Capitulo 1

91 6 2
                                    

Tiempos de angustia o trascendentales, aquellos tortuosos momentos llenos de un millar de sentimientos no suelen ser anunciados fácilmente. No como las personas campestres ven la llegada de una buena cosecha o el inicio de la primavera. Desafortunadamente suelen ser como los terremotos, repentinos y devastadores.

Y como muchas de las veces, Hunith no tenía idea de que el inicio de este día sería diferente a los anteriores.

Levantada con el alba, ya había alimentado a las gallinas, su cabra, y atendido los brotes del jardín que asomaban sus verdes cabezas hacia el sol de verano. Su hogar estaba relativamente limpio. El clima había sido particularmente bueno durante las últimas semanas, no era demasiado caliente ni demasiado frío, y había suficiente lluvia para pintar el mundo de verde, pero no empaparlo. Mientras Hunith levantaba el primer vestido para colgarlo, no pudo evitar admirar la serenidad y desear que dondequiera que estuviera en ese momento, Merlín también pudiera disfrutarlo un poco.

-------------------------------------------------- -------------------------------------------------- ----------------------------

Si los deseos fueran caballos ... bueno, eso tampoco habría ayudado mucho a Merlín. No era un caballo lo que necesita, sino la oportunidad de bajarse de uno. Cinco malditas horas de caza sin descanso, ¡Arturo era un tirano! Merlín gimió y se movió en su silla, tratando de darle un respiro a sus posaderas.

- Deja de ser una chica, Merlín - Espetó Arturo.

Desde su posición a la cabeza, no podía ver la mirada y el gesto grosero que Merlín mostró mientras seguía al rey diciendo: - No es como si tuviera una cómoda silla como tú, señor. Me duele el trasero. -

En lugar de continuar con sus bromas habituales, Arturo frenó a su caballo e hizo una señal con la mano que podría haber sido "cállate", "alto" o "gira a la izquierda". Honestamente, Merlín no había prestado mucha atención cuando Arturo trató de enseñarle las señales con las manos un par de días después de ir a algunos entrenamientos y ser usado como muñeco de práctica.

Merlín no necesita interpretar la señal para saber que algo andaba mal. Detuvo a su yegua, le acarició el cuello de manera tranquilizadora y amplió sus sentidos, mágicos y mundanos, para investigar qué había puesto a su rey en alerta lo suficiente como para detenerse. No parecía haber ninguna amenaza mágica acechando en los alrededores, pero el bosque se había vuelto anormalmente silencioso. Hace aproximadamente una hora, los otros caballeros, Gwaine y Elyan, Percival y Leon, se separaron en parejas para asustar al ciervo que habían estado siguiendo. No sería tan silencioso si Gwaine se estaba acercando, y Leon habría anunciado respetuosamente su presencia.

Un leve silbido y el corte del viento se escucharon y tres flechas se clavaron en el suelo alrededor de los pies del caballo de Arturo. Acorde a su habilidad, el rey permaneció sentado mientras el caballo se encabritaba, luego recuperó el control su corcel mientras desenvainaba su espada y gritaba: - ¡Cúbrete, Merlín! -

El brujo ignoró la orden de su maestro e inmediatamente encontró a los arqueros escondidos entre las ramas que estaban sobre sus cabezas. Susurró una palabra y los arcos volaron de sus manos, derribándolos al mismo tiempo. Mientras caían, otro hombre emergió de los árboles blandiendo una espada. Confiado en que Arturo podría defenderse de un solo asaltante sin caballo, Merlín buscó más amenazas. La búsqueda de amenazas hacia el rey podría haber sido la razón por la que múltiples manos lo tomaron con la guardia baja y lo derribaron. Tres hombres, cada uno de los cuales superaba el peso del flaco brujo por unos veinticinco kilos, se sentaron sobre sus brazos y piernas, sujetándolo mientras un cuarto le introducía un feo brebaje en la boca, sujetando su nariz y boca hasta que tragara.

Nueva PerspectivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora