Prologo

85 7 0
                                    

Irak.  Base militar 112.

 John Ducke salió como alma que lleva el diablo de la carpa donde minutos antes había recibido la peor llamada de toda su vida.

Los rusos habían vuelto a la carga, con un ejército dos veces más grande que la última vez y una estrategia malditamente ingeniosa. Debido a que él fue quien había armado el maravilloso plan que 5 años atrás había dejado a los rusos tan indefensos hasta el punto de anunciar su rendición ante los Estados Unidos, era el primer objetivo que tenían en su lista negra y, según la llamada reciente del Sargento James, lo iban a atacar por donde sabían que lo destruirían. Su punto débil, su talón de Aquiles, su criptonita, Helena. El Coronel torció el gesto pensando en el rostro angelical de su hija, imaginársela sufriendo por culpa de los rusos era sencillamente insoportable. Le había prometido a su madre que siempre la cuidaría, pasara lo que pasara. Y eso era exactamente lo que iba a hacer.

Camino apresuradamente hasta la siguiente carpa, la más grande de la base, donde se encontraban toda clase de artefactos y máquinas para mantenerse en contacto con el pentágono y avisar cualquier improvisto.

-Sargento, comuníqueme con la base principal de Washington. Infórmeles que necesito hablar con el Mayor Shane de inmediato –demando el Coronel una vez dentro de la carpa.

-Enseguida, señor. –respondió el sargento sin cuestionar nada. Sabía que cuando se trataba del Coronel Ducke, nada era un juego –Esta en la línea tres, señor.

John rápidamente levanto el teléfono en frente de él y presiono el botón para comunicarse. Enseguida escucho la voz firme del Mayor peguntándole directamente que era tan grave.

-Código rojo, señor. Hay una gran amenaza pisándonos los talones –le comunico- Los rusos bombardearon la base 107, al norte de nuestra posición actual. Creyeron que yo me encontraba allá, me están buscando.

El Mayor maldijo por lo bajo –Demonios, debemos transferirlos a ustedes y a su pelotón de vuelta aquí a Washington de inmediato. No se preocupe, Coronel, yo me encargo de esto.

-Espero respuestas y la transferencia lo más pronto posible, Mayor. Los rusos podrían averiguar nuestra posición en cualquier momento.

-Se lo aseguro, Coronel. Habrá una avioneta allá al final del día. Estarán aquí mañana a primera hora.

-Se lo agradezco –callo por un momento pensando si comunicarle o no su otro problema. Al demonio, era su compañero desde hace 10 años y era padre de dos niñas. Entendería –Hay otro problema que me gustaría que se resolviera cuanto antes.

-Lo escucho, Coronel.

-Mi hija, Helena. Se supone que iba a regresar este viernes, por eso está en Washington en este momento. No sabe nada de lo ha pasado, pero tendrá que enterarse. Los rusos averiguaran de una forma u otra que ya no me encontrare en Irak para mañana temprano e irán tras ella, Mayor, me niego a dejar que algo le pase, se lo prometí a Victoria –añadió con la voz temblorosa. El Mayor frunció el ceño con preocupación desde el otro lado del teléfono. Era la primera vez que escuchaba al Coronel debilitarse de aquella manera.

-¿Qué puedo hacer para ayudarlo, Coronel? –pregunto.

-Sé que usted y sus hombres comandan la mejor reserva militar que tenemos. Confío en esos hombres, están perfectamente entrenados. Me gustaría tener a uno protegiendo a Helena, al menos hasta que las aguas se calmen.

El Mayor pensó un momento hasta que a su mente se le vino el soldado perfecto para ese trabajo –Tengo lo que necesita, Coronel.

-¿Quién? –demando, necesitando saber a quién le confiaba la vida de su única hija.

-Brian Davis, Coronel. Es el indicado para hacer esto –y ambos sonrieron a través del teléfono. Ese hombre era definitivamente capaz de proteger a su hija.

-Perfecto. Que comience el juego.

The ProtectorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora