I promise we'll walk across the moon (someday, soon) [H.Kazutora x T.Naoto]

The spell of your eyes

Disclamer: Ni Tokyo Revengers, ni su historia o personajes son de mi propiedad. Todo pertenece a su autor, Ken Wakui.

Escrito para el Flufftober 2021. Organizado por la página Es de Fanfics.

Advertencias: Canon Divergence (Fix-It: Vivos y coleando). Crack Shipps & Rare Pairs. OOC (Ligero). Errores Ortográficos.

Día 1: Contacto Visual.

[Algo en sus pequeños ojos captaba la luz del sol y brillaba, como un glaciar en la cara lejana de una montaña. -Haruki Murakami]

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No está seguro de porque lo nota, pero lo hace. Primero es la forma en que los ojos se entornan, manando de estos una adoración afectuosa (desbordante), enlazada a una satisfacción misteriosa y sin forma. Casi como si dijera, a la par de la sonrisa que se forma al elevarse la comisura de sus labios: "Bien hecho, te has esforzado" y "Siento una alegría inmensa de verlos felices".

No mueve los labios, pero las lágrimas que se ha agolpado en las esquinas de sus ojos se deslizan, con la quietud y fluidez de un rio, cual senderos de agua salitre (y Kazutora jura, sin dejar de observarle, que aquello parece algo que se sucede en cámara lenta).

Todo se ralentiza para él también, a partir de ahí.

El clamor y los vítores, los aplausos y el llanto (constipado, alegre) de la multitud, de los invitados, pasa a un segundo plano, como si el aire se hubiese engrosado y cubierto todo los sonidos del mundo igual que la nieve que cae copiosa, copo por copo hasta formar un manto níveo e impoluto, justo como el velo de novia que ondea al viento y las rosas bordadas en el vestido que se mueve sempiterno en los cortos pasos que todos ven (incluyéndole) da Hinata y que Takemichi imita, sonrientes, del brazos, mirándose con amor, alivio, dicha.

Es un cuadro muy hermoso, demasiado hermoso, tanto que Kazutora piensa con levedad sobrenatura si alguna vez ellos, (sombras desdibujadas del hombre y la mujer que él a lo largo de los años tempestuosos refirió como sus padres), fueron igual de felices.

Se sorprende al notar que ante ese pensamiento el corazón no le duele (como antes, en constancia), que el viento hoy se siente más fresco y en este se percibe el calor del temprano verano, pero también, la humedad de la lluvia de anteayer. En su lugar, se centra nuevamente en el hombre a su lado.

No sabe nada más allá de su nombre y profesión, le conoce por anécdotas o cuentos sinsentido que Takemichi cuenta a veces, de hito en hito, borracho. Por miradas fugaces, de esas que sirven para saciar la curiosidad en situaciones de cruces casuales. Saludos escuetos (demasiado formales para su gusto, de protocolo), a distancia, pero nunca en cercanía, una presencia que encuentra su recoveco en el pasillo de la memoria a través de fotografías y selfies que Hinata ha ido subiendo a lo largo de los años y con la proliferación de las redes sociales.

Tal vez por eso queda prendado de él, de sus lágrimas, porque nada sabe ni intuye.

En todos los espacios en blanco que ocupan los tres kanjis que forman su nombre, en su mente, se sucede un cambio.

Progresivo y veloz, una miríada de colores, de gamas emocionales, danzando libremente con arrojo y soltura, desnudas; dentro del azul grisáceo del iris.

Tempestuoso, intenso, vivo como el océano que refleja el cielo de un día encapotado.

Ahí, en sus ojos hay un surtido: Amor, devoción, alivio, frustración, melancolía, nostalgia, remembranza, cariño, mortificación. De extremo a extremo, cada una con su peculiar intensidad.