Todo comenzó un viernes por la tarde

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Mi nombre es Mía, tengo 14 años, y soy una estudiante de escuela secundaria. Si hay algo que me describiría mejor es que soy observadora y de personalidad curiosa y por supuesto una lectora empedernida. Por eso, siempre estoy a la expectativa de descubrir algo nuevo o esclarecer algún misterio. En ese sentido me he dejado llevar mucho por los libros que acostumbro leer: Sherlock Holmes es mi saga de libros favorita, las habilidades de mi detective favorito de resolver asuntos irresolubles me asombra y me intriga. Por mi parte, se que nunca llegaré a poseer tal destreza ni mucho menos a escribir de la formidable manera que lo hace su brillante autor: Sir Arthur Conan Doyle, es probable que su personaje sea más conocido que el mismo, es un crimen que alguien actualmente se diga que es amante de la literatura y no haya leído a este clásico. La mayoría de personas que me conoce, lo que incluye a mis padres, otros parientes y amistades piensan que soy una persona completamente indiferente además de inmensamente aburrida, me resulta difícil encontrar temas de conversación, tampoco es que sea la persona más sociable del mundo y con una destacada facilidad de palabra, a pesar de lo que muchos pueden decir no considero tener un problema serio o al menos no por ahora. Disfrutar del silencio y la soledad es una de las mejores maneras de encontrarnos con nuestro interior y nuestro propio ser, el conocerse a sí mismo es un proceso que toma tiempo e incluso toda la vida. Los comentarios y habladurías han ejercido cierta influencia en el concepto que tengo de mí, el pensamiento y perspectiva con la que miro las cosas, la sociedad y el mundo distan mucho del modo de pensar de las adolescentes de mi edad.En definitiva, no suelen preocuparse por lo que pasa más allá de sus redes sociales ni siquiera son conscientes de lo que sucede dentro de sí y menos aún de lo que ocurre a su alrededor. Sentirse incomprendida y sola puede no ser muy favorable cuando te aíslas y desvinculas del mundo por completo solo en ese caso pero la mayor parte del tiempo hablando con sinceridad resulta provechoso. Hay mucho gente aún sin entender esta idea que siempre viene y va de mi mente. Mis horas libres usualmente las empleo en leer y reflexionar, el desarrollo de una psicología y filosofía propia nos ayuda a comprender el mundo además de la lecturas por supuesto. El lunes a viernes es una historia de nunca acabar, es cierto que cualquier cosa puede suceder en la escuela sin embargo en ocasiones puede llegar a ser tan apesadumbraste y hastiarte a tal punto de querer parar y tomar un respiro. Los compañeros de clase no hacen las cosas para nada sencillas, siempre el bullicio propio de un aula de clases es infaltable e incluso a veces empeora. A ciencia cierta no logro entender como los maestros esperan un desempeño satisfactorio por parte de sus estudiantes con todo ese alboroto. En ese sentido, uno hace lo que puede, da lo mejor de sí y a menudo obtiene los resultados esperados, con uno que otro contratiempo especialmente con los trabajos colaborativos que son la mayor tortura del estudiante del siglo XXI y con la que aún tendré que lidiar por tres años más.

En uno de esas de costumbre aburridas, patéticas y monótonas tardes, donde la mayoría de mis compañeros de clase se llenan de alegría al acabar las clases, para mi no deja ser más de que un día como cualquier otro y paradójicamente con uno de los peores climas, ese viernes 23 de noviembre observé algo que indiscutiblemente es la causa por la que ahora me hallo escribiendo este relato, eran alrededor de las 15:32, lo recuerdo con claridad puesto que aquel día traía conmigo un reloj que confeccioné a partir de piezas viejas que encontré en un baúl en la casa de mi abuela, que por cierto nadie ha notado su ausencia ahí, en ese baúl hay cosas olvidadas y antiguas que si desaparecen o no sería naturalmente imperceptible. Las manecillas del reloj apuntaban las 4 menos cuarto de la tarde mientras aún caminaba por los pasillos de la escuela, solo unos pocos alumnos aún permanecían dentro del aula, de seguro preguntando sobre la recuperación de algún examen, entrega de una tarea o algún otro problema académico. Siempre mantengo la mirada enfocada hacia el suelo, un poco cabizbaja, lo único que veía eran las baldosas del pasadizo y el piso laminado de mi aula, me dirigía a las escaleras cuando algo captó mi atención, todos pasaban por mi lado de modo que el hecho que yo esté ahí prácticamente inapreciable, pasaban de un lado a otro sin cuidado alguno, casi sin fijarse por donde caminaban que terminaban lastimándome o tropezando sin intención. Habían pasado todo el día hablando de sus planes para el fin de semana, que por supuesto yo pasaría en casa, no me interesaba para nada ir a sus fiestas a las cuales como era de esperarse tampoco era invitada. Si no eres de los o las más populares del aula no eres nadie, es la realidad de las escuelas que quizás muchos adultos no sepan o no quieran saber, los demás intentan encajar con lo que ellos dicen o lo que la tendencia apunta, seres sin personalidad, que falta de carácter, las que yo solía llamar amigas eran de ese grupo, siempre buscando ir a la par con el grupo de chicas más "populares", a su manera pero siempre envidiando y deseando ser parte de su grupo, yo era la que discrepaba pero era ignorada por mayoría, ellas mismas en realidad no deseaban ser mis amigas más, decían que no las aceptaban por tenerme a mí en su grupo, entonces decidí hacer algo que es probable que no me arrepienta jamás, me atreví a decirles que eran hipócritas y que no les volvería a hablar, desde entonces me encontraba sola en los recreos andando, yendo y viniendo de un extremo a otro y siendo simplemente una observadora de la vida social de los demás , no fue sencillo al comienzo pero con el pasar del tiempo poco a poco me fui acostumbrando a mi soledad. En mi clase, hay una chica llamada Adriana, es poco comunicativa, es incluso peor que yo en lo que respecta a socializar con otros, en el fondo de mí pienso que ella es más valiente que yo, ¿por qué lo digo? Siempre me culpo por haber sido en cierta medida disimulada y falsa, intentando creer que necesito rodearme de un grupo de amigas para sobrevivir a la presión del colegio, he vivido en esa encrucijada desde la primaria y no he tenido la suficiente valentía para decir las cosas tal y cual y cómo las veo a mis ojos, vivir de las apariencias es uno de los peores errores que podemos cometer en la vida, por lo menos ya lo sé y me he resuelto a nunca actuar hipócritamente . Adriana desde que la conozco cuando ingresó al colegio hace 3 años siempre ha sido muy solitaria, llegué a creer que era depresiva o tenía algún tipo de problema pero ahora le comprendo perfectamente, lo más seguro es que a ella le sucediera lo mismo que a mí pero antes y esa es la razón por la que actúa así. No he tenido la oportunidad de hablar con ella en todo este tiempo, es tan reservada y tímida, no obstante algo que es evidente y he podido notar es su semblante triste y decaído, como si cargara con un dolor y culpa en su vida que solo pudiese aliviarse con la muerte y ahí acabará todo, me gustaría mucho decir que estaba equivocada pero lamentablemente no fue así. Ese fue el último día que la vi con vida, llevaba consigo una mochila color beige, aún puedo describir como iba vestida usaba unos pantalones jeans negros, zapatillas azules con pasadores blancos, una blusa color crema, con las mangas remangadas. Su cabello estaba un poco descuidado, era castaño oscuro, una boina color vino cubría la parte superior de su cabeza. Se sentó en las escaleras y sacó de su mochila un pañuelo rojo vino del mismo color que su boina y lo ató a su mano estuvo pensativa por varios minutos, solo veía el viento y las hojas pasar, la escuela estaba desolada, casi vacía, se sentía morir podía percibir la muerte rondándola, al menos es lo que pude entender luego de que sucedieran los hechos posteriores. Se dispuso a tomar una hoja de papel y escribió con un bolígrafo una pequeña nota que después guardó dentro de su cuaderno. Su rostro reflejaba una expresión de alivio al término de escribirla. Enseguida se puso de pie, cogió todas sus pertenencias y abandonó la escuela. En ese momento no sabía que hacer, tenía muchas intenciones de seguirla porque su actitud me parecía muy extraña, aunque había un terror que me invadía y estaba muy recelosa por hacer algo de lo que después podía arrepentirme

Un camino sin retornoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora