GENTLE

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Sus uñas se clavan en su palma con expectación. Su aliento se agita, se contiene y se va en suspiros. Se queda quieto. 

Hay una sensación fría en sus brazos. Pequeños toques por todos lados. Algo se desliza por las venas sobresalientes. Otro algo se acerca a sus axilas, acaricia y hace cosquillas. Los vellos claros se erizan aquí y allá.

—Hace cosquillas.

No le responden. Un segundo pasa. La sensación se desliza hacia su pecho.

Ahí, todo su cuerpo se estremece. Es una zona erógena. Le gusta que le toquen de esa forma, aunque no muchas mujeres lo hacen. Quizás no ha estado con las adecuadas. Quizás teme pedirlo en voz alta para descubrirlo.

Por eso le gusta que esto lo entienda. Esto —no quiere llamarlo por su nombre aún; es cobarde— lee sus pensamientos. Nada parecido a las historietas que leía de niño. No se necesitan palabras, sino el tacto entre espíritus parecidos. El silencio y las emociones, las micro reacciones de su cuerpo.

Y las que no son tan sutiles.

La sensación tibia se encamina. Pasa por la línea entre sus pectorales, sesgando los vellos delgados como aire al pasto. Luego, antes de llegar al final, se separa. Líneas negras, muchas de ellas, se abren hacia ambos lados. Se arrastran por la piel con cuidado, tocando; sólo tocando.

Eddie olvida respirar. Tampoco lo necesita.

Esto se acerca a sus pezones. Los rodea y sube. Los presiona. Sobre la punta hace círculos y cada poro exuda deseo, cada gota de sangre se dirige al sur.

Los labios gruesos dejan salir un jadeo. La sensación es más intensa ante el buen recibimiento. De repente hay dientes jugueteando, una lengua áspera como una lija.

—Suave. —Le recuerda.

El esto se sabe regañado. Eddie, por primera vez, experimenta esa clase de vergüenza, en segunda persona, en él. 

Sonríe.

—No lo estás haciendo mal —dice al aire—. Pero me gusta suave.

Ahora, lo que escucha en su cabeza es entendimiento. 

Los dientes desaparecen y la lengua con ellos. Sólo queda un par de tiras negras que juegan otra vez, se divierten y conocen, acarician. Son gentiles. Son entusiasmadas cuando Eddie se retuerce de placer ante su encanto.

El bulto bajó las sábanas es difícil de ignorar. El esto está tentado y quiere tocar cuanto haya a su paso, así que, sin dejar de complacerlo, otra parte de esa sensación va hacia abajo.

Ondea por sus costillas, entibia los músculos de su estómago. Se hunde en su ombligo y vuelve a salir. El vientre es lo siguiente, donde por un momento se pierde hasta que encuentra el camino de vellos gruesos que lo guían y le dan la bienvenida.

—Aún no.

Eddie.

—Por favor.

No puede decir que no a eso. No debe. Se detiene en la frontera, donde el elástico de la ropa interior estorba. Gruñiría si fuese humano.

Desde el otro lado, por los pies, emergen más tiras largas. Hacen surcos por la planta callosa. Se escurren entre los dedos tensos, los cuales se estiran por la sorpresa. El esto se mueve hacia el talón y sube por la parte posterior de su pierna. Va hacia el hueco detrás de la rodilla. Eddie se ríe.

¿Cosquillas?

—Uh-huh.

La risa es un calor agradable en ambos, pero todavía no está seguro de lo que es. Si debería evitarlo o no. El humano parece enternecido por su duda.

—Es bueno. —Explica—. Pero no lo hagas demasiado. Arruina el momento.

El esto puede trabajar con eso, así que decide avanzar. Se dispone a subir hasta los glúteos, donde Eddie es aún más sensible que antes. No lo entiende. Él sólo continúa por la división, abriéndose paso a lo inexplorado. Ha visto a Eddie en el baño —pues siempre van a todos lados— y le parece curioso lo que los humanos llaman necesidades. Tal vez por eso, ignorando cualquier signo de placer, es guiado por su curiosidad hacia el interior. Siente a Eddie querer protestar tanto como lo siente querer, a solas.

La tira negra toma volumen. Se convierte en algo más cilíndrico, como ha visto en las películas que Eddie le ha enseñado recientemente. Mujeres con hombres, con otras mujeres; hombres con hombres. Los humanos se aparean de formas desconocidas para él, aunque su humano le ha dicho que crear a otro humano no es necesario; a veces es únicamente el placer lo que importa.

El esto retiembla con confusión por el estallido repentino. Ha chocado contra algo, una zona sensible que hace que Eddie jadee desesperado, se aferre a las cobijas y pida más. Es un calor nuevo para ambos de ellos. Eddie no ha sido tocado de esta manera nunca, descubre. A ambos les agrada tener la confianza para seguir.

Se empuja de nuevo en su interior. Y de nuevo. Y de nuevo.

En todas las estocadas, el cuerpo del humano reacciona distinto pero siempre igual de intenso. No se detiene. El placer es bueno. Eddie lo disfruta.

Estoy cerca.

Cerca. ¿Qué es cerca?

Tócame más. Lo sabrás cuando llegue.

El esto no sabe qué más hacer si no es obedecer.

La mano de Eddie se adelanta. Va hacia la única prenda puesta, se cuela debajo de la tela. Las tiras negras lo alcanzan. Lo detienen. Él quiere tocar primero, aunque no sabe cómo hacerlo. El esto ahora se arrepiente de haberlo parado.

Sígueme.

Simbionte en la palma de su mano. Mano enfunda la erección. Sube, baja. Se bombea rápido, impaciente. Necesita liberarse. ¿Pero liberarse de qué?

Venom.
 
Eddie se atreve a decir su nombre por primera vez. El aludido se entrelaza con sus dedos. Le sostiene la mano al mismo tiempo en que ambos recorren el tamaño, la textura, las venas sobresalientes. Venom se escurre también hacia sus gónadas. Las presiona y acaricia con diversión e incluso inocencia.

Cerca. Ambos lo sienten esta vez. Todo su cuerpo palpita con esa necesidad del algo que para Eddie es añejo —ha estado fuera de juego desde Anne— y para Venom es una sensación alienígena.

Tacto. Por todos lados, tacto.

Venom está en su interior, golpeando contra su próstata insistentemente. Venom se desliza por su entrepierna. Venom en sus brazos. Venom en su pecho. Venom en sus piernas, cerca de su boca, en su cuello.

Venom. 

Venom.

Venom.

Eddie.

El mundo se cae a pedazos por un momento. La realidad deja de serlo. No existe nada más que el bombeo frenético de su corazón, como si este fuese a saltar fuera de su pecho en cualquier momento. Todos los músculos se tensan. La respiración se corta de golpe.

Cerca significa un caos de placer, piensa Venom, emociones que puede devorar para vivir. Eddie encuentra su definición entrañable, de alguna manera, pues Venom desconoce los efectos del sexo —no los podría tener de estar a solas—, y aun así, disfruta de él porque el placer de Eddie le da vida. Es un intercambio más que justo; rómantico incluso.

Eddie se abraza a sí mismo. Venom, o al menos algo de él, emerge de su pecho y cubre cuanto puede de su cuerpo, abrazándolo de vuelta.

Es hora de dormir. Lo hiciste bien, cariño.

Buenas noches, Eddie.

Cuando el humano cierra los ojos, la soledad se extingue para los dos.


NOTA
Escrito apresurado e inédito luego de ver la película.

Ojalá les agrade a pesar de ello.

QUID PRO QUO [SYMBROCK]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora