Año 2157, período Tercera Luna.
—No les diré... Una mierda —suelta el hombre amarrado a la silla a mitad de la habitación. Lugar sin ventanas y apenas iluminado por una lampa colgando de un cable a mitad del techo, bañando las grises pareces con su pequeña luz amarilla; pareciera una luciérnaga que en cualquier momento desaparecerá. Aun así, los ojos de los tres hombres ya están lo suficientemente acostumbrados para ver todo, hasta el escupitajo con sangre que aquel espía lanza hacia el rostro de uno de sus torturadores, fallando, y cayendo al suelo.
Hacia tanto que estaba dentro de aquella sala de tortura que ya no quedaban ni uñas ni dientes por ser arrancados; los choques eléctricos, los golpes, ni siquiera el hecho de romper uno a uno sus dedos, falange por falange, subiendo, hasta terminar con los dos brazos rotos había servido para que soltara algo. Seguramente para este punto su cuerpo debería haber colapsado, pero ni siquiera puede desmayarse culpa de la droga que le pusieron antes de iniciar la tortura.
Los otros dos hombres están hartos, pero no pueden salir de esa sala hasta tener algo al menos. En eso que el más alto, con las manos en posición de jarra, tomaba una bocanada de aire con el rostro hacia el techo la puerta se abre. Un hombre traspasa el umbral, su simple presencia hace cuadrarse a los otros dos, y pide con una mirada, que denota su autoridad, el informe de lo obtenido hasta el momento. Cuando recibe el código que básicamente significa "Nada hasta el momento" sus manos se cierran en puños y su mandíbula se apriete con fuerza. Se gira para salir, pero sus pasos se frenan al ver apoyada en el pasillo a la Rosa Espinosa, la jefa de sección.
Cruzada de brazos la mujer entiende sin necesidad de palabras y se separa de la pared para caminar hacia la izquierda del pasillo con los ojos aparentemente cansados, los tres hombres de la comunidad sudan frío.
El traidor no tiene una idea clara del tiempo que trascurre desde que el de alto cargo se ha retirado, ya que el dolor le abruma haciéndole difícil el sencillo trabajo de respirar. Sabe que ahora le mataran, él puede soportar cualquier tortura para no decir absolutamente nada sobre el plan de revuelta para bajar la Tercer Luna e imponer el imperio de la Sol de Sangre de una vez por todas, entonces antes que lance una sonrisa desdentada la puerta se vuelve a abrir y lo primero que ve es aquella horrible y gran cicatriz, parecido al rallo de una rosa con espinas, que cruza la mejilla de la mujer que ingresa a la sala, solo allí traga en grueso y el su cuerpo suda todavía más.
La Rosa Espinosa hace acto de presencia, pero no está sola, sus manos se encuentran sobre los hombros de un pequeño niño de unos doce años que en ningún momento ha dejado de llorar.
—Mira lo que tenemos aquí. —Ella se agacha a la altura de la oreja del niño y con una sonrisa extraña suelta —Tu papá, pequeño. Dime —agrega en dirección al hombre —¿responderás ahora o debo verme en la obligación de torturar a tu hijo hasta que hables?
El hombre amarrado empieza a reír descontroladamente, haciendo que la sangre salga de su boca, se derrame y salpique, generando una imagen horrorosa. La mujer, sin soltar el agarre de los hombros del pequeño que tiembla de terror, espera tranquilamente hasta que la risa calla por completo, sin un solo cambio en su rostro, ni siquiera desvía la mirada como el hombre más bajo de la sala.
Cuando la risa por fin se apaga y solo queda un horroroso intento de sonrisa burlona, ella vuelve a hablar lentamente, como si disfrutara de la situación. —¿Debo tomar eso como que hablaras o no? Déjame recordarte que tienes tres hijos y una esposa, luego de este seguirán ellos.
—No te diré una mierda, mátalo, tortúralo, jamás traicionaré al gran Sol de Sangre. —A duras penas los de la sala han entendido lo que ha dicho.
—Mmm... Al menos te has vuelto más hablador. —Se agacha, quedando en cuclillas al lado del pequeño, y toma en sus manos las pequeñas del niño. Con una sonrisa de ojos turbios le suelta con una voz que podría sonar dulce en cierto punto —Ya que a tu padre no le importas te dejaré elegir ¿Por cuál mano quieres que empiece ? —Las lágrimas del niño vuelven a aparecer y a ella no le parece repuesta esa, así que solo se decide por la derecha.
Es cuando el pequeño suelta, entre medio del llanto y jadeo un —No, por favor, no.
—¿No? ¿Por qué no? —agrega la mujer con un tono entre divertido y enternecido, lo que hace el frío recorra la columna vertebral de los dos torturadores.
—¡Nosotros jamás le hemos importado! ¿Por qué debemos morir por su silencio? No es justo, no, no lo es, no quiero, no.
—Cállate y muere por la cau...— las palabras del hombre quedan selladas por el pedazo de tela metida en su boca a la fuerza por el más alto tras una señal de la mujer.
—Tienes razón, no es justo —agrega ella mientras asiente, como si verdaderamente le apenara la situación. —Tu padre no hablará sin importar lo que hagamos, el lavado de su cerebro es demasiado grande para eliminarlo. Pero no podemos salir de aquí sin información. ¿Qué debemos hacer? ¿Cómo sería justo para todos? —Y con su mano limpia suavemente las lágrimas que ruedan.
—Y-yo sé, yo sé con quienes solía juntarse. Hasta les puedo llevar allí. —Sorbe sonoramente su nariz y alza la vista para encontrarse con los ojos de la mujer. —Ustedes consiguen información y no matan a mi madre y hermanos.
—¡Oh! El niño sabe hacer tratos que le convienen a ambas partes. Eso es bueno, me gusta, me gusta —dice la mujer mientras su sonrisa se ensancha. —Es un trato, tu nos dices y no tocaremos a los tuyos. —Ella le entrega una libreta y el niño anota nombres y direcciones, mientras el hombre se sacude en la silla.
Una vez termina ella se ríe para luego hacerle notar un punto importante —No hemos hablado de tu vida, es una pena que no pensaras en eso. Pero, como me agradas —pasa uno de sus brazos tras el niño —te ofreceré un trato. Mátalo. Ya no nos sirve en absoluto, y sería como un trabajo con el pago de tu vida. ¿Qué te parece?
El niño tiembla, la idea de matar a una persona, por más abominable que sea, se le hace aterradora. Y el brillo del puñal con grabado de rosas en el mando le hace que su estómago se sienta invertido.
—¿Sí o no? Mira que no tengo todo el día. Si se te hace muy difícil te diré algo más, si no lo haces tú, tu hermana será la que se encuentre en tu lugar después que me deshaga de ti. ¿Quién sabe? Quizás consiga más información. Y no me digas que no es justo, porque el trato fue no matarles, en ningún momento hablamos de que lastimar estaba prohibido.
El niño ya no llora, tiene el ceño fruncido y los ojos oscuros; no puede permitir que su hermana de apenas seis años pase por esto, además, si él no está quién ayudará a su madre. Entonces, tras morder fuerte para así disminuir los espasmos del llanto que todavía anidan en su cuerpo, toma el puñal en su mano y avanza hacia el hombre sin apartar sus ojos de esos que le miran con tanto odio.
La mujer sonríe como viendo su gran obra completada, se acerca al niño, le quita el puñal y se lo entierra para luego retorcerlo en el pecho, justo a la altura del corazón, del hombre que libera un grito ahogado.
—No, yo debía hacerlo. Lo estaba por hacer, por qué tu... —El cuerpo del pequeño vuelve a temblar; quizás ahora sigue él.
Pero la mujer se gira y mientras saca un pañuelo con el que limpia el arma blanca, sonríe y agregar —Ya lo hiciste. Lo mataste desde el momento que tomaste el puñal y avanzaste hasta él.
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Un hombre sonriente
HorrorEste libro es una colección de once historias cortas sobre crímenes, asesinatos y misterios. Todas de terror. Espero sea de tu agrado, querido lector. _________________________ ⚠️ADVERTENCIA⚠️ Todos los hechos, personajes, nombres y organizaciones q...