๛ uno.

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CHARLOTTE BRZENSKA.

La Corporación Kirschtein.

Fundada en 1990 por un tal Joe Kirschtein, o algo así, es una empresa de arquitectura, de las más grandes y conocidas del país. La sede central es un edificio de unos... ¿ocho pisos? Quizás diez, el punto es que es un jodido edificio gigante, y desde abajo luce intimidante.

Aún así, vine por una oportunidad laboral.

El mundo, y en especial Nueva York, está lleno de administradores de empresas. Estudiar eso no fue una decisión muy inteligente de mi parte, porque no dimensioné a futuro y cuándo salí de la universidad simplemente no hallé trabajo porque el campo laboral está saturado; todo el mundo estudia administración de empresas, levantas una piedra y de esa piedra salen quince administradores.

Una amiga me llamó hace un par de días alegando que en este lugar necesitaban personal nuevo, y yo creí que no perdía nada intentándolo, por lo que envié mi currículum por correo a la persona encargada de todo esto y, sorpresivamente, me llamaron para una entrevista presencial, así que aquí estoy.

Decidí armarme de valor y entrar en aquel gran edificio, arrepintiéndome en cuánto estuve dentro. Había todo tipo de personas, más concretamente, gente de negocios y personas que a simple vista se podía notar que nadaban en dinero. Honestamente me sentí fuera de lugar, demasiado, pero se supone que vengo a buscar empleo, no tengo tiempo de pensar en si el vestido de aquella señora es Chanel o Versace.

A paso apurado y cuidando de no tropezar gracias a mis tacones, logré llegar hasta el mesón de recepción, en dónde una de mis mejores amigas, Historia, estaba sentada con una sonrisa que reconocí cómo una forzada, o al menos lo era hasta que cruzamos miradas, pues su expresión cambió completamente al verme y sus azules ojos brillaron tiernamente.

—¡Charlotte! ¡Viniste!

—Así es, no me iba a perder la oportunidad del trabajo de mi vida.—reí y vislumbré cómo la rubia se paraba frente a mi con unas cuántas carpetas entre sus brazos— ¿Llegué a tiempo?

Historia revisó el reloj que adornaba su muñeca y me miró con una de esas jodidas sonrisas cegadoras y brillantes que ella suele dar antes de responder a mi pregunta: —Claro que sí, déjame llamar y dar aviso de que llegaste, así puedes pasar.

Mientras Historia efectuaba la llamada, comencé a escudriñar el lugar con la mirada. A pesar de ser un lobby, era bastante sobrio e incluso podría decir que elegante; era muy sencillo, la paleta de colores no variaba del negro, tonalidades de gris y blanco, pero aún así mantenía un aura de elegancia que te dejaba muy en claro que el edificio era de gente que nadaba en fajos de billetes.

Nuevamente volteé a ver a Historia en cuánto dejé de oír su voz, encontrándome con que ella ya había terminado la llamada.

—Todo listo, Charlotte. El señor Kirschtein te espera en su oficina.

[...]

Según las explicaciones que Historia me dio, tengo que llegar hasta el piso ocho y una vez esté ahí, caminar directamente hacia una de las recepcionistas, una chica morena que tiene pecas según me dijo Historia, creo que su nombre es Ymir y es la novia de mi mejor amiga. Cómo sea, caminar hacia esa recepcionista, dar mi nombre y se supone que ahí deberían dejarme pasar... Creo.

Miré hacía arriba, la pequeña pantalla sobre las puertas del ascensor dictaba en color rojo el número siete, claro indicio de que ya estaba en el séptimo piso. Mis rodillas temblaban ante la sola idea de fracasar ahí dentro, no sé lo que me espera, no sé que tan estricto sea el presidente de la empresa y no sé si mi hoja de vida le haya impresionado en lo absoluto.

troublemaker | jean k.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora