Todos mis instintos me gritan que escape de aquí.
El pasillo se extiende más allá de dónde llega la luz del techo.
Mis pasos se vuelven cada vez más rápidos hasta que cuando me doy cuenta, estoy corriendo.
O mejor dicho, huyendo.
Desconozco de qué huyo pero sé que algo a mis espaldas trata de alcanzarme.
La luz disminuye y entro casi sin darme cuenta en una amplia escalera con una moqueta azul deteriorada.
En cada planta que bajo hay un pasillo con un cuadro distinto.
En todos ellos aparece la misma niña y a medida que voy bajando, va creciendo representada en situaciones incómodas, extrañas y desesperantes.
Escapar se convierte en una necesidad a la par que morir en una realidad.
Y es que por muchas escaleras que baje no veo forma de salir viva de aquí.
Cada planta la desciendo con la esperanza de que sea la última y en todas ellas los cuadros me provocan escalofríos.
Lo que sea que me persigue parece estar cada vez más cerca por lo que me es imposible detenerme.
Ni siquiera me permito dejar de huir cuando me veo a mi misma representada en uno de los cuadros.
Y me doy cuenta.
La niña de los cuadros soy yo.
Todo este tiempo he sido yo.
Estoy mareada y no creo poder aguantar más.
La angustia y la desesperación me llevan a tomar la que parece ser la única opción que conlleva no morir.
En el último cuadro que veo, aparezco representada en el momento en el que empecé a huir desde una perspectiva que me permite ver aquello que me perseguía.
Finalmente me arrojo por el hueco de la escalera sin ver nada más que oscuridad.
Al caer, todo mi cuerpo grita de dolor, pero no tengo tiempo para lamentarme porque el miedo no ha acabado.
De hecho, aumenta cuando consigo enfocar el techo y veo que está cubierto en su totalidad por un inmenso espejo.
Espejo el cual refleja el suelo en el que estoy tirada, que resulta ser la pintura de un ojo.
La sala es tan amplia que abruma y más aún viendo lo vacía que está.En las cuatro paredes se repite cientos de veces el mismo número: 017
Miro hacia todos lados hasta encontrar lo que llevo buscando la eternidad que llevo aquí, una escapatoria.
Por la puerta entra luz que deja entrever una figura de espaldas.
Me levanto con tal de ir hacia ella y sin querer mis pies pisan la parte superior del ojo representado en el suelo.
Conforme voy acercándome mis latidos se hacen cada vez más fuertes.
Se gira.
-¿Mamá?-.pronuncio todavía intranquila.
-Alice- Me abraza con una calma tan reconfortante que todo parece estar bien por un momento.
Solo por un momento, porque al mirarle sé que algo va mal
Su actitud, su expresión, su mirada, su sonrisa.
Todo es extraño, impropio de mi madre.
El aura de seguridad es sustituido de nuevo por el terror.
Comienzo a retroceder diciendo:
-Tú no eres mi madre. No eres real. Esto no es real.
De pronto, su sonrisa crece de manera exagerada mientras sus ojos se mueven rápidamente como si buscase algo que sabe que está a punto de ocurrir.
Sin abandonar la siniestra sonrisa, responde:
-No tenías que decir eso, no tenías que darte cuenta.
Una alarma se oye a lo lejos y aparece lo que previamente me había estado persiguiendo: Dos personas vestidas de blanco que aparecen y la arrastran cruelmente mientras ella me pide auxilio.
La alarma se hace cada vez más fuerte hasta que desaparece.
Todo desaparece.
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"La extraordinaria creatividad de Dalí está estrechamente ligada al papel del ojo, la mirada y la observación, que actúan la capacidad de construir visiones, mirar más allá de la imagen observada a primera vista"