Respiré el aroma a cenizas transportado por la suave brisa y abrí los ojos. Tumbada encima del musgo húmedo de aquel bosque, observé los enormes árboles florecidos e iluminados por los primeros rayos del sol de la mañana que se filtraban a través de sus copas. Giré levemente la cabeza. Sentía mi cuerpo entumecido, como si un enorme peso me oprimiera el pecho. A mi alrededor había los restos de una hoguera, huesos, órganos mordisqueados y charcos de sangre que teñían la hierba de rojo oscuro. Estaba sola.
Cerré los ojos unos instantes e imágenes de la noche anterior se mezclaron unas con otras, como si fueran pequeños destellos generados después de mirar fijamente a una luz. Volví a abrirlos y se desvanecieron. Con dificultad, apoyé las manos, llenas de sangre reseca, suciedad y rasguños en el suelo e incorporé mi espalda para observar de nuevo a mi alrededor. A trompicones, conseguí ponerme en pie.
Me acerqué a la hoguera, casi apagada. Sus palabras retumbaron en mi mente: "Todavía es pronto". ¿Pronto? Me repetí a mí misma. Noté mi boca pastosa. Tenía sed. Recogí un cuchillo del suelo y me dirigí al riachuelo que había a pocos metros del lugar.
Una vez allí, me arrodillé frente a la orilla. Cuando mi rostro se reflejó en el agua, me quedé completamente paralizada. Unas terribles ganas de vomitar me invadieron y los ojos se me inundaron de lágrimas. Con furia, removí el agua para borrar aquel reflejo.
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Las alas de una diosa
FantasyLos recuerdos de Alessia Kühn son arrebatados. Se despierta en un bosque, más bien una selva, muy lejos de lo que ella recuerda como hogar. Solo dos nombres son la clave para que los fragmentos de su memoria vuelvan a reconstruirse: Esyre y Newén.