Nos veremos en el infierno

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INDICACIONES: Las letras en cursiva son para pensamientos, recuerdos y frases dichas por personajes. Disculpen la confusión con ellas.

Morir era una mierda.

¿Quién fue el que dijo que era una nueva aventura? Le gustaría partirlo por la mitad.

Porque no era ninguna jodida aventura. No tenías una película delante de ti mostrándote las cosas a cámara rápida. No había ángeles o demonios tirando de ti. Morir era eso; una mierda. Y, seguramente, ese cabrón no tenía un tiburón mordiéndole los huevos.

Sin embargo, sus pensamientos no estaban justo en esa persona. Su mente estaba llena del único al que había tenido realmente a su lado. El hombre que fue capaz de ver a través de su caparazón.

Itachi-san...

Rememoraba perfectamente el momento en que le conoció. La forma de hablar, de mirarle, de moverse. Le gustó todo. Y a la vez, lo odio y respetó.

Mi forma de amar era retorcida. Siempre lo fue.

Creía que le conocía. ¿Fue la empatía? La sangre siempre unía, o eso era lo que pensaba. No la sangre que fluía por las venas de uno mismo, sino la que se extendía sobre la hierba o la arena, manchado y tiñendo otros colores como un silencio pecado.

¿Alguna vez te reíste de mí? ¿Lo soñé? ¿Igual que soñé tus besos?

¿Llegó a conocerse a sí mismo o sólo fue Itachi capaz? Entregó lo suficiente, las migajas de sus recuerdos y de su cuerpo, y, aún así, Itachi había dejado ese vacío inamovible para siempre en su piel y en su corazón. Ahora en su alma, que abandonaría su cuerpo, dejaría atrás lo real para perderse en ese mundo irreal que los humanos desconocían y, por ende, temían o idolatraban.

¿El llegó a hacerlo con Itachi?

Ten cuidado conmigo, Itachi, te dije. Lo mismo digo, dijiste. ¿Quién de los dos fue más idiota entonces? ¿Quién de los dos fue el que se metió en la piel del otro?

Probablemente, lo hizo. Idolatrarle o simplemente, ser capaz de ver la oscuridad que compartían y abrazarla hasta atraparlo entre sus brazos. ¿Quién dio el primer beso? Probablemente, fue él. Cuando dejó atrás los pensamientos y más los actos. Itachi, por supuesto, ya era algo que parecía esperar. Aunque sus manos temblaban, aunque su corazón parecía negarse.

Y enseguida puso una distancia de nuevo. Una línea que parecía incapaz de franquear.

Divirtámonos juntos, Itachi.

¿Llegó a hacerlo? ¿Disfrutó a su lado? ¿Se emocionó cuando el mundo estaba a sus pies? ¿Sonrió?

Nunca tendrá una muerte decente, dijiste.

Y era cierto. ¿Cómo debía de sentirse al respecto? Sabía que tenía muchas ganas de echarse a reír, de asentir mientras imaginaba su figura. No importaba si desnuda, si con la bata de Akatsuki o con su alma partida.

Uno se da cuenta de su propia naturaleza al momento de morir.

También uno se daba cuenta de hasta qué punto podría estar enamorado. Cuanto podía calarle una persona hasta el punto de recordar sus palabras. Su momento de conocerse, lo marcó para siempre. Un inicio que marcaba su final. Era hasta hilarante.

¿Tú también descubriste tu propia naturaleza?

Sabía que era más bueno de lo que aparentaba. Una pieza rota. Un juguete mal usado. Un alma cándida que se dejó controlar. Itachi, aquel que a veces se quedaba inerte en sus brazos, agotado por el peso de sus remordimientos, hundido en la desesperante agonía de dolor de sus pesadillas.

¿En algún momento pensaste en mí mientras te marchabas como yo estoy pensando en ti?

Lo dudaba. Para Itachi siempre fue su hermano. Para Itachi siempre hubo un antes que él. Admiraba esa parte de su persona, debía de reconocerlo. ¿Acaso era la carnada que provocó que se acercase más hasta a él, aún sabiendo que bajo el cebo existía la posibilidad de morir? Le entregó a Itachi su corazón, pico el anzuelo. ¿Pero fue a la inversa?

Nunca podría saberlo.

¿Has llorado? ¿Por ti, por mí o por aquellos cuya sangre mancha tus dedos?

Ironía y sarcasmo. Reconocimiento y amor. Eran cosas que chocaba contra lo que ambos eran. Lo que fueron, debía de corregirse. Porque Itachi ya no estaba a su lado. No iba a tomar su mano y sostener su caída.

Y él iba a dejar de existir.

Inmolarse era una cosa dolorosa y cruel. ¿Realmente era leal hasta el final? ¿A quién? ¿A sí mismo? ¿A Itachi?

Bueno, si lo pensaba, era fiel en la pareja, si es que llegaron a serlo. Él creía que lo eran. Itachi siempre fue un cuervo sin nido al que volver.

Recordaba que se aferraba a su espalda con las manos, le clavaba las uñas y suspiraba anhelos. Mas nunca dijo que le amaba.

¿Hemos de decir palabras cursis? Porque yo no sé decirlas, Itachi. ¿Tú puedes? ¿Alguna vez pudiste?

Kisame amaba esa libertad.

Itachi amaba esa soledad tan suya.

Kisame, yo no sé amar correctamente. No sé qué esperas de mí. Puedo darte lo que me queda, pero no mi alma.

¿Su alma? Él podía entregarle todo si quería. Hasta las escamas de su piel. Sus costillas si lo deseaba.

Está demasiado oscura para pertenecerte, Kisame. Deja de querer aferrarla.

Era tarde. Porque lo quería todo. Y al final, sus manos estaban vacías. Ya decían que el codicioso no siempre lograba su captura.

Kisame, tu muerte no tiene por qué ser dolorosa.

—He de hacerlo. Lo prometí y siempre cumpliré mis promesas. Tú tenías razón, Itachi, en todo. Menos en una cosa.

¿En qué?

—No es difícil enamorarse de un Uchiha. Tu alma no estaba del todo corrupta, porque para un Uchiha, tampoco es difícil enamorarse.

No sabes de lo que hablas.

—Sí, lo sé.

¿Por qué?

—Porque tú no vendrías a buscarme justo en mis últimos momentos de vida si no fuera por amor.

Extendió su mano cuanto pudo a la luz cálida. Notó el roce de sus dedos y, después, el tirón. No podía asegurar que fueran los dientes de los tiburones o su alma abandonado su cuerpo.

Pero, finalmente, pudo abrazarlo y el dolor menguó lentamente.

—Bienvenido al infierno, Kisame.

Se echó a reír, sarcástico.

—Estoy en casa.

Porque su casa, sonara ridículo o no, sería donde el alma de Itachi lo acompañara.

Nos veremos en el infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora