Eran cerca de las 5:15 de la mañana. La alarma empezó a sonar. El Sol aún no había salido. Lo primero que hice fue apagar el despertador, estirarme un poco para finalmente levantarme de la cama. Me coloque mis zapatillas, salí de la habitación y baje las escaleras.
- Hola - dije alzando un poco la voz, no hubo respuesta.
Tal y como esperaba, madre aun no había llegado. Lo que realmente no era nada extraño ya que ella solía trabajar mucho. Madre siempre estaba fuera de casa, era muy rara la ocasión en que ella pasaba tiempo conmigo o que simplemente estaba en casa.
Camine hasta el comedor. Encontré un papel amarillo en la mesa "no podré llegar hasta tarde, dejé dinero para que puedas pedir algo de comer" es lo que decía en este. No le di importancia y me dirigí al piso de arriba para tomar una ducha, no tarde más de 3 minutos para salir e ir a mi habitación. Busque mi ropa, para alistarme e ir a clases.
Ahí estaba, un uniforme de gala color vino, una camiseta blanca, una falda de tono gris y una corbata para complementar. Realmente no me desagradaba, pero decidí por ponerme una camisa blanca de mangas cortas y un pantalón verde. Y volví a bajar.
Apenas habían pasado unos minutos y ya habían marcado las 6:00 de la mañana. Me entretuve buscando algún peine o algo que me ayudara a arreglar mi cabello. Una vez que lo encontré empecé a peinar mi larga cabellera negra.
Avance por el pasillo principal hasta llegar a la gran puerta roja. Gire la perilla, pero esta tenía seguro. Busqué en el perchero para llaves, no había nada. Corrí hasta la cocina y empecé a abrir los cajones de la estantería. No había nada que me sirviera solo habían cucharas, tenedores, vasos, platos y... ¿Un pan?
Bueno al menos ya tenía que comer, lo más raro es que este aún estaba fresco.
Seguí buscando por toda la casa. Supongo que era obvio que no lograría encontrar las llaves. Y así fue, tal y como lo pensé.
-¿Será mejor rendirme? - pregunté en voz alta.
Logré escuchar un trueno, al parecer había empezado a llover. No solo eso sino que también azotaba un fuerte viento. Pude percibir por una de las ventanas; como es que salía volando el único vestido que tenía.
- Y ahí va, mi único vestido. Parece que también ha decidido abandonarme - comenté para mí misma, ya un poco desanimada. - bueno, al menos aún te tengo a ti - dije mientras volteaba a ver a una pequeña muñeca de alambre sentada en el suelo del pasillo.
Me senté al lado de ella - espero que no te moleste mi compañía - me quedé unos momentos en silencio - y... ¿Cómo ha estado tu día? - le pregunté, realmente no sabía por qué le estaba hablando a una muñeca - bastante aburrido ¿eh? - dije para después suspirar - no puedo creer que le esté hablando a una muñeca. Bueno... adiós, tengo que irme - comenté para después irme y dejarla sola por un momento.
Me dirigí a la cocina y tome el pedazo de pan que había encontrado hace unos momentos. Volví dónde la muñeca y la tomé. La observé unos minutos para después dejarla en una pequeña mesa ubicada cerca de la puerta roja. La pequeña mesa tenía un cajón. Realmente no me acordaba de este. Decidí abrirlo y encontré una llave.
- ¡Por fin! - grite emocionada. Me dirigí con grandes esperanzas hasta la cerradura y coloque la llave. Trate de girarla, pero no lo logré - esta no es la llave. No puede ser - realmente estaba pasando un mal día.
Me pase caminando por toda la casa hasta llegar a una puerta la cual nunca había abierto. ¿La razón? No teníamos la llave. Decidí poner la llave que tenía y por muy extraño que parece esta logró entrar perfectamente, solo hacía falta girarla y así lo hice.
- oh, escaleras. Si que es raro, no sabía que teníamos un sótano - detrás de aquella puerta pude observar lo que parecían unas escaleras de caracol las cuales se dirigen hacia abajo. Me volví a la cocina y tome un candelabro para después volver a aquella puerta y bajar por las escaleras.
Alumbre con la vela y baje el primer escalón, se escuchó un pequeño crujido, pero nada más que eso. Cumplí mi cometido y dirigí la vista al suelo.
- ¿Qué es esto? - me cuestione mientras alzaba una caja negra y la abría - ¿Un sombrero? Parece ser un poco viejo. Si que es lindo, supongo que me lo quedaré - era un sombrero parecido a esos que utilizaría un capitán del ejército o algún soldado. Realmente no se de donde salió.
Seguí explorando la habitación. Está era realmente muy amplia. Encontré algunas cosas interesantes cómo gafas, abrigos, zapatos, pinturas, pinceles, más sombreros, ¿más sombreros? Si que el dueño era un aficionado a estos. También encontré una que otra botella de alcohol, algunas medallas, varios botones y lo que parecían ser cartas, pero no lograba descifrar el idioma en que estás estaban escritas. Si que era raro.
-
-bueno, supongo que ese es el último- dije después de haber acomodado el último sombrero.
Para el final del día, ya había acomodado todos los objetos que encontré, todos los sombreros estaban perfectamente acomodados según su estilo y color. O al menos los que pude alcanzar, ya que los demás estaban demasiado alto.
Al menos eso creí. Me hacía falta una caja, una de madera o eso parecía.
- veamos que tenemos aquí - abrí la caja y encontré una vieja camara junto con unos papeles y una caja más pequeña. - ¿Aún servirá? - me pregunté.
De repente escuché un ruido lejano, se logró percibir como abrían la puerta. Lo más probable es que fue madre quien lo hizo. Aparentemente había caído la noche y ella regresó. Realmente perdí la noción del tiempo.
Tome la caja y la coloque en el suelo para después subir las escaleras y dirigirme a la entrada.
Tal y como lo pensé. Era madre, había vuelto. Se veía agotada.