11.

384 49 2
                                    

Federica y Elena parecen divertirse y conversan con el señor Ramírez, un viejo canoso muy elegante y sonriente. Ya falta poco para revelar el sexo del bebé, lo que significa que solo faltan un par de horas para que la reunión termine.

Hemos reemplazado la mesa de postres varias veces, ya que dejan migajas sobre el mantel con rapidez. Eso quiere decir que hicimos un buen trabajo y me hace sentir orgulloso.

Una mujer, como de 30 años aproximadamente, con el vientre muy abultado se acerca a ellos y Ramírez besa su mejilla, haciéndola sonreír. No sé cómo lucen dos personas enamoradas, así que trato de no pensar que está con el señor por el dinero.

Mi papá y mi mamá nunca fueron cariñosos y de verse con ojos brillosos de amor. Esas son bobadas que solo se encuentran en libros y nada más. No existe la ridícula "mirada de amor".

A veces me pregunto si el amor en sí existe o solo es una idiotez social que genera plata siempre, incluso con el paso del tiempo.

Federica me hace señas para que me acerque y se enrosca de nuevo en mi brazo, sonriendo.

—Señor Gonzalo, él es el nuevo pastelero de Dulce Tentación. Es un Díaz, así que tiene el talento por la gastronomía en las venas —me presenta Fede y yo no puedo evitar sonreír.

—Un placer conocerlo, señor Ramírez —hablo, estrechando nuestras manos—. Y felicidades.

—El primer Díaz pastelero, me parece excelente —habla él—, pero no me llames señor Ramírez. Puedes llamarme Gonzalo. Todo ha quedado divino, así que les felicito.

—Sí —hablo y miro a Federica, quien me sonríe—, hacemos buen equipo.

—Bueno, amor. Es hora de revelar el sexo de nuestro bebé —le comenta su esposa, cosa que deduje por la sortija en sus dedos.

—Pues... vamos a cortar el pastel —cede Gonzalo.

Todos nos acercamos a la mesa de postres y dejamos a los futuros padres en el centro de la misma. Gonzalo dice algunas palabras, contando que pensaba que nunca tendría la dicha de ser padre porque ya estaba envejeciendo. Su esposa ha sido el motor de su vida y ahora el saber que se une un miembro más a su pequeña familia parece en serio enorgullecerlo. La señora de Ramírez limpia sus mejillas, sonriendo con ojos aguados y mejillas sonrojadas.

—El señor Gonzalo es una increíble persona —comenta Fede a mi lado con una copa de champán en la mano—. Ojalá pudiese beber más de esto, pero será solo para el brindis.

—Borracha —me burlo, mirándola.

—Pero buena muchacha —me responde, guiñándome el ojo, y se ríe.

Sin embargo, yo me quedo pasmado pensando lo sexy que ha sido eso. Los gritos se hacen escuchar y mi mirada vuelve al pastel, donde se ve el color azul en el centro de la torta. Los esposos se abrazan y los gritos de júbilo me taladran los oídos, pero no puedo evitar sonreír.

Qué lindo ha de ser tener unos padres que te quieran y ese niño que viene en camino parece tener mucha suerte.

Todos nos acercamos a felicitar a la feliz pareja y luego empieza de nuevo la música a cobrar vida. Son ritmos latinos y me gustan, mis ojos se posan en Fede pero luego en Elena, quien luce un poco incómoda así que me acerco para pedirle que baile conmigo.

—No, no, no, Sebas... —se niega con vergüenza, pero yo insisto.

—Vamos, ¿en serio me vas a rechazar un baile a mí? ¿El más atractivo de este lugar? —inquiero en tono burlón—. No voy a pisarte los pies, lo prometo.

—Bueno, está bien —se rinde y termina aceptando mi mano.

La salsa no es mi mejor fuerte, pero hago lo que puedo. Ella, por el contrario, baila muy bien y se ríe mucho mientras lo hace, se nota que lo disfruta. Elena es linda, de piel morena y pelo liso, un poco rellenita. El vestuario que eligió le va bien a sus curvas ya que el negro le queda muy bien. El vestido es manga larga y cuello de tortuga, le llega un poco más arriba de las rodillas y tiene tacones bajos.

Caricias de chocolate | Libro 2 | Trilogía "Gastronomía del placer". (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora