El conductor

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—El conductor

—El conductor

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     Alcander escucho los dos disparos de Jesper y el alboroto de la multitud, sabía lo que Jesper podía hacer así que no le presto importancia y se puso a merodear por todo el lugar.

Estaba cansada de estar como idiota parada y dejar que Kaz hiciera todo el trabajo, bien podía hacer más de lago, no era estúpida.

Alcander vio a un par de niños, estaban acurrucado en una manta más delgada que la que ella tenía cuando llegó a Ketterdam. Se acercó a los pequeños y estos se encogieron aún más, del miedo seguramente.

—Tranquilos— les dijo. Por suerte había vuelto a aguardar la daga, de lo contrario esos pobres estarian gritando del miedo —¿Tiene hambre?— la más pequeña asintió con la cabeza rápidamente —quédense aquí, ya regreso.

Empezó a caminar por el lugar, buscando cualquier cosa para que los pequeños comieran, no tenía mucho dinero a la mano, pero le alcanzaría para una manta y un buen poco de comida.

Consiguió pan caliente, cuatro botellas de agua y una manta mucho más gruesa que la que los pobres niños tenían. Camino nuevamente hacia donde los niños estaban, cuando estuvo enfrente a ellos se arrodilló y les dio el pan, que no tardaron en agarrar y empezar a comer.

—¿Cuántos años tienen?— pregunto.

—Yo doce, Mimi ocho— Alcander tomo aire fuertemente, eran tan solo niños.

Le entraron una ganas tremendas de llorar, pero se limito a sonreírles a los pequeños que devoraban el pan tan ansiosamente, los pobres seguramente tenían días de no comer absolutamente nada.

—¿Un poco de caridad?— Alcander se levantó al escuchar la voz de Jesper.

Volteo a ver al chico y sonrió tristemente, luego volteo a ver a los niños que seguían comiendo pero que ahora la miraban con curiosidad.

—A Kaz no le gustará lo que estás haciendo.

—A Kaz no debería interesarle lo que estoy haciendo— dijo mientras volvía a ver a Jesper.

—Yo creo que si le interesa.

—Pues no debería.

Puede que fuera una estúpida por enamorarse de un chico que odiaba el contacto físico y sentir algo; estaba enamorada un chico frío y misterioso. Pero por más que lo intentará no podía no quererlo.

Habían pasado juntos demasiados años, conociéndose uno al otro, conociendo cada pequeña cosa del otro y sabían cada una de esas cosas, los dos podían destruirse con unas simples palabras, pero jamás lo harían, o al menos eso le gustaba creer.

Alcander le gustaba creer que si estaba tirada en un callejón desangrándose Kaz sería el primero que iría a ayudarla, también le gustaba creer que ella haría lo mismo por el.

Alcander Donde viven las historias. Descúbrelo ahora