Dedicada a todas los SuLay shippers que seguimos aquí, ¡les envío mil abrazos!Y, por supuesto, al equipo organizador del SuLay Fest, ¡no sería posible sin ellas!
Junmyeon no lograba recordar con gran claridad cómo eran las urbanizaciones de Corea, el sonido de los coches acumulados en las carreteras hacia Seúl, ni mucho menos a los ebrios regados en la madrugada que tanto aparecían en el televisor que su abuela trajo consigo de la gran ciudad.
El viejo televisor apenas capturaba unos 12 canales, no es como que representara un gran problema, ya que eran los suficientes para que su abuela se quedara dormida los domingos por la noche en el sofá de la pequeña casita. Y, por otro lado, Junmyeon nunca había presentado gran interés por la tecnología.
A su abuela se le hizo completamente extraño, hubo un tiempo en que quiso persuadir a su pequeño nieto para que viera la televisión, se interesara en las computadoras y hasta llegó a comprarle un celular, solo que el joven no tenía gran interés en ello.
Desde los seis años en que llegó a ese pueblito alejado de Seúl, se dedicó a ayudarla con la granja. Le encantaba recolectar los frutos silvestres a su altura, rodándolos entre los dedos con uñas negras por jugar con la tierra después del desayuno. Luego iba saltando hasta los árboles de manzana, observaba que estuvieran creciendo bien y luego volvía para preparar la tierra para plantar nuevas zanahorias.
—No te vayas a ensuciar las manos, pequeño conejo travieso —le gritaba la abuela Kim cuando podía ver su cabeza subir y bajar entre los arbustos.
Por supuesto que, a largo plazo, tuvo que empezar a utilizar el teléfono que su abuela le compró para comunicarse con sus padres en la capital, con algunos clientes de la distribuidora de frutas y verduras de su abuela, pero no era su actividad predilecta.
De hecho, la época que más detestó en su vida fue tener que mudarse a la capital para asistir a sus estudios secundarios. Sus padres notaron el malestar y no tardaron en contratarle profesores particulares, sobre todo porque su abuela envejecía con el paso de los años y solo un joven con tal energía (y fuerza en los brazos) podría ayudarla.
—Pero solo será temporal —replicó su mamá ante la sonrisa cómplice de Junmyeon y su abuela, aquella que siempre lo engrió—, recuerda que debes volver a Seúl cuando termine la secundaria para que postules a una universidad.
Solo que ese momento nunca llegó.
Su abuela falleció luego de la ceremonia de graduación, unas semanas después de que les tomaran una foto juntos, una en la que su abuela sostenía orgullosa la mano de su nieto y, con la otra, una bolsa de zanahorias de la última cosecha, todo para engreír a su pequeño.
No había sido una enfermedad terminal, mucho menos un accidente. Ella falleció en el campo, en la casita donde había criado a su nieto. Junmyeon la encontró durmiendo plácidamente, con la cabeza en dirección a la ventana. El funeral se realizó ahí, junto a los árboles que había plantado en su juventud y que luego su nieto cuidaría.
—El testamento le deja todo a su nieto, Kim Junmyeon —explicó el abogado a cargo de los papeles de su abuela difunta—, lo siento, señor Kim.
El padre de Junmyeon lo entendió, había guardado una pequeña esperanza de que le heredara el negocio y las propiedades a él, ¡haría mil maravillas! ¡Contrataría a cientos de empleados y elevaría la marca Kim por los cielos! Pero a su mamá nunca le gustó su visión corporativa, entendía que Junmyeon era el indicado y no haría gran problema por ello. Por lo que, cuando este decidió no volver a Seúl, sus padres lo entendieron.
—Promete que irás a visitarnos cuando supervises la entrega de la mercancía, ¿sí? —dijo su madre cuando el funeral acabó.
Así lo hizo durante años hasta que, a sus veinticinco años, con la era de la globalización en puertas de todas las zonas, incluso de las alejadas, parecían amenazar su lugar sagrado.
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Acompáñame a recolectar zanahorias [SuLay]
FanfictionTras años de cuidado de los terrenos de su abuela, el pequeño conejito silvestre no esperaría que una oferta (quizás literal) se acercara a su puerta. -¡Buenas tardes! ¿En qué lo puedo ayudar? -sonrió mientras se acercaba al hombre en terno que estu...