Había dormido mejor que nunca. Sí que es cierto que me costó dormir en un sitio extraño y sentía que estaba alerta, pero en cuanto pude relajarme mi peso cayó por sí solo y quedé profundamente dormido. Tanto que cuando me desperté era muy tarde y opté por tomarme ese día de descanso. Me preparé con calma para ir a ver cómo estaba la tienda y si podía vender lo que quedaba del día anterior. Fui andando hasta el lugar y me encontré con la señora Ponce, que en cuanto me vio sonrió.
-No sabía que no abrirás hoy.
-Me he tomado el día libre, pero si necesita algo le puedo ofrecer lo que sobró de ayer. Aunque no espere mucha cantidad.
-Muchas gracias, Alberto. Hoy viene mi yerno a comer y tenía pensado un banquete para él. ¡Me salvas la vida!
Abrí la tienda y preparé su pedido amablemente. Cuando fui a entregárselo me quiso dar de más y me negué rotundamente.
-No hace falta, pero se lo agradezco mucho. Ya no necesito tanto dinero como antes. Ayer firmé un contrato y me dieron una casa.
-¿Ah, sí? ¡Cuánto me alegro! Y, ¿dónde vives ahora?
-Bueno... Creo que no puedo decir nada de eso... Aún... - reí avergonzado. No estaba seguro de poder hablar de ello y tampoco quería alardear de algo así.
-En palacio. - dijo una voz detrás nuestro. - Vive en palacio.
Todo mi cuerpo se paralizó. De nuevo la presencia del príncipe hizo que el tiempo se detuviera. ¿Por qué?
Había aparecido allí sin previo aviso sobre un caballo blanco y con dos escoltas. A la luz del día era incluso más intimidante por la forma en que sonreía tiernamente y lo atractivo que era, todo lo contrario a cómo me sentía yo.
Sin pensarlo y en cuanto pude, imité a la señora que hacía una reverencia.
-Alberto Scorfano, ¿verdad? - asentí sin poder apenas tragar saliva. - Ahora que eres parte de nuestra cocina creo que no deberías guardártelo para ti. - no paraba de sonreír, eclipsando a cualquiera que pasara.
-L-lo siento. Yo no sabía que podía decirlo... - logré decir.
-No importa. Aunque creo que podríamos proporcionarte una tienda más grande y cerca de palacio. Así no estaría tan lejos. ¿Qué me dices?
Estaba ensimismado. ¿Todo lo que había dicho... Todo lo que estaba pasando era real? ¿Cuándo la suerte y voluntad de la gente se había dado la vuelta para mí?
-Lo agradezco mucho, su alteza. Pero no creo que sea necesaria tanta amabilidad. Ya me habéis prestado muchos servicios, demasiados para mí.
Me miró algo confuso pero enseguida su sonrisa se asomó de nuevo.
-Bueno, puede pensarlo por el camino. Mi oferta seguirá en pie.
No sabía qué decir. No sabía nada en ese momento. ¿Era normal? ¿Realmente merecía tanto?
-Muchísimas gracias alteza. - dije agachando mi cabeza de nuevo.
-Puedes llamarme Luca. - dijo antes de marcharse.
Apenas pude recuperarme del shock. La señora me sacó del trance dándome un toque en el hombro.
-Me alegro mucho por ti. Mereces esto y más, de verdad.Como de costumbre lo que me quedaba acabó agotándose. En cuanto vieron la tienda abierta los amables pueblerinos se acercaron a hacerse con las sobras. El día siguiente iba a ser duro pues comenzaba una época de escasez, cosa que a mí nunca me afectaba por mi habilidad y conocimiento sobre el mar. En parte le debo eso a la fama de mi tienda y a mis padres, que me enseñaron todo lo que pudieron.
***
Me levanté realmente temprano. Casi no había luz colándose por el horizonte. Era el momento perfecto para ir a mi guarida y hacerme con todo. Fue una mañana larga en la que apuré todo el tiempo que quedaba hasta que los pescadores fueran a adentrarse en el mar. Puntual como un reloj llegué seco a la orilla y con mi mercancía, listo para llevarlo a la tienda y prepararlo. Hice mi trabajo habitual, hablando con la gente, llevándome sonrisas y pasando otro buen día. Toda la mercancía se acabó antes de lo esperado y pude irme antes, así daría una vuelta antes de preparar todo para el siguiente día.
A paso tranquilo miraba el cielo sin poder evitar sonreír. Parecía que por fin algo de tranquilidad tendría.
Noté una gota caer en mi nariz y rápidamente la tapé. Maldije todo lo que supe y me refugié en una tienda cercana para poder comprar un paraguas antes de que fuera demasiado tarde y, en efecto cuando salí había empezado a llover. Saqué mi paraguas y traté de volver lo más rápido y seco posible al castillo. Allí pude respirar tranquilo en cuanto pisé la gran alfombra roja que cubría el suelo de la entrada y cerrar al fin el paraguas. Tras suspirar para mí mismo un momento me percaté de que el príncipe llevaba ahí todo el tiempo. Estaba mirándome más serio de lo habitual y plantado como un maniquí. Me estaba asustando la idea de que pudiera haber descubierto alguna escama o algo así, pero él sólo me miró en silencio unos segundos.
-¿Tú...? - musitó sin dejar de mirarme a los ojos. Las palpitaciones en mi pecho hacían más difícil que me pudiera tranquilizar o no pensara en ninguna catástrofe, pero justo cuando fui a preguntarle qué había dicho murmuró:
-Nada.
Dejó de mirarme y se limitó a ver la lluvia caer. Me quedé unos instantes sin entender nada y completamente confuso, pero logré volver en mí y mover mis pies hasta las escaleras para volver a mi habitación.
Cerré la puerta tras de mí, aún con el corazón en un puño. Rezando por que no hubiera visto nada y preguntándome qué había pasado por su cabeza. Todo al rededor de ese chico era tan...extraño. Simplemente hacía que nada me saliera bien y era frustrante.
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✨SU ALTEZA✨ (AU luca)
FanficPortada: @niimikyu_art en instagram ¿Qué pasaría si el pobre pescador se enamorara del príncipe? ¿Le correspondería? ¿Podrían llegar a estar juntos si así fuera?