v. Primera clase con Gilderoy Lockhart

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CAPÍTULO CINCO
Primera clase con Gilderoy Lockhart

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EL ALIVIO QUE LOS ADOLESCENTES sintieron al oír la campana de la comida fue inmediato

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EL ALIVIO QUE LOS ADOLESCENTES sintieron al oír la campana de la comida fue inmediato. Dianne lo agradeció, pues necesitaba una buena dosis de alimentos para aguantar la próxima clase. Luego de su última clase, bajaron a comer con rapidez, puesto que incluso Astoria parecía tener tanta hambre como una manada de hienas.

—¿Qué hay esta tarde? —preguntó Theo.

—Defensa Contra las Artes Oscuras—respondió Daphne de forma instantánea.

—¿Puedes decir por qué, en el nombre de Merlín—preguntó Draco, mientras le cogía el horario—, has rodeado todas las malditas clases de Lockhart con corazoncitos?

Daphne le quitó el horario con algo de violencia. Se había puesto roja, casi tanto como el color de su pelo.

Dianne miraba a su amiga con una ceja arqueada, al igual que Theo y Blaise. Por alguna razón, Draco parecía profundamente asqueado con aquello. Y Astoria, simplemente sonreía para ella misma, como si algo muy específico de aquella situación le hiciese muchísima gracia.

Terminaron de comer y salieron al patio. Estaba algo nublado, como le gustaba a Dianne. Ella y Daphne se sentaron en un peldaño de piedra, con Theo y Blaise a sus lados. Cada uno sacó un libro y se puso a leerlo, por lo que Draco bufó irritado y desapareció con rapidez. Astoria se recostó en otro peldaño y cerró los ojos, descansando.

Al menos, hasta que algo los desconcentró de su tarea.

—¿Firmar fotos? ¿Ahora te dedicas a firmar fotos, Potter?

En todo el patio resonó la voz potente de Draco Malfoy. Estaba detrás de un Gryffindor de primer año, flanqueado por Crabbe y Goyle.

—¡Todo el mundo a la cola! —gritó el platinado—. ¡Harry Potter firma fotos!

—Debí ahogarte cuando eras pequeño—gimió Dianne, mientras se escondía detrás de su libro, ganándose las miradas de sus amigos.

—No es verdad —dijo Harry, de mal humor, apretando los puños—. ¡Cállate, Malfoy!

—Lo que pasa es que le tienes envidia—dijo el pequeño Gryffindor, cuyo cuerpo entero no era más grueso que el cuello de Crabbe.

—¿Envidia? —soltó Draco, que ya no necesitaba seguir gritando, porque la mitad del patio lo estaba escuchando—. ¿De qué? ¿De tener una estúpida cicatriz en la frente? No, gracias. ¿Desde cuándo uno es más importante por tener la cabeza rajada por una cicatriz?

Dianne y la cámara secreta² ✓ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora