Hola, quiero aclarar que cuando leí tan maravillosa historia, fue tanto lo que me encantó que quise compartirla. La autora y escritora se llama Abigail Gibbs, es una joven talentosa. Espero les guste tanto como a mí...
**Oh, Rosa, está enferma. El invisible gusano que vuela en la noche cuando la tormenta ruge
ha encontrado tu lecho de dicha carmesí y su oscuro amor secreto está destrozando tu vida.
William Blake, <<"La rosa enferma.">>
*********Es probable que Trafalgar Square no sea el mejor sitio en el que estar a la una de la madrugada. De hecho, es posible que no sea el mejor sitio en el que estar a ninguna hora de la noche si una se encuentra sola.
La sombra de la columna de Nelson se cernía sobre mí y el aire fresco que corría entre los edificios aquella noche de julio me provocó un escalofrío. Me estremecí de nuevo y me arrebujé en mi abrigo. Comencé a arrepentirme de no llevar más que un vestido negro cortísimo, el atuendo que había elegido para aquella velada. «Cuánto sacrificio para pasárselo bien una noche.»
Di un respingo cuando una paloma batió las alas junto a mis pies. Después, escudriñé las calles vacías en busca de algún indicio de la presencia de mis amigas. ¡Conque «a picotear algo a última hora»! El bar de sushi estaba a dos minutos de allí; ya habían pasado veinte. Puse los ojos en blanco: no me cabía duda de que en aquellos momentos ya habría algún tío en calzoncillos. «Bien por ellas. ¿Por qué iban a preocuparse por la pequeña Violet Lee?».
Me dirigí hacia los bancos que estaban bajo el follaje de los árboles, escaso y sombrío. Suspiré y me froté las rodillas con las manos para que me circulara mejor la sangre. Lamenté con amargura mi decisión de esperarlas allí.
Tras echarle un último vistazo a la plaza, saqué mi móvil y llamé utilizando la marcación rápida. Escuché los tonos hasta que, al final, saltó el buzón de voz:
«Hola, soy Ruby. Ahora mismo no puedo contestar, así que deja un mensaje después de la señal. ¡Viva Lovage!».
Gruñí de frustración cuando escuché el pitido.
—Ruby, ¿Dónde demonios estás? Si estás con ese tío, ¡Te juro que te mato! ¡Aquí en la calle hace un frío horrible! En cuanto oigas este mensaje, devuélveme la llamada.
Colgué y volví a guardar el teléfono en el bolsillo del abrigo, consciente de que era bastante probable que todos mis esfuerzos fuesen en vano, pues seguramente Ruby no escucharía el mensaje hasta varios días después. Volví a frotarme las manos y me acerqué las rodillas al pecho para entrar en calor. Entonces me pregunté si no debería coger un taxi y marcharme a casa sin más. Pero si al final Ruby aparecía, sería un lío. Me resigné a esperar durante un buen rato y, rodeada de silencio, apoyé la cabeza sobre las rodillas para contemplar la neblina anaranjada que cubría la ciudad de Londres.
Frente a mí, los borrachos trasnochadores desaparecían por un callejón tambaleándose hasta que sus escandalosas carcajadas se perdían en la oscuridad. Unos minutos después, un autobús rojo de dos pisos con las palabras VISITE LA NATIONAL GALLERY estampadas en un costado salió de detrás de la misma atracción turística que anunciaba y siguió la calzada que rodeaba la plaza hasta desaparecer en el laberinto de edificios victorianos que dominaba el centro de la ciudad. Cuando se alejó, pareció llevarse consigo el lejano zumbido sordo del tráfico de Londres.
Me pregunté cuál de los dos chicos que habíamos conocido aquella noche habría triunfado con Ruby. Sentí una punzada de pesar, deseé poder ser tan despreocupada y, bueno... «tan suelta», como ella. Pero era incapaz. Al menos después de lo de Joel.
Pasaron unos cuantos minutos más y empecé a inquietarme. Hacía un rato que no pasaba ningún borracho tambaleándose, y el aire frío de la noche se enroscaba alrededor de mis piernas desnudas. Busqué un taxi con la mirada, pero las calles estaban vacías. En la plaza sólo me acompañaba la luz que titilaba sobre la superficie del agua en las dos fuentes que flanquean la columna central.
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THE DARK HEROINE// ABIGAIL GIBBS.
Fantasy>Antes de que pudiera decir una sola palabra más, Kaspar me empujó contra la pared y comenzó a recorrerme el cuello con los labios. Su respiración se agitó y sentí su fuerza, su poder, su hambre. Su aliento no me caldeó la piel como lo habría hecho...