11. Primera vez [cocinando para el otro]

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Se había pasado meses estudiando, haciendo platillos de prueba y ni hablar de todas las noches en las que su familia tuvo que cenar sus intentos. Pero todo el esfuerzo y las quemaduras habían valido la pena, por fin había logrado una cena más que decente.

—Y justo para su aniversario —su madre le había leído la mente.

—¿Crees que le guste? 

—Cariño, sabes que yo prefiero el caviar pero... Debo decir que no odié todos los días que comimos tus platillos 

—Tomaré eso como un sí

—Si querías una mejor respuesta debiste preguntarle a tu padre 

—Quizá —pero de cualquier modo agradecía el apoyo que, muy a su modo, Melina le brindaba.

Se esforzó incluso al poner la mesa, colocó un par de velas que le agregasen un poco de romanticismo al ambiente y ya todos los platillos estaban listos en la mesa, sólo hacía falta que su novio llegase. No había pasado tanto desde la hora que habían acordado, pero ella no podía parar de ver el reloj que descansaba en su muñeca, no era usual que Helmut se retrasase.

Escuchó el timbre sonar y sintió el alma volverle al cuerpo, fueron apenas unos minutos pero cada segundo era una tortura para ella. Abrió casi al instante de escuchar la melodía.

—Lamento la tardanza —entre manos llevaba un par de bolsas, las cuales lucían algo pesadas—, tuve que comprar algunas cosas de camino aquí

—Claro, no te preocupes, ¿quieres que te ayude? —le sonrió y, mientras preguntaba, se acercaba con intención de cumplir con lo dicho.

—No, es una sorpresa —le resultó extraño, pero decidió dejarlo pasar, sino la comida se enfriaría todavía más.

Abrió la puerta por completo y se hizo a un lado para que el mayor pudiese entrar sin ningún problema. El camino del alemán lo llevó directamente al comedor, incluso antes de que ella pudiese decirle que fuese hacia allá. 

—No —lo escuchó casi susurrar cuando cruzó el umbral hacia la cocina.

No debería ser algo extraño, o que la pudiese alertar, pero había algo dentro de sí que le causaba preocupación, ¿la comida se habría caído? Se apresuró a entrar ella también, y aunque todo parecía en orden el rostro del alemán seguía denotando preocupación.

—¿Está todo bien? 

—¿Tú has preparado todo esto? —era como si temiera por la respuesta, y ella no podía estar más confundida.

—Por supuesto, he estado practicando, ¿qué sucede? —entonces la duda empezó a atacarla un tanto más fuerte, ¿se habría equivocado? Debió pedirle las recetas directamente a la madre de Helmut, pero la sorpresa le pudo más.

—Es sólo que... —una de las grandes bolsas que llevaba consigo yacía en el suelo, mientras buscaba en la otra bolsa, sacando un contenedor— creo que tuvimos la misma idea —el aroma era fuerte e inconfundible; efectivamente habían pensado exactamente lo mismo.

Pudo sentir el peso de su espalda desaparecer de un instante a otro, dándole paso a una muy pequeña risa. Nada tardó el alemán en unírsele; de cierto modo, no era ninguna tragedia, ambos se habían esforzado y ya verían cómo evitar que ni el esfuerzo ni la comida pudiesen desperdiciarse.

El acuerdo quedó hecho; Natasha probó un poco de todo lo que Helmut había preparado y él haría exactamente lo mismo, las sobras serían básicamente intercambiadas, en la casa de Romanoff se quedaría lo preparado por el alemán, mientras, Zemo se llevaría sus contenedores con lo restante del bufete preparado por su novia, así ambas familias podrían probar lo que la pareja del otro había logrado con su gastronomía. No el plan inicial, pero así ambos sentirían que el esfuerzo había valido la pena.

Fʟᴜғғᴛᴏʙᴇʀ [2021]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora