asistentes y un vaso de cristal a su lado. El centro de la mesa estaba decorado con velas de varios tamaños y muérdago esparcido.

Los padres de Blanca ocuparon las dos sillas más cercanas en la mesa, al igual que ella y Lucas, su novio, que por segundo año consecutivo acudió a la mítica cena de la que tanto disfrutaba. Presidiendo la mesa se encontraba Nico, el más pequeño de la familia. Los cinco disfrutaron de los entrantes, de la comida y del postre, la parte favorita de Blanca.

-¡Me queréis matar! ¡Esto es demasiado! -exclamó ella echándose hacia atrás en el asiento, con las manos puestas en su tripa, la que se veía bastante hinchada.

-¿No quieres más? -preguntó su hermano con una gran sonrisa manchada de mousse de chocolate. Su plato estaba vacío y rebañado. Aun así, parecía un pozo sin fondo, lo que hizo reír a todos los presentes.

-Todo tuyo, pequeñín.

-Estoy comiendo más que tú, al menos mi barriguita no es tan pequeñina.

-Tramposo, que ni has probado los entrantes... -rebatió Lucas con una sonrisa traviesa, la que no desapareció incluso con la mirada fulminante de Nico.

-¿Tienes plan de estudios para mañana, Blanca? -intervino Tomás, algo preocupado, ya que su hija se tomaba su carrera muy en serio y esperaba que, al menos en Navidad, se relajara.

-No, no, no -negó Blanca con una sonrisa amplia.

-Hemos decidido disfrutar de la Navidad con vosotros en el parque de atracciones -continuó Lucas.

-Así que mañana nada de Radiología, ni Biología, ni nada que termine en -ía para nosotros, ¿verdad, cariño? -Le sonrió mientras Lucas buscaba por debajo de la mesa la mano de su novia.

-Excepto cuando vuelva a casa, que tendré que ponerme a investigar sobre Turquía -Rio Lucas y la mano de Blanca se escapó.

Lucas tenía pensado seguir sus estudios en Turquía, e incluso quedarse a trabajar, ya que tenía familia viviendo allí. Blanca no creía que esa fuera la mejor idea para su relación, no porque él se fuera, lo que le parecía una grandísima idea si era su sueño, sino porque ella sería incapaz de alejarse tanto de su familia. Además, no pensaba que Lucas fuese el amor de su vida. Lo quería con locura, pero no llegaba a sentir eso que describen en las grandes historias de amor, ese cosquilleo en el estómago, esa conexión. Le hacía sentir bien, se compenetraban a la perfección y disfrutaban de lo que tenían, por lo que tampoco quería separarse de él.

Un silencio incómodo se hizo en la cena, en la que los padres de Blanca compartieron una larga mirada, así que Lucas quiso seguir hablando.

-Yo no prometo montarme en muchas cosas. -Sacó el tema del parque de atracciones, que era más atractivo y seguro para todos-. Mi vértigo no ayuda en sitios como ese... -Rio y se rascó la nuca.

Antología Ecos de TintaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora