Todavía es pronto

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No puede ser. Atónita, fijé la vista en el anciano que se había levantado y se dirigía al centro de la hoguera. Con la mirada un poco borrosa, la cabeza que se me iba por el dolor que sentía y sangre que goteaba desde mi frente hasta el suelo, divisé su atuendo. Por la vestimenta que llevaba pude adivinar que era una especie de Chamán. Este, sin ningún miedo, se puso en el centro de la hoguera y las llamas lo envolvieron.

Me costó creer lo que estaba viendo, no estaba segura de que fuese real, pero por el dolor que sentí y el frío sudor de mi cuerpo sabía que no era una terrible pesadilla.

El Chamán, sin quemarse, levantó su bastón y me señaló. Instintivamente noté como me tensaba y mis muñecas intentaban desatarse, pero eso me provocó todavía más dolor y un gruñido se escapó de mi garganta. De reojo miré a mis compañeros. Sus miradas se clavaron en mí, compasivas y aliviadas a la vez.

Dos indígenas se me acercaron y de malas maneras me desataron. Caí de bruces encima del charco formado por mi propia sangre. Sin querer, me tragué un poco y el sabor metálico me provocó náuseas. Sin resistirme, me arrastraron y me lanzaron a la hoguera. Cerré los ojos, pero al no sentir como estas me quemaban, volví a abrirlos. Los ojos del Chamán, envuelto por las llamas, se fijaron en los míos. En mi idioma me habló.

-Todavía es pronto.

Las alas de una diosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora