Love Never Dies

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DISCLAIMER: los personajes de SAO pertenecer a sus creadores, esto es un fic sin ánimo de lucro, fruto del cariño y admiración por la franquicia.

Los personajes e historia en la que se basan, el Fantasma de la Ópera, pertenecen a sus creadores, especialmente al gran Sir Andrew Lloyd Webber, todos mis respetos y cariño al maestro.

Personajes paralelos:
Asuna: Christine Daaé
Kazuto: Erik/Fantasma
Eugeo: Raoul de Chagny
Liz: Meg Giry

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¡EXTRA! ¡EXTRA!

El bullicio se extendía por las calles como la niebla propia de la ciudad desde la que regresaba la hija pródiga. Aquel Paris olía diferente, se sentía distinto. Sin embargo, aquel frío invernal no era la excusa para justificar la carencia de calidez que empañaba los huesos de la joven.

Habían pasado más de cinco años.

La aniña, porque no era más que una niña despertando a su candidez, que abandonó entre llamas la gran Ópera de Paris, ahora se presentaba de nuevo como aquella gran artista, aclamada, deseada... ¿Cuánto duraría aquella farsa? ¿Cuándo se darían cuenta que su alma estaba vacía?

Su acompañante ni siquiera había percibido cómo su piel se erizaba al contacto del carruaje con el empedrado del centro de la ciudad, no podía culparle. Hacía mucho tiempo que sus ojos no se entendían, ni siquiera eran ya el recuerdo de lo que una vez soñaron ser. Aún así, seguía a su lado, condenado por una promesa que ella sabía absurda pero que nunca le había propuesto romper. Quizá, a pesar de todo, una parte de su interior no le perdonaba haberla querido, o, simplemente, era el miedo a quedar realmente sin nada, ahogada en aquella soledad que desde hacía cinco años la había engullido con gula.

"La voz de ángel vuelve a casa" rezaban los titulares de todos los colores. El ángel... aquel símil se sentía en su piel como cuchillos, como garras que quisieran arrancar a pedazos la verdad que ocultaba en sus entrañas y la había consumido desde dentro en estos años que había decidido dejar todo atrás. Dejarle a él atrás.

Su Ángel de la música. Así le llamaba, así le sentía. Con él a su lado todo era diferente; las melodías acariciaban su piel y su alma, la llevaban a lugares que no existían en aquella realidad mundana que la había engullido, un sentimiento apagado desde que aquella fatídica noche decidiera huir, abandonarle mientras la guadaña acechaba en lo alto, fruto de una decisión que nunca sintió suya del todo.

Aún lejos, no tardó en notar esa falta de aire de quién pierde su razón de ser, postrada en la cama, cuasi catatónica, supliendo su ausencia con una almohada silenciosa en la que descargar lágrimas de hiel. Eugeo, el amor de su infancia, el hombre que se enfrentó al "monstruo" por su amor, ahogaba en silencios la frustración de no reconocer en ella a esa bella mujer que le había encandilado desde niño.

Su pobre vizconde, condenado a alargar el suplicio de su ausencia, no podía esconder su tristeza. Agotado, hundido, buscó consuelo en elixires confusos y mujeres anónimas. Pero no podía culparle. Él respetaba su recuerdo más que ella.

Aquel dolor que estuvo a punto de acabar con su aliento solo tuvo una cura, un paliativo más bien: la música. Su vieja amiga de la Ópera de París, Liz, cargó su maleta de notas, de historias en do mayor y arias dulces y melosas. Con ella sus cuerdas vocales se desempolvaron de las telarañas de la pena, entendiendo que la única manera de tenerle consigo de nuevo era a través de aquello que los unió: la música. El regalo que ella trajo consigo logró despertarla de su letargo, devolviendo la esperanza a sus allegados. ¿Volvería Asuna a ser la prima donna con la que todos soñaron?

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⏰ Última actualización: Oct 08, 2021 ⏰

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