I'm not gonna teach your boyfriend how to dance with you
Sus ojos se movieron en dirección a las dos siluetas que se movían torpemente a apenas un par de metros de la mesa donde se encontraba. Bufó con molestia al tiempo que apuraba el contenido total de su vaso, esperando que el amargo sabor de aquel shot lograra calmar la quemante emoción surgida desde el fondo de la boca de su estómago y que se extendía ardorosamente por todo su pecho. Vio nuevamente como aquel muchacho de cabello azabache y ojos acero intentaba guiar a su pareja dando algunos minúsculos pasos decentes, errando de modo miserable por enésima vez en su inútil lucha por bailar una pieza con la joven que le acompañaba.
La pareja reía levemente ante la marcada torpeza del joven, compartiendo sutiles y furtivas caricias, invisibles a los ojos de todos, mientras miradas cómplices y sonrisas traviesas eran intercambiadas entre ellos como si compartieran una broma secreta aislados del mundo que les rodeaba. No era extraño en esos dos, no necesitaba hacer inmersión en otro mundo para perderse en la fantasía virtual. Bastaba con la presencia del otro.
Fue entonces cuando pudo ver con claridad, como el joven azabache, ahora más alto que su joven acompañante pelirroja, se inclinaba hacia ella buscando sus labios. Los que encontró no mucho después en un beso bastante indecoroso, puesto que ella correspondido fervientemente, rodeando el cuello de él con sus brazos, al tiempo que este correspondía al gesto atrapándola por la cintura y pegándola con desvergüenza más a sí.
Testigo de aquello, no pudo más que morderse la lengua con una mezcla de impotencia e indignación carcomiéndole las entrañas. Podía fantasear un millón de veces con estar en el lugar de aquel idiota, y sinceramente, lo venía haciendo desde hacía ya varios años, aunque la realidad era, que aspirar a estar en un puesto tan alto en el ranking sentimental de Asuna Yuuki era un reto que parecía imposible de alcanzar, a excepción claro, del gran Kazuto Kirigaya, el gran campeón de aquella batalla, que jamás había sido establecida.
En ese tiempo, no iba a negarlo, no sabía lo que era tener amigos, y la imagen de aquel delgado muchacho cual salvador, hizo que sintiera fascinación y curiosidad por él, confundiendo sus intenciones; no iba a negarlo, Kirito le gustó en algún momento. Pero en verdad eso no duró demasiado, fue cuando la conoció a ella que todo su mundo se derrumbó. Asuna, una diosa de cabello de azafrán le abrió la puerta de su amistad y con los ojos cerrados se aventó a ella aferrándose como si la hubiera esperado toda la vida.
Quizás así fue.
Aun así, aquella era una batalla silenciosa en donde, siempre lo supo, Kirito saldría vencedor fuera como fuera. Así estaba establecido y así fue siempre. Y lo odiaba, lo odiaba tanto, porque era un tremendo estúpido, un imbécil cualquiera que anteponía sus logros personales por encima de esa deidad de cabellos de fuego que siempre lo esperaba dispuesta a que él se cansara de jugar a sus jueguitos y regresara a sus brazos. Él siempre estaba demasiado ocupado en sus metas como para echar en falta sus lazos sentimentales, abandonando todo lo conocido por ansiar los nuevos mundos. Había dejado a Asuna sola, esperando por él, anclada a una promesa de ilusión que con cada día que pasaba parecía más y más lejana.
Kazuto se perdió muchos momentos de su vida. No estuvo con ella durante esas veces donde su madre la contradecía e intentaba controlar su vida y su futuro, no estuvo ahí para ver cómo le cortaban la poca libertad que aún disponía, nunca fue capaz de escuchar todo lo que Asuna tenía que decir, no había estado ahí para consolarla cuando aquella carga emocional era más grande que toda ella y le era imposible contener el llanto, no era él su paño de lágrimas, ni el hombro que buscaba para llorar cuando la vida se le caía encima. No era su escape cuando le arrastraba al bar de Agil para fungir como su pareja de baile aquellas noches en las que Asuna decidía distraerse un poco de las responsabilidades y obligaciones para pasársela bien un momento, mientras sus amigos en común reían ante la dupla extraña que conformaban: no, Kazuto Kirigaya no tenía ni idea de nada, porque él no había estado allí para verlo...
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No voy a enseñarle a tu novio...
FanfictionKiriasuweek2021 día 04 canciones que nos inspiran