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—¿Por qué lo hiciste?

Cuando las personas preguntan eso, no están preguntando porque quieran saberlo, no preguntan porque quieran entenderte o ayudarte. Ni para saber qué está mal. Lo hacen por morbo.

¿Por qué una chica sana físicamente, con educación, un techo y alimento consumiría 63 pastillas somníferas de un solo trago la madrugada del 4 de septiembre? ¿Por qué lo hizo? ¿Por qué lo hiciste?

Esta es la verdad: ellos preguntan porque no lo entienden. Porque, sin importar la respuesta, en sus cabezas tienen tatuado el "no es razón suficiente". Ellos no esperan una respuesta, no esperan una explicación. Ellos esperan una "excusa". Y no es lo mismo.

Por ende, cuando una de las dos enfermeras jóvenes y practicantes (que claramente jamás se enfrentaron a un caso similar) me pregunta "porqué": no les respondo.

Y, sí, en parte es precisamente porque ella no espera una respuesta.

Pero, por otro lado, es porque no existe una razón.

No es tan fácil.

Es ofensivo que las personas esperen una respuesta concreta, como si un insulso argumento valiera más que una vida.

Esta es la verdad: la razón es el "todo". El "nada". Pero no apuntaré a un motivo "principal". No resumiré mi dolor en una frase, porque una frase no es suficiente para acabar con tu vida. Porque esa frase pronunciada a oídos sordos, sería escribir mi epitafio.

"La chica que murió porque..."

Así me describirían entre sus colegas, con sus familias, con sus amigos o, qué sé yo, en su diario de vida.

Ella pregunta y yo no respondo. Mi ausencia de respuesta es un silencioso alarido de "no lo entenderías".

Esta es mi historia y decido contarla desde aquí, porque ese fue el momento en que me di cuenta de que tengo mucho por decir.

Y llegó la hora de dejarlo salir.

Lo Agridulce De SeptiembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora