La luna en un rincón,
te has convertido en mi nación.
Y yo, eclipsado, soy un faro a pleno sol.- Love of lesbian
Cuando lo miré por primera vez, yo tenía apenas 17 años, en sí no lo observé con mis propios ojos, fue algo más profundo, lo miré con mi alma, a través de un sueño, nadie me creyó, ni mi mejor amiga, ni mi hermana… todos me dijeron que no podía enamorarme a través de un sueño.
Ese día había tardado tanto en dormir, que al soñarlo siguieron cuatro horas más de insomnio, repasando una y otra vez en mi mente como lo había conocido, y como sin estar despierta me había hecho sonreír y sentir mi corazón palpitar tanto, como nunca lo había sentido.
Caminaba por un parque lleno de jacarandas, sus flores moradas me hacían sentir extraño, como en un mundo diferente, cerré los ojos y caminé dejándome llevar por el olor de las flores, y el sonido de su follaje chocando contra el viento, después sentí la mirada de alguien, como si traspasara mis parpados, como si hubiera visto hasta mis pensamientos.
Él estaba sentado en una banca, justo en la parte superior, con sus pies apoyados en donde debía de estar sentado, fumaba un cigarro y su cabello se alborotaba cada que el viento chocaba contra él, me miraba con una sonrisa, luego se levantó y caminó hacia mí, llevaba una mochila mensajera, vestía pantalones negros y un suéter sin botones, sin pensarlo bajó su cabeza un poco… me besó y mostró sus dientes blancos. Se quedó junto a mí desde esa noche, y aún ni siquiera lo conocía.
Pasé años buscando algún lugar parecido al de mi sueño, pero nunca había alguno repleto de esos árboles que habían atrapado un anhelo que hasta ahora era desconocido, buscaba a alguien sin nombre, solamente una imagen, no conocía el sonido de su voz, ni sus gustos y mucho menos sus pensamientos.
No había día en que no pensara en él, me sentía como una loca que amaba algo invisible, pero a pesar de eso no me había privado de querer, sin embargo, a nadie quise como quería a ese personaje que ni siquiera sabía si existía.
A veces lo dibujaba para no olvidarlo, y guardaba todos esos dibujos en una caja arriba del estante de libros, temiendo que algún día alguien lo encontrara y descubrieran mi enamoramiento casi enfermizo. Lo dejé de pensar cuando cumplí los veinte años, y decidí mudarme de ciudad para estudiar, cambié de prioridades y aficiones. Lo olvidé, pero él a mí no.