Capítulo 4: Vivo en la oscuridad.

540 48 3
                                    

SAMANTHA.

Las visitas en la clínica pueden ser muy agobiantes o muy esperanzadoras.

Cada vez que mis padres, mi hermano, mi cuñada y mi sobrina vienen y ven que no he avanzado en lo absoluto; me desespero. Ellos son increíbles; no se merecen tener que cargar conmigo, pero siento que, aunque me esfuerzo, no hay nada que pueda darles.

Aarón abre la puerta de la habitación con su característica sonrisa, permitiéndole el paso a Claire.

Esperaba a mis padres primero, la verdad.

Ella solía ser algo así como mi mejor amiga. La conozco desde que teníamos doce años y ambas intentamos entrar a las porristas; fallando de manera humillante en el intento.

Claire logró ser la mascota del equipo. Yo su suplente.

Como que ese fracaso forjó nuestra amistad.

Sin embargo, las personas cambian. Si de algo estoy totalmente convencida es de que lo hacen incluso sin que notes el proceso que les lleva.

Antes de ser internada, digamos que ya no éramos muy unidas. No es algo que yo esté interesada en revertir, pero tal parece que ella sí porque no ha parado de venir.

—Gracias, Aarón. Puedes retirarte.

Él asiente, dejándonos solas.

Claire suelta un suspiro, colocando su bolso en el escritorio para empezar a sacar sus libros.

Nunca me habla. Es como si creyera que yo estoy ida o algo, porque simplemente viene y se dedica a hacer sus deberes o escuchar música o hablar por teléfono.

Apoyo mi cara en mis rodillas, viéndola con atención.

Ella es bonita y lo sabe. Además, puede ser carismática y es sumamente sociable. Me pregunto si sigue hablando con Josh, si todavía tiene a su gato o si en verdad está viviendo la vida universitaria que ansiaba.

Cuando su celular empieza a vibrar sobre el escritorio, se apresura a tomarlo.

—¿Sí? —la escucho responder—. Sí, la cita sigue en pie... Oh, solo estoy en la biblioteca, ya sabes.

Yo ni siquiera tengo libros como para ser una biblioteca... Bueno, solo guardé el de La Cenicienta que Santiago me vino a leer, aunque lo que realmente dice no es nada tan interesante.

Solo se queda veinte minutos más antes de pararse con algo de prisa para recoger sus cosas e irse. 

Supongo que ya sé lo que sienten las personas cuando yo no les hablo. Aunque al menos pudo decir adiós o dirigirme la mirada una vez.

Quizá ella también tiene culpas con las que está intentando lidiar.

Solo pasan veinte minutos antes de que ahora Aarón pase con mi familia, me da la medicina que me toca y se va.

—Te traje tu pastel favorito.—avisa mamá, sacándolo de la bolsa.

Lo tomo junto a la cuchara de plástico, aunque la verdad no se me antoja.

Axel baja a su hija, que no duda en venir a sentarse a mi lado.

Mi hermano apenas se va a casar con Daniella, su novia, pero ya tienen una hija. Ellos tuvieron uno de esos romances de instituto en el que todos los envidiamos por haber encontrado un amor sano y bonito en el primer intento. Cuando me ingresaron a la clínica, mi sobrina Mackenzie solo tenía unos meses. Ya habla.

—Tutia, ¿sabías que yo voy a lanzar flores en la boda?—pregunta, emocionada.

—Se llama Sam, Mack, ya te lo he explicado.—aclara Daniella, sentándose en la silla del escritorio.

Sin voz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora