𝟮𝟮

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Lisa río.

—Ohh... o sea, ¿En la Universidad todos quieren que estemos juntas?— río apoyándose en el respaldo, solo quería dormir, pero miraba siempre de reojo a Haneul y Kim hablando y riendo.

—¡Pero claro!, ustedes tienen mucha química, ¿Qué sucedió?— dijo el chico, al parecer estaba en su turno libre.

—Pfff, fue todo mi culpa...— río nuevamente— la hice sentir tan mal... Ella debe odiarme...— dijo lentamente mirando el techo.

—Mm, entiendo, ¿Porqué no vas a marcar un poco de territorio?, Haneul es muy coqueta, cuidado...— río.— o sea, tiene una reputación bastante baja respecto las citas. Pero no es una mala persona.

Lisa se alteró cuando vió que Haneul estaba abrazando de la cintura a su chica.

Su chica.

Después de conversar con el barista, observó que ambas se levantaban, claramente Jennie se le notaba de lejos lo ebria que estaba.

—Ya vengo.— Lisa se levantó.

No dudó en acercarse a Kim, aunque fue bastante difícil.

Al parecer Haneul la estaba llevando a un lugar, pero Lisa fue más rápida, tomó la mano de la más baja sin dejar que esta viera su rostro.

La jaló hasta una pared cercana en la que no había relativamente nadie, todos estaban en el centro.

Manoban acorraló con ambos brazos a la castaña.

—¿Qué haces?...— preguntó Jennie. Miró a los ojos a la persona que estaba acorralandola.

Ambas tenían las mejillas rojisimas, nunca habían bebido tanto.

—¿Qué hacías con ella?— Lisa cuestionó con el ceño fruncido.

—Solo pasaba el rato, estamos en una fiesta, ¿Qué, te molesta?— río.

—Claro que no... pero, ¿Ya me olvidaste?

Kim rodó los ojos y bufó.

—No puedes reclamar eso, tú dijiste que no sentías nada por mí y que solo fui un jueguete desechable.

Manoban río.

—¿Cómo podría haber jugado contigo?, fuiste... eres... la persona que más me ha entendido... y que he amado en toda mi miserable vida...

Los ebrios no mienten, ¿Verdad?

—¿Entonces porqué me humillaste así?... me empezaste a gustar como nunca antes me había gustado alguien... eres una idiota, pero igual te amo...— confesó Jennie ladeando la cabeza.

Lisa la apegó más a ella tomándola de la cintura.

—Nunca había dicho esto, no alcancé a decírtelo por lo asustada que me sentía... también te amo, Kim.

Lisa iba a besarla. Pero la contraria la detuvo poniendo su mano entre sus bocas.

—¿Me amas?... dilo de nuevo...— sonrió abrazando el cuello de Lisa.

—Te amo, Jennie.

Después de su confesión, la más baja tomó la iniciativa de un apasionado beso.

She | JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora