♦ V ♦

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Mikey









Camino por las calles vacías de Shibuya, tomo el tren con destino desconocido, su cuerpo pesaba más que su maleta, su estómago rugía por algo de comida y su corazón rogaba volver con Él.



Ken... Draken... Kenchin...



Ah, joder, es que no podía parar de pensar en él.



¡Lo había roto de todas las formas posibles!



A él, el chico que vivía en sus sueños, le gustaba su hermana, tenía que aceptarlo.



Siempre lo supo. Trató de ignorarlo. Rogó que lo quisiera a él. Lloró porque todo sea una mentira.


Pero no siempre huimos de la realidad, está nos atrapa, nos bota, y una vez hechos mierda, nos desecha.


¿Cuan lejos iría ese tren? O es que su mente ya había bloqueado el tiempo y solo existían esos pensamientos mortales, aquellos que solo querían acabar con él.



Sus ojos pesaban, su cabeza caía a un costado y aunque se negaba no pudo resistirse por mucho tiempo.


Y todo se volvió negro, pero era un negro acogedor, uno que no era asfixiante, le brindaba tranquilidad.


¿En que piensas, enano? — le pregunto sonriente aquel rubio mientras le daba un beso en la mejilla.


Una calidez le lleno completo, sus grandes brazos le rodearon la cintura, su cabeza se apoyo en la suya.


Él reía, él era feliz, él amaba. Y a él lo amaban.


Pero que bien se sentía estar nuevamente en los brazos del rubio.


Ne. Kenchin, quiero un dorayaki — le devolvió la sonrisa y todo se apagó.


Una oscuridad le empezó a cubrir.


El tatuado había desaparecido.



Kenchin — llamó mientras lo buscaba con la mirada — ¡Kenchin! — dijo más fuerte


Te amo, Emma — escuchaba a lo lejos.


Empezó a seguir las voces.


Emma... Emma... Emma.


Kenchin y Emma.


Lloró.


Ken Ryuguji y Emma Sano.


Así debían ser las cosas.


El guardia lo movió lentamente, despertandolo.


— Joven — le dijo — está es la última parada.


Salio de la cabina y aunque no sabía dónde estaba, camino.


La última parada. Ya no había vuelta atrás.


Mientras más caminaba, su mente le jugaba malas pasadas.


Creyó haber visto al tatuado, pero era solo una ilusión, creyó haberlo escuchado, pero solo era su cabeza.


Se sentó en una banca del parque y tomando su cabeza entre sus manos, dejo que su cabeza volará.


NO SOY ELLA... |TR|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora