Capítulo 55: Dulce Esperanza

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Estaba tirada en el suelo sin poder mover ningún músculo, en cambio la diosa se encontraba de pie y apuntando con su látigo hacia mi cuerpo mientras la unión de múltiples sierras lunares se dirigían a mí, como prueba Gyomei tampoco hacía nada y se había sentado esperando mi muerte, todos estaban muy tranquilos como si la batalla ya hubiera sido decidida. Sin embargo Amenosagiri decidió ponerse en medio y de un simple movimiento horizontal destruyó el ataque de Kyoko, de su propia aliada, ¿en qué se encontraba pensando? ¿Por qué me habría salvado? Muchas preguntas iban pero se encontraban sin respuesta, lo peor de todo es que mi propia tía tampoco estaba dispuesta en ayudarme, pero lo que fue inesperado había sido el agarre contra mi cuello y alzando mi cuerpo al cielo, pero la presión era tal que me imposibilitaba el respirar. 

--Kaede Kocho, si crees que te he salvado no ha sido así, simplemente eres mi sobrina, la hija de Amaterasu, y por cuestiones yo no puedo matarte, mi sangre no me lo permite, no mato a personas de mi misma familia aunque lo haya pensado. Sin embargo soy una diosa despiadada, y como ves hay algo que me interesa más de ti, y eso es… ¡tu poder divino! ¡Lo voy a succionar de la misma manera que te quitaron tu forma demoniaca, serás una simple humana de la que jamás volverá a acceder al cielo y sólo quedará en el mundo terrenal, y con eso podré saber la ubicación de Izanami y llevarla bajo mis propias manos!--Exclamó de forma desquiciada la diosa bastante contenta y tragué saliva inmediatamente, eso no…. ni siquiera me había dado el lujo de enfrentar a Izanagi, era un destino demasiado cruel. No obstante destellos estelares aparecían alrededor de mi cuerpo y poco a poco sentía que mis habilidades y mayoría de mis técnicas estaban desapareciendo, ¡no podía ser posible! 

--Espe…--No llegué a terminar mi frase puesto que aumentó el agarre y la presión contra mi cuello al punto de estar casi al desmayo, así pasaba un rato en que los destellos estuvieron apareciendo alrededor de mi cuerpo y yendo directos al de Amenosagiri, prácticamente todo el poder divino, fortaleza divina, las capacidades físicas que adquirí como semidiosa, y todos los entrenamientos empleados desde que entrené con Deméter, Amithya, Izanami, incluso los demás hasta antes de ser semidiosa estuvieron debilitándose, tal cual cuando me tiró al suelo ya no tenía nada, una humana en toda su totalidad. 

--Hemos terminado, no sé por qué no la mataste pero ahora que es una humana es indefensa contra nosotros. Su espíritu de batalla se ha debilitado demasiado, ahora apenas y supera al de un capitán demonio, patético, ni siquiera está al nivel de un general. Supongo al succionar su poder te habrá dado también el conocimiento como para saber la ubicación de Amenosagiri, mejor vamos.--Añadió Himejima mientras se levantaba y se ponía en marcha, pero en cuanto se iban las lágrimas surgieron de mis mejillas. 

--¿Por qué? ¿Por qué no puedo ser más fuerte? Siempre me sale todo mal, Izanami morirá de nuevo y será encerrada, y aunque hayamos sobrevivido eso no quita que pudimos haber cambiado todo… soy una inútil, una maldita y estúpida debilucha que no puede hacer nada…--Me lamentaba viendo a mis oponentes sabiendo que ya ni siquiera tenía una gota de poder divino, con ello apreté los puños contra la tierra y golpeaba mi cabeza contra el suelo. El sonido de risas de mi tía y Kyoko eran fuertes, se burlaban de mi desgracia y las lágrimas cada vez aumentaban, al final como dicen una simple chica como yo no podía hacer nada contra los dioses, era demasiado increíble como para ser verdad. 

--¿Ya te vas a rendir? Eso no es lo que me habías demostrado en nuestra batalla Kaede Kocho, mi descendiente.--Habló una voz conocida para mí, en el que de pronto accedí al mundo espiritual y frente a frente se encontraba el cazador del sol y antiguo general demonio, Yoriichi Tsugikuni, el más fuerte de todos. ¿Será que se trataba de comunicar conmigo mediante su alma? Aún no entendía, era demasiado confuso lo que ocurría y que mi antepasado estuviera ahí era un hecho que estaba muriendo. 

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