Capítulo 11

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-¿Qué estás haciendo? -su tono de burla me hizo fruncir el ceño.

La corta extensión de mi cuello se movió en busca de su voz. Sobre la baranda blanca de madera, apenas lograba distinguir la figura que llevaba ese montón de rizos rubios.

-Trato de planificar los próximos 17 años de mi vida -mi lengua se enredaba como ya estaba acostumbrada y salían balbuceos; aún así, traté de darle ese aire molesto -, gracias por interrumpir.

Apretó los labios para evitar reír, sin éxito. Su expresión divertida no se quitó ni siquiera cuando me resistí a que me cargara, sacándome de la cuna. Me puso en forma vertical contra su pecho y empezó a lanzarme apenas unos centímetros arriba.

-¡Vamos, mi Idylla! -subía y bajaba mientras ella repetía eso -¡Vamos, ríe!

Mi corazón latía causando una opresión en mi pecho cada vez que veía el suelo. Estaba muy asustada y creí que iba a llorar. Entonces, me fijé en ella, su rostro despreocupado, sus ojos profundos, y sentí su protección. No dudaba que no me iba a dejar caer.

Empezó a ser divertido y terminé volando en medio de carcajadas. No sabía si era mi presión subiendo, su presencia o la luz del sol de media tarde lo que llenaba de calidez el ambiente.

-¡Idylla! -Un fuerte golpe en mi costado me despertó de mi ensoñación.

Con indignación, me dirigí a Theo. Él señaló el frente, cuando giraba lentamente capté los frascos llenos de partes en las paredes, los calderos en las mesas, el frío natural en las mazmorras acentuado por el clima de noviembre y, por último, la gran figura negra con ceño fruncido al frente de la clase. Que mal.

-Señorita Ethelwold -habló arrastrando las palabras, sin moverse un solo paso de la pizarra -. Parece que no encuentra suficientemente entretenida o desafiante mi clase - Todos los ojos estaban en mí, quería hundirme en mi asiento, pero me obligué a seguir viéndolo -como para poner atención en ella.

-Le aseguró que no es así, profesor.

Unas risas de fondo se escucharon. Él profesor se acercó a los pupitres, tratando de disimular la cojera que había tenido después de Halloween. Debió ser cuando irrumpió la guarida de Fluffy, el enorme perro de tres cabezas.

-¿Asegura haber puesto atención? -siguió hablando, sin darme tiempo a negar o disculparme -Entonces podrá decirme cuales eran los ingredientes principales de la poción herbicida.

Me quedé congelada tan solo un segundo, hasta que mi mente formuló las páginas del libro de pociones que había leído hace unas semanas.

-Espinas de pez de león, zumo de Horklump y mocos de gusarajo. El procedimiento es algo tardado, pero puedo detallarlo si lo desea.

Traté de poner una mirada inocente en vez de la orgullosa que luchaba por salir.

-No es necesario, señorita Ethelwold. No necesitamos otra sabelotodo.

La clase siguió con normalidad, sin contar a la cohibida Hermione. Traté de poner toda la atención posible, lo que era muy difícil desde que vi el espejo. Cada que giraba y me distraía tan solo un poco, mi mente empezaba a flotar, llenándose de recuerdos e incluso de fantasías. Me negaba a ellas tanto como podía, al igual que al deseo ferviente de volver a ir al espejo.

. . .

Mis párpados se sentían pesados, y eso que eran las 10 de la mañana. Luchaba contra el deseo de cerrarlos, no por el deber de llegar a la próxima clase, sino, debido a que era un mal momento quedarse dormida en medio de la caminata por el pasillo. Y podría morir congelada.

Reencarné En La Piedra FilosofalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora