Our love in ink

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Takemichi se encontraba reconsiderando todas sus decisiones de vida como por quinta vez en la semana. Y apenas era lunes. Sí, wow. También valoraba en dónde debía estar su buen juicio, —Sí es que en algún momento tuvo uno— porque definitivamente no pensó que sería el tema del año. Al parecer, se equivocó en eso, porque si lo es.

Y es que, en su legítima y claramente autónoma defensa. No pensó que Mikey, mucho menos Draken, harían tanto revuelo por ello, o que pegarían el grito al cielo —más fuerte que las señoras de los domingos que iban a la iglesia y gritaban durante horas: "Aleluya" por cierto—. Por esa cuestión, por favor, que no se note que solo intenta quitarle hierro al asunto. Después de todo, esto tiene bastante simbolismo.

Pero, muy bien, volvamos a donde inicio todo este quilombo. Takemichi recordaba que fue hace casi una semana. Draken y Mikey había ido por él a su casa; esa noche habría un acto de fuegos artificiales en el parque Yoyogi, así que se habían decidido ir a echar un vistazo y hasta entonces, habían ido a dar unas vueltas en un centro comercial de Shibuya para matar el tiempo. Sin embargo ninguno logró prevenir que Mikey fijara sus ojos en llamativo cartel que se alzaba sobre una cafetería, —recién inaugurada al parecer—, que llevaba escrito: "¡Oferta de apertura!, ¡El comensal más glotón no paga la cuenta y recibirá un premió sino vomita al final!" Sí. Realmente inspirador. Pero supuso que la gente probablemente dejaría todo en el escusado por hartarse de dulces. Probablemente los dentistas se llevarían el susto de su vida, pero buenas ganancias a cambio.

Para cuando la mente de ambos rubios termino de procesar que significaba eso, y el de trenza iba a agarrar al más bajo de los tres de la sudadera, Mikey ya se encontraba dentro del local, porque, para él comer hasta hartarse no requería mayor sacrificio, sobretodo si eran dulces y encima de eso eran gratis —porque por supuesto que iba con todas las de ganar—. Para cuando Draken y Takemichi habían entrado a la tienda, Mikey ya hasta se había inscrito al concurso por el premio. Así que ya era irremediable que compitiera.

El presentador quien era presumiblemente el dueño del local, dio una breve explicación sobre el concurso; tendrían dos horas para comerse los dulces tradicionales japoneses que les servirían, cinco platos de diferentes postres. Y cuando se diera la señal empezarían a comer. El ganador no pagaba la cuenta y se llevaría un premio especial que era: ¡Un viaje a un onsen en Jakotsuyu Sento en Asakusa! Cosa que sonaba extremadamente prometedor. Según el dueño el ganador podía llevar a dos acompañantes. Dicho esto, sonó una pequeña alarma, y empezaron a comer.

Varias personas animaban a los concursantes y gritaban por ellos, dando ánimos, una clara diferencia con Draken, quien solo se limitaba a ver cómo Mikey comía los dorayakis como si el mundo se fuera acabar en unos minutos, y Takemichi quien no era tan ruidoso como el resto del público pero daba algunas palabras de animo entre tanto y tanto. Habían cinco platos de dulces diferentes; consistían en dorayaki, taiyaki, imagawayaki, daifuku y yatsuhashi. Claramente estaban repartidos en porciones extremadamente grandes para una persona que no le gustaban mucho los dulces —como Draken— o para personas que no podían comer como ballenas —como Takemichi— La persona que se comiera todos los postres más rápidos ganaba. Se preguntó si no les daría indigestión por comer todo eso, y un infarto porque solo uno de los doce concursantes sería el que no pagaría la semejante cuenta que se haría por todo eso.

Ninguno de los dos siquiera se sorprendió cuando el rubio se terminó el plato de dorayakis, y empezó a devorar el daifuku. El del tatuaje decidió ir a comprar un poco de té verde que es digestivo y hacer que Mikey lo tome después de subir sus niveles de azúcar al tope. Era cuestión de milagro que ya no sea diabético. Takemichi estaba por pararse para preguntar si el transporte estaba incluido en el premio. Porque el rubio ya estaba acabándose el tercer plato, que eran taiyakis. Los otros concursantes aún estaban a la mitad del segundo plato puesto que era una cantidad considerable aunque para el de ojos ónix era un chiste. Y resulta que sí. El concurso pagaba los tres boletos del Shinkansen. Cosa que era una ganga, porque este fin de semana era un feriado desde el sábado hasta el lunes. Y cubrían esos días junto con los boletos de ida y regreso.

A story in ink [Tokyo Revengers]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora