Capitulo 5. La nota

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Nuevamente, volvía a caer rendida, victima del agotamiento, escuchaba todo mas no de forma consiente, había pasado a otra etapa donde me sentía amodorrada o mezclado con una sensación de letargo que ni siquiera me concebía pensar con rapidez y correctamente.

En pequeñas partes, recuerdo escuchar el sonido de una puerta corrediza abrirse, las llantas de una camilla moverse y después, la voz de un hombre mayor de edad. Pronto, volvería de poco a poco dentro de mi y despertaría lentamente, por segunda vez en este horrible día.

Ahora, una luz muy clara molestaba mi vista, no apuntaba a mi rostro pero se encontraba cercas de mi y a medida de que notaba bien los detalles en mi entorno pude ver que me encontraba sentada en una silla cuyo respaldo estaba ligeramente inclinado, a un sujeto que supe de inmediato era un doctor a mi lado derecho y a una enfermera acompañándole, la luz que en un principio irradiaba con mucha fuerza ahora era mas clara y apuntaba directo a mi brazo derecho que ahora, no le faltaba mucho para ser completamente suturado por aquel medico de cabello cano un poco calvo y grandes lentes cuadrados.

A mi lado izquierdo, note con sorpresa en el dobles de mi brazo la delgada aguja que atravesaba mi piel, acompañado de una larga manguera que conectaba a una bolsa transparente colgada de un tubo metálico a mi costado. Y finalmente, pude mirar al frente mío mis palmas, extendidas hacia arriba y ahora vendadas y parchadas por una gasa. ¡Dios! ¿Tan brutal fue el ataque?; pensaba para mi misma. Seguido del análisis mas consiente de mi entorno, mire nuevamente al doctor, esperando no tener que bajar mas mi mirada a donde él cosía mi herida y no tener que caer en el pánico otra vez, mientras que el medico como si hubiese sentido mi mirada, me echo un vistazo un par de segundos y después bajo nuevamente la mirada a mi brazo.

     — Fue un largo día para usted señorita Soledo ¿No es así? —me hablo con voz atenorada, un poco sin sentimiento, como si fuera algo que ya había visto antes—

     — ¿Hace cuanto que estoy aquí? —desvié su comentario con una pregunta—

     — Mmmm... Veinte minutos, quizás treinta —comento vacilante, sintiéndolo casi como si fuera irónico— ¿En serio es tan importante ahora? Cuando tiene una pronunciada herida que atender y menos de un litro de sangre perdido.

Resople ante la critica del doctor, quizás era una pregunta muy redundante pero enserio me importaba saber cuanto tiempo había pasado desde el ataque hasta llegar aquí. Me quede en silencio unos minutos y el doctor, quien volvió a mirarme por el rabillo del ojo, volvió a hablarme un par de cosas.

     — Tiene mucha suerte ¿Lo sabia?

     — ¿Por que lo dice? —pregunte algo confundida—

     — He recibido chicas con varios tipos de heridas de gravedad, hechas por auténticos lunáticos —explico con un tono de voz muy calmado— heridas en la espalda que perforan pulmones, en el estomago, en el pecho o incluso en el rostro o cuello que dejan marcas irreparable o ocasionan el deceso de la persona... No digo que su herida no sea importante, pero pudo ser peor

Para ser sincera, no sabia como sentirme al respecto. ¿Afortunada para quien? Literalmente es probable que pierda la correcta movilidad de mi mano... Y a propósito de mano, algo hizo clic en mi cabeza y tomando coraje decidí volver a preguntar lo que desde el trayecto en ambulancia me temía, sin embargo el doctor volvió a hablar antes de que yo siquiera formulara una palabra.

     — Perdió poco menos de un litro de sangre, estuvo a punto de tener una anemia por derrame —exponía sin ninguna delicadeza mientras continuaba su trabajo— no es nada grave pero aun así su cuerpo tomo mucho liquido para ayudar a los vasos, deberá de tomar un par de medicamentos a base de hierro hasta que se recupere, por ahora la mantenemos con electrolitos por intravenosa.

La Catábasis de Johnny || Johnny Lawrence  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora