11- Abel era pastor.

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Salem, Massachussets, Abril de 1930

Alcé la mirada y aquella casa parecía contener una promesa de futuro. De un futuro lejos de todo aquello que nos había perseguido desde el día que nos topamos en el Hospital Metropolitano. Sus paredes de madera pintada de verde salvia y blanco decían todo lo que quería saber. En el porche, un balancín se movía perezosamente a la luz del sol de la tarde. Vittorio me tomó de la mano, y depositó una vieja llave de hierro forjado en mi mano.

-Que las leyendas de este lugar no te asusten, Liz. Salem tiene fama de pueblo de brujas, pero contigo aquí no vivirán más que hadas.

Me miraba con un brillo feliz en los ojos, como si de un niño pequeño se tratase. Introduje la vieja llave en la cerradura de la puerta de madera barnizada y la giré, empujándola al interior. Todo estaba por pintar, los muebles eran viejos, pero de buena madera. Elizabeth contuvo la respiración al ver el salón y al fondo la cocina de carbón con aquella gran mesa para celebrar una vida familiar, paseando la mirada e imaginando el futuro. Un futuro lleno de niños, de sobrinos gritones con acento italiano y mejillas sonrojadas.

-Pero... Pero Vitto... ¿Cómo?

-Voy a dejar los negocios, Liz. Voy a dejarlos finalmente. He hablado con Nino y estamos organizándolo todo para que a partir de ahora sean él y Giovanni quienes se encarguen. Confío en ellos, y así nosotros nos llevaremos la parte que nos corresponde y podremos seguir con nuestras vidas. No te tienes que preocupar por nada, mi parte es suficientemente grande como para que no nos falte en mucho tiempo, y siempre podemos invertir en algún negocio aquí en Salem. Algo pequeño, no hace falta mucho. Tal vez una gasolinera, o un colmado. 

-O podría volver a escribir.- Indiqué levantando las cejas. Vittorio me miró parpadeando, como si de pronto recordase quién era.

-Cierto... Podrías volver a escribir.- Salió un instante y tomó algo del porche, un periódico.- "La Gaceta de Nueva Inglaterra", suena bien, ¿verdad?- Abrió las páginas y dijo- "Los Puzo se instalan en nuestra comunidad, escrito por Elizabeth Puzo, nuestra rutilante nueva estrella en la redacción". ¡Si, me gusta como suena! Podrías volver a escribir, y publicar novelas, y podrías ser la mujer intrépida de la que me enamoré, pero en vez de en esa jungla de hormigón, de estos bosques llenos de misterios. ¿No crees, querida?

Reí alegremente mientras Vitto me abrazaba y me llenaba de besos. Sentía que su cuerpo, fuerte y rígido, tenso y vibrante, se relajaba entre mis brazos y se transformaba en un hogar cálido y lleno de amor, deseoso de liberarse de las cadenas que pesaban tanto en Nueva York. Sí, Salem era un lugar ideal para retirarnos y vivir nuestra vida en paz, por fin.

-¿Y no me vas a enseñar el piso superior?- Reíamos, mientras Vitto cerraba con un pie la puerta y sin dejar de besarme me tomaba en brazos y buscaba subir las escaleras.- ¡Vitto, bájame, o nos caeremos los dos!

-¿Cómo vamos a caernos, si no pesas nada? ¡Por Dios bendito, mi mujer es un espíritu del bosque, está hecha de aire y plumas!- Me subía hasta el piso superior, donde había dos habitaciones pequeñas más y una gran suite de matrimonio. Sabía que quedaba uno más, el desván, pero ya pensaría en ello más adelante.- ¡Qué sorpresa, qué sorpresa, que la habitación principal ya está limpia!- Me arrojó sobre las sábanas, que reconocí al instante. Eran de hilo bueno, y en sus bordes llevaban bordadas nuestras iniciales. Era el ajuar que la Mamma de Vitto nos había regalado por nuestra boda.

-Vitto... ¡Son las sábanas buenas!

-Para la cama nueva. ¿Te acuerdas de nuestra noche de bodas, Liz?

Asentí con la cabeza y Vitto acarició mis muslos con suavidad por debajo de la falda, liberándome del liguero y la ropa interior.

-Cómo olvidarme...

-Pienso recordártela ahora mismo.- Gruñó sonriendo y echándose sobre mí, haciéndome reír. No recuerdo cómo nos desnudamos, pero fue con prisa, con ansiedad y de un único golpe nos hicimos uno solo, inaugurando un nuevo sueño a golpe de placer mientras las rosas se abrían, salvajes, en el jardín de nuestra casa del futuro.

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Nueva York, Junio de 1934


Edmund ha recibido una extraña carta. Le sorprende ver la dirección, en Salem, Massachussets. Mira el remitente, y la abre con un deje de sospecha. Deposita el abrecartas sobre la mesa mientras saca los pliegos de papel amarillento de su interior. La carta estaba perfumada con el olor de las rosas y la lavanda. Frunce levemente el ceño y comienza a leer con interés.

"Salem, Massachussets, Junio de 1934.

Mi querido Edmund:

Abel era pastor, y quería impresionar a Dios, así que sacrificó a su mejor cordero. Su hermano Caín era agricultor, y le ofreció sus frutos. Mas aunque Dios estaba satisfecho con ambas ofrendas, Caín tuvo envidia de Abel, y le mató.

Reflexiono mucho sobre esto últimamente, y por eso me he retirado a meditar sobre este pasaje. La primera familia se manchó de sangre y pecado desde el principio de los tiempos, y nunca sus miembros han dejado de estar en peligro por ello. Me pregunto a veces qué significado tiene que en los libros divinos se siga el camino de los hombres pecadores en vez de los buenos y los piadosos. 

Un afectuoso abrazo:

Liz.

P.D: Por favor, quema esta carta cuando la hayas leído y meditado con tu alma".

Las palabras eran crípticas. ¿Qué hace Liz tan lejos de Nueva York? Y sobre todo, ¿qué quiere decir con la fábula de Caín y Abel? Se levanta de la mesa y toma notas en su cuaderno, arrojando al fuego la carta una vez ha sacado de contexto los datos. Mira sus notas con los brazos en jarras, y se dirige a la puerta cojeando. Se pone el abrigo, el sombrero, toma el bastón y abre la puerta de su apartamento para dirigirse a la sede del Gotham Times. El ascensor parece tardar una eternidad en llegar a la planta baja, y al abrirse las puertas Edmund abre los ojos de par en par. Un hombre con una gabardina gris le apunta con un  revólver.

-Muere, perro.- Le espeta el desconocido cuando, de pronto, éste se derrumba sin disparar. 

-¿Pero qué..?- Murmura Edmund, alzando la mirada hacia quien acaba de salvarle la vida. Nino Ricci respira con ansiedad, con una gota de sudor en la frente, y el arma en la mano con el seguro todavía puesto.

-Justo a tiempo, señor Davis. ¿Se encuentra bien?- Edmund asiente con la cabeza, y se seca la frente con el pañuelo. Acaba de evitar la muerte por un pelo.- Madame Puzo me pidió que le protegiese, sabía que algo podría ocurrirle.

-¿Quién es ese tipo?- Pregunta Edmund saliendo del ascensor evitando pisar al matón desmayado en el suelo, quien presenta un feo chichón en el cráneo debido al culatazo de Nino.

-Es un DiBaggio, pero dudo que venga de parte de ellos. Los DiBaggio son nuestros aliados. Algo me dice que le han pagado bien por un trabajito en solitario. Venga conmigo, por favor.

-Iba a ir a la redacción del Gotham Times.

-Está bien, pero iremos en mi coche. El suyo podría estar manipulado.

Edmund sintió un escalofrío de duda.

-Un momento, ¿cómo sé que viene de parte de Liz?

Nino sonrió abiertamente, y le mostró una cámara fotográfica. A un lado, con letras estampadas en dorado se leía claramente "Liz Colvin, Gotham Times".

-Abel era pastor. Me dijo que usted entendería esto.

Edmund asintió con la cabeza, y siguió a Nino por el vestíbulo del edificio.

-Jack, llama a la Fiscal Boseman y que la policía arreste a ese tipo.- Indicó al portero, quien corrió hacia el teléfono asustado.- Vamos, señor Ricci. Le debo la vida.



Madame Puzo- Una Historia de Time Princess (Liz Colvin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora