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La señora Lee se había encerrado en el cuarto y sus lamentos se escuchaban si pasabas cerca de su puerta.                  

Mark quería hacer lo mismo, pero pensando en que debía ser fuerte para hacer sentir mejor a Haechan, borró sus lágrimas y caminó al cuarto.             
 
Al abrir la puerta, encontró a Haechan, envuelto en una toalla para que su húmedo cabello no mojara su pijama, tenía la mirada baja y perdida.      
       
El pelinegro alzó la vista cuando entró, mirándolo con sus lindos y brillantes ojitos.            

Y Mark quiso llorar de nuevo.              

Con lentitud, se sentó sobre la cama donde Haechan dormiría, el chico se irguió un poco, sentándose de piernas cruzadas junto a él.          
    
Mark tomó la mano de su novio, besando su dorso, una sonrisa penosa apareció en sus labios.        
       
— ¿Por qué no me dijiste? — preguntó Mark, su voz sonó ronca, algo rota, Haechan bajó la vista, supo que ya no podría esconderlo.               

— Tris-te— dijo, bajito, señalandolo—. Como Ma-má.               

El labio de Mark tembló con ganas de llorar.            
  
— Haechanie, hay cosas, que por más tristes que sean, deben saberse— murmuró.               

Haechan negó, parpadeó varias veces para despejar las lágrimas que comenzaban a crecer en sus ojos, aunque eso no impidió que comenzara a llorar.              

— No... Quiero— murmuró—. Yo q-quiero ser fe-liz, s-sin de-cir eso, s-sin pen-sar eso... — habló entre sollozos e hipidos.               

Y Haechan se rompió, desbordando en lágrimas.                  
Mark lo abrazó con fuerza, como si así pudiera arreglar las cosas, acomodando a Haechan contra su cuerpo.                

— Haechan... Tú mereces toda la felicidad del mundo— murmuró el rubio, carcomido por la injusticia.

Mute - MarkhyuckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora