Maldición.

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Género: Familia, amistad, angustia.

Personajes: Devola, Popola.

Advertencia: Ninguna.

Clasificación: Todos.

Palabras: 480.

Llevar el peso de tus acciones sobre tus hombros puede ser una tarea muy difícil de llevar a cabo, existen algunas faltas que son capaces de romper incluso a los más fuertes

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Llevar el peso de tus acciones sobre tus hombros puede ser una tarea muy difícil de llevar a cabo, existen algunas faltas que son capaces de romper incluso a los más fuertes.

Devola y Popola cargaban con una enorme culpa eterna, que, en realidad, no les pertenecía. Sin embargo, a los ojos de todo el mundo, eran las responsables. Los objetivos de infinidad de burlas y expresiones de odio; repudiadas y maldecidas por su mera existencia.

En mitad del desierto, oculta entre las paredes rocosas de una pequeña grieta, con la arena caliente quemando su cuerpo y el aire seco arañando su piel blanca. Una de las gemelas intentaba pensar en una sola ocasión donde las hubieran recibido con los brazos abiertos, una mirada agradable, o al menos, un par de palabras alentadoras.

No tuvo éxito, solo pudo recordar odio. ¿Y por qué? ¿por su apariencia? Era sumamente injusto. Las responsables de la culpa que les atribuían no estaban ya en este mundo.

—¡Hermanita! —La voz cantarina de su gemela la sobresaltó cuando entró por la pequeña abertura escondida entre las rocas—. He conseguido un par de piezas extra para tu pierna.

Popola se apresuró a dirigirse desde la entrada hasta donde descansaba Devola, con una sonrisa radiante en su rostro. Se arrodilló frente a ella, poniéndose a revisar el desgastado vendaje blanco, sin dar más detalles. La otra mujer androide no tuvo tiempo de preguntar en un primer instante, observó a su hermana con un brillo de curiosidad en sus ojos.

—¿Cómo conseguiste todo esto? —cuestionó finalmente, mientras la otra fémina comenzaba a modificar el cableado.

—Las he comerciado con un vendedor del desierto.

—¿Qué le has dado a cambio...?

—P-pues, un par de nuestros recuperadores visuales, y bueno, también los bálsamos de velocidad.

—¿Te ha estafado, te das cuenta? —comentó Devola con el ceño levemente fruncido.

Popola asintió con lentitud, perdiendo por un instante la sonrisa al ver a su gemela con esa expresión. Aunque muy pronto, su semblante se volvió serio, al concentrarse una vez más en las reparaciones de los circuitos desechos de la pierna herida.

—Me lo ha vendido, es lo que importa —aseguró con determinación—. Esto te ayudará hasta que lleguemos al siguiente pueblo.

Devola quiso protestar, no era necesario ofrecer tanto por un par de suministros para ella. Pese a eso, se guardó su descontento, sabía que discutir no valía la pena. Ya tenía suficiente de peleas por parte del resto del mundo para comenzar a hacerlo entre ellas.

—Gracias hermanita —susurró con una sonrisa burlona, su gemela le regresó el gesto.

Tal vez, en el fondo, eran culpables. Quizá su apariencia era una señal de que habían nacido para cargar con ese peso. Vivir con las maldiciones y blasfemias a su andar, con las miradas de odio y resentimiento. De todas formas, no importaría mientras se tuvieran la una a la otra. 

Nier Autómata: El peso del mundo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora