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Sin falta, Senku acudió al río diariamente no sólo para reabastecer el suministro de agua, también para intentar de nueva cuenta establecer contacto con ese ente y, ¿por qué no? llenarse de energía. Porque, en efecto, él no podía negar que con el simple hecho de estar próximo a esa área su cuerpo se recuperaba del cansancio considerablemente, haciendo analogía a un centro de carga.

Si algo le desesperaba más que no contar con las herramientas adecuadas para investigar ese fenómeno, era verse a sí mismo considerando explicaciones propias de la metafísica en vez de partir desde una concepción de las ciencias duras. Definitivamente, llegó un punto en el que se desconoció, y esto se daba con frecuencia mientras construía la casa del árbol y dejaba su mente volar.

El recibir esos pequeños obsequitos, y no se diga de la fascinación de ese ser por entregarle cada día una variedad diferente de flores (por ejemplo, en esa ocasión fueron gardenias las que pintaron de blanco el paisaje), también lo llevaban un paso más cerca del límite que consideraba locura. Pero la constancia es lo que hace al hábito, y la exposición repetida a un estímulo también se vuelve una costumbre. Ya no le sorprendía, sin embargo, evitaba poner un pie fuera del asentamiento una vez llegaba el ocaso, pero esa velada hizo una excepción.

Escuchó su nombre después de bastante tiempo y, sin dudar, siguió el llamado a través del bosque, siguiendo el camino que conocía a la perfección mientras vislumbraba a lo lejos al ente formarse. La corriente estaba especialmente en calma y la superficie lucía como un espejo empañado, por lo que estaba un poco más definida la silueta y la variedad de tonos era más amplia, yendo entre los lilas, beige y azules.

— ¿Esta vez dirás algo más que mi nombre? —le retó el científico, sentándose junto a la orilla.

El picor en su nariz lo hizo estornudar, pues la fragancia de las gardenias incrementó a modo de respuesta, pero ¿qué quería decirle con eso? Aguardó pacientemente, sin desviar la mirada para no perderse ningún detalle del ser que se movía inquieto.

Finalmente, lo inesperado ocurrió: una mano salió por breves instantes a la superficie, pero ésta se descompuso con rapidez y perdió su forma, volviéndose una masa de agua que se desplomó salpicando su ropa. Atónito, se hincó más cerca para ver de dónde salió y en que punto se había perdido. Grande fue su sorpresa cuando el ente se recargó contra el límite del agua, palpándolo como si fuera un vidrio que le impidiera volver a realizar esa hazaña.

Senku extendió su mano, quedando a la par de la suya, bajándola cuidadosamente mientras se aferraba con firmeza al suelo, pues una extraña atracción se estaba ejerciendo sobre su cuerpo y podía resbalarse. Al principio, no fue más que la sensación ya conocida del líquido. Pero después, una minúscula descarga eléctrica recorrió su piel, similar a la impresión que dejaba el rastro del contacto con otro cuerpo tangible. Retiró bruscamente su brazo, frotando sus palmas para intentar comprender lo que ocurrió.

— Ja... jaja esto es una locura —rio nervioso examinando su mano, luego devolvió la vista al frente.

— Senku... ¿Puedes verme? ­—preguntó la voz que con certeza era de un hombre.

El "sí" quedó atrapado en su garganta; intentó hablar de nuevo, pero sólo logró responder con un hilo de voz. El agua se volvió turbulenta, acompañándose de cientos de destellos que flotaron en el aire, parecidos a la purpurina en tonalidades violeta y azules que desaparecieron rápidamente.

Recobró la compostura. Si eso quisiera hacerle daño ya lo habría hecho ¿verdad?, así que su vida no debía peligrar para nada ante alguien que sólo daba flores.

— Bien Kappa*, estoy esperando a que te dignes a salir —ordenó de forma altanera.

— ¡¿...Kappa?! —repitió indignado.

A través del reflejo/SenGenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora