Capítulo 1: Nacimiento e infancia

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Piamonte fue un niño soñador y aventurero. Conocía las leyendas de los partos, de los griegos, de los godos y vikingos. Las leía y releía, las pensaba y repensaba.

Eso dicen las crónicas.

Cuando su madre lo parió, lo hizo en la cima de una colina. Pero el niño se le escurrió a la matrona. Y, a Piamonte, lo tuvieron que ir a recoger al pie del monte. De ahí su nombre: Piamonte, pia y monte, al pie del monte.

Por esta hazaña y algunas otras, ya desde bien chico, su madre lo tomó por imbatible. También algunos otros, y le decían: «El niño héroe, el niño héroe».

Así vivió y así pasaron los años. Luego, a los doce, mataron a su padre. Sobrevino la guerra, y el mundo se le vino sobre los hombros. Piamonte comenzó a tirar para arriba, para que el mundo no se le cayera. 

Leyó dos mil relatos, de Oriente y Occidente, escribió otros muchos, pergeñó sus primeros amoríos y novelas. Así fue como entró de redactor en El Periódico. 

En su sección diaria, narraba los desastres de la guerra, se enamoró, creció, fue viviendo hasta que el mundo no se le hizo tan pesado. Publicó su primera novela, lo aclamaron. De este modo empezó a acrecentarse su leyenda. 

Lo veneraron en China, en la India, en la Bélgica y la Francia. Y todos le pedían: «Líbranos, Piamonte, oh señor». Piamonte les insistía: «Yo no soy un Dios». Incidió mucho en esto. Pero ¿quién lo iba a atender? A Dios no le echa cuenta nadie. 

PiamonteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora