❧Capítulo XVIII

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Isabella

Me encerré en la habitación que compartiría con Maximiliano sin saber que hacer. Lo que acababa de pasar con Samuel no podía volver a ocurrir.

Estaba casada y con nadie menos que su hermano.

Lleve las manos a mi cuello recordando lo bien que se sentían sus labios en mí piel y la culpa me encegueció.

No baje a comer. Me dedique a ordenar mi ropa en donde me dirigieron que me tocaba, para mi suerte eso me llevo casi toda la tarde.

Maximiliano había dado órdenes de desocupar la mitad del enorme placar, me dio pena que mis ropas no ocuparan ni la cuarta parte, debí traer más.

Me sentía extraña, no conocía el lugar y los matones armados hasta la cabeza no me tranquilizaban en lo más mínimo.

—¿Isabella estas bien? la voz de la nana se escuchó del otro lado de la puerta.

Los nervios a que se entere de lo que paso me hizo palidecer.

—Si, estaba acomodándomele respondo tragándome los niervos mientras abro la puerta e ingresa al lugar.

—¡Me hubieras avisado y te ayudaba! se queja con una leve molestia que me enternece. Es muy amable y eso que ni me conoce.

Me invita al jardín a tomar un refresco y termino aceptando para no ser descortés. A demás su compañia me agrada. 

—¿Necesitas algo? – indaga.

Niego.

—De verdad espero que puedas adaptarte bien, sé que es difícil dejar el hogar.

—La verdad si ha sido difícil, ya extraño mucho mi casa. – hago una pausa intentando buscar de que hablar. —¿La casa siempre está así de sola?

—Maximiliano debe estar muy ocupado por eso no ha vueltosigue hablando y una parte de mi agradece que no esté aquí. No sabría cómo actuar ante su presencia.

Samuel no da señales por ningún lado y eso me tranquiliza, seguramente ni este en la mansión.

—¿Por qué hay tantos guardias?pregunto.

—Mi niño es muy exigente con la seguridad, más después de que su padre murió en una emboscadasuelta. 

Ignoro la molestia que me surge al no conocer nada sobre mi esposo.

—¡Lo siento no sabía! - me apresuro a decir.

—Oh está bien mi niña apoya su mano sobre la mía.

No voy a negar que a pesar de la angustia que cargo disfrute mucho el momento muchos más cuando Marcos se nos unió. Debía reconocer que el amigo de mi esposo es muy divertido.

—Enserio... deberías haberlo visto – habla sin dejar de reírse. —Maximiliano estuvo días convenciéndolo de lo contrario.

Entre charla y charla, no tuvo mejor idea que contarme cuando mi cuñado estuvo enfermo por qué según él, alguien le había asegurado que si comía pasto le iba a crecer un jardín en la panza.

—¿Y cómo se dio cuenta de que eso no iba a pasarle?

—Tu esposo lo llevo al médico y alguien le explico.

No puedo evitar reírme por lo divertido que debe haber sido esa situación.

La tarde se va, ninguno de los hermanos Wolf aparece y Marcos insiste en comer de todas formas. Cuando estamos hablando, la puerta principal es abierta y no oculto la desesperación que me da al verlo.

Maximiliano llegó todo ensangrentado y sosteniéndose el brazo. Paso por nuestro lado ignorando las preguntas preocupadas de su nana y de su amigo, subiendo sin dar explicaciones.

No sé qué hago, pero mis pies se mueven por si solos subiendo por donde se fue mi esposo.

Maximiliano

Mi noche de sexo con las rubias se vio interrumpida por el llamado de uno de mis mayores socios volviéndome la frustración que me acababa de sacar.

Sali del edificio de muy mala gana pidiéndole al chofer que me lleve a las bodegas de Múnich.

Acababan de darle un golpe a uno de mis cargamentos más grandes y perderlo solo me traía más problemas.

El chofer va lo más rápido que puede y llegamos en menos de quince minutos.

—¡Maximiliano te estábamos esperando!exclama Ezequiel cuando me ve bajar del auto.

—¿Qué mierda paso?es lo primero que pregunto al ver una de las bodegas ardiendo en llamas. 

No me molesta haber perdido dinero, me molesta el hecho de que pensaran que podían meterse con mis cosas.

—¡Alguien lo provoco! No tengo dudas de esointerviene su hermano y concuerdo con él.

De la nada, la lluvia de balas nos hace buscar refugio detrás de los autos.

Sabía que esto iba a pasar, sabía que no tenía que ausentarme ya que les daba esperanza a las ratas, quienes deseaban lo mío.

Una bala me roza el hombro e ignoro el dolor. No puedo permitirme dejar de disparar ya que son ellos o nosotros y yo no pierdo jamás.

—¡Están en el techo! grita el mayor de los De Luca cuando los divisa. Me apresuro a soltar los disparos que los hacen caer una a uno.

De un momento a otro, el olor a pólvora y a sangre comienza a sentirse. Al mismo tiempo que la rabia me ciega al punto de maldecir a Marcos por no estar al tanto de la situación. Se suponía que era el encargado de vigilar dicho cargamento.

El hombro me punza, pero ni la sangre me detiene al agarrar al malnacido que quedo con vida, lo encuello llevándolo al piso apretando su insignificante garganta exigiendo que me diga para quien trabaja.

Siento como el líquido caliente se refala por mi brazo y cierro los ojos por lo hermoso que es solo imaginarlo.

No me opongo a que los hermanos De Lucas se encarguen de la situación cuando el dolor aumenta. No fue un roce como creí, la maldita bala me atravesó. Dejo que uno de mis hombres me la quite y me vendo volviendo al auto.

Solo deseo volver a casa

Paso de largo ante el cotilleo que surge cuando llego a la mansión, solo quiero bañarme y dormir. Comienzo a quitarme la ropa quedando completamente desnudo cuando la puerta se abre.

La mujer que ingresa por ella se sorprende al verme así pero no aparta la mirada. Sus ojos me recorren sin pudor deteniéndose en la venda del brazo.

—¿Qué te paso? la tengo sobre mí en segundos, sus dedos queman sobre mi piel.—¿Estas bien?

La miro ya que no entiendo su actitud ¿Acaso está preocupada por mí?

—¡Problemas en el trabajo! es lo único que le respondo dirigiéndome al cuarto de baño en donde abro la llave que le da paso al agua caliente que relaja cada uno de mis músculos.

Me entrego a ese nuevo placer cuando su voz se vuelve a colar en mis oídos.

—¡Voy a buscar el botiquín para curarte!empieza revolver los muebles y no dejo de detallarla ya que me sorprende.

—¡En el tercer cajón! la ayudo en su búsqueda mientras me envuelto en una toalla.

La espero sentado en la cama. No voy a negar que me duele como la mierda, pero no es el primer tiro que recibo, se cómo actuar.

Ella se ubica a mi lado ignorando mi casi desnudes y con una ternura comienza a curar la herida, haciéndome perder más en el cumulo de emociones que me genera. 

Rojo CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora