Impostores De La Felicidad

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―No es lo que esperaba una vez que preparé todo.


Silencio...

Las palabras pronunciadas parecían ser dirigidas al aire mismo por la falta de respuesta.

―¿No vas a contestar? Pensé que, a la hora de los tratos, serías más elocuente ¿No cautivaste así a otros? ―siguió aquella voz.

Sin respuestas.

―Solo exijo el conocer, el conocimiento, cada experiencia, cada momento, todo, deseo que todo lo que esté a mi alcance para tener sea dado.

Un brillo llenó el lugar.

Dos figuras.

Una mujer sentada en una silla blanca, frente a ella un paraguas en el centro de una mesa, aquello en medio de un gran jardín que parecía extenderse sin límites.

La figura de la mujer estaba envuelta en un vestido negro con detalles de plata y un cabello blanco puro que caía libremente hasta tocar el suelo de lo largo que era.

―Tienes mi palabra que cumpliré mi papel de guardián entre tanto que me pueda proporcionar conocimiento de forma ilimitada ―una sonrisa creció en el rostro de la mujer.

El contrato era simple, conocimiento que ella no podía seguir consiguiendo debido a su estado actual, y, sobre todo, eternidad.

Ella no era estúpida, un contrato con algo así, con una eternidad no era algo lo cual ella hubiera aceptado, hubo miles de cláusulas a su contrato.

Cosa que sorprendió a la mujer que aquel ser incorpóreo pudiera corresponder y admitir.

Le costó el pensar en que aquello iba a ser posible, pero no le importó ahora lo que pudiera ser venidero, siendo que la mayor parte de sus preocupaciones, por no decir todas, estaban ya solventadas.

Un guardián, a cambio de algo tan básico como eso podía acceder a todo lo que quisiera, le prometió la biblioteca más grande que existe en todo lo conocido, con cientos de miles de millones de historias las cuales podía leer.

Un contrato con una entidad que no conocía non fue lo más productivo que pudo haber hecho, pero posiblemente fue lo que más esperó.

Era simple, lo que pidió, conocimiento, un lugar el cual poder estar y un sirviente.

Todo lo demás ya estaba solo a coste de su comodidad y su paranoia.

No iba meterse en nada fuera de sus deberes como guardián, no iba a hacer nada que le afectase en algún aspecto.

Una eternidad de conocimiento, y sí la cosa no lograba cumplir con su pacto, entonces ella era libre.

Demasiado sencillo.

Tanto que ella no lo creía de verdad.

...

Cuando la mujer abrió sus ojos lo primero que sintió es que no estaba en donde había estado por los últimos cuatrocientos años.

Sus ojos obsidiana recorrieron el lugar.

Una biblioteca.

Una interminable que parecía extenderse hasta el infinito.

La mujer parpadeó ante aquello. Aquella escena era algo que esperó con su trato, pero no tanto como esto.

―Te ves desconcertada

La voz que sonó cerca suyo hizo que la mujer se diese vuelta y prepararse su cuerpo para cualquier acción de defensa.

Pero solo encontró a un hombre sentado en una silla elegante, un escritorio delante suyo y un libro en su mano.

Sabiduría De ImpostorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora