Ruta Nocturna

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Parte Tres de la Gracia del Destino.

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María sabía que algo así pasaría. Lo previó desde el primer instante en que Luisita le contó que Amelia sería su novia. Casi dudó. Tantos años de relación entre noviazgo y matrimonio la hicieron titubear. Pero, lastimosamente, ocurrió. No se había equivocado.

Deseó estar errada.

Ella conocía a su hermana más que a cualquier otra persona. Lo bueno y lo malo. Por eso, no le extrañaba que ella cometiera tal error y perdiera al amor de su vida.

No le extrañaba. Ya lo había dicho desde el primer día.

—No van a durar. —comentó a sus padres al escucharlos hablar felices de que su hija tuviese a una chica tan buena como Amelia.

—María ¿pero qué dices? —dijo su hermana confusa.

—Podrías estar más contenta por tu hermana ¿no? —intervino su padre con algo de molestia.

—¿No conocen a Luisita? —preguntó nada convencida.

—Sí, es verdad que ha tenido una... alocada vida.... —su madre tartamudeó incómoda.

—Vida sexual, mamá. Que ha sido una promiscua. Luisita no es capaz de mantener una relación seria.

—¿Eso cómo lo sabes? —habló Marcelino—. Es la primera relación seria que tiene.

—Por eso. Ella no conoce la fidelidad. Leal es. ¿Pero ser fiel? ¡Ja!

—Ella puede aprender. De todas formas, recién están empezando. —habló Manolita con impaciencia.

María los observó en silencio, frustrada al ver su terquedad.

—Espero que tengan razón.

Aquella no había sido la última discusión.

Su hermana era carismática, emanaba una vibra que la hacía confiable, amigable y atractiva. Tenía un don de gente y ella lo sabía. Lo entendía tanto que sacó provecho de eso para sus aventuras.

Aunque ligaba con chicas como respirar, María no la juzgaba. Mientras se mantuviese soltera, para ella no era un problema. Incluso había decidido que si en algún punto de su vida, su hermana daba el paso de tener una relación estable, le daría un par de consejos sobre fidelidad y que actuara con prudencia.

No obstante, Amelia era otra historia. Era el tesoro de la familia. La mejor amiga de Luisita que sus padres hubiesen adoptado de tener la oportunidad. Era otra hermana menor para María. Y Luisita no se la merecía.

—María, podrías tenerme un poco más de fe.

—No te la mereces.

—Ya sé que has estado diciendo lo mismo a mis padres. Deberías parar.

—¿De decir la verdad? No. —Negó rotunda—. Ya sé lo que hiciste anoche, y no es la primera vez. Me pides que te tenga fe cuando coqueteas con una de tus viejas conquistas frente a Amelia. Cuánto descaro.

—¿Cómo sabes...? ¿Amelia te contó?

—No. Y me parece increíble que pienses que ha sido ella. Tú sabes que no me contaría algo así. —dijo María en tono decepcionado. Amelia no lo haría. Ella no querría causar problemas entre Luisita y su familia.

—Entonces...

—Tú sabes que yo me entero de todo. Estudié en esa misma universidad y aún tengo amistades. Escucharon su pequeña discusión.

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