Despertar

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Respiré el aroma a cenizas transportado por la suave brisa y abrí los ojos. Tumbada encima del musgo húmedo de aquel bosque, observé los enormes árboles florecidos e iluminados por los primeros rayos del sol de la mañana que se filtraban a través de sus copas. Giré levemente la cabeza. Sentía mi cuerpo entumecido, como si un enorme peso me oprimiera el pecho. A mi alrededor había los restos de una hoguera, huesos, órganos mordisqueados y charcos de sangre que teñían la hierba de rojo oscuro. Estaba sola.

Cerré los ojos unos instantes e imágenes de la noche anterior se mezclaron unas con otras, como si fueran pequeños destellos generados después de mirar fijamente a una luz. Volví a abrirlos y se desvanecieron. Con dificultad, apoyé las manos, llenas de sangre reseca, suciedad y rasguños en el suelo e incorporé mi espalda para observar de nuevo a mi alrededor. A trompicones, conseguí ponerme en pie.

Me acerqué a la hoguera, casi apagada. Sus palabras retumbaron en mi mente: "Todavía es pronto". ¿Pronto? Me repetí a mí misma. Noté mi boca pastosa. Tenía sed. Recogí un cuchillo del suelo y me dirigí al riachuelo que había a pocos metros del lugar.

Una vez allí, me arrodillé frente a la orilla. Cuando mi rostro se reflejó en el agua, me quedé completamente paralizada. Unas terribles ganas de vomitar me invadieron y los ojos se me inundaron de lágrimas. Con furia, removí el agua para borrar aquel reflejo.

Las alas de una diosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora