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Conversación con un comisionado
Lije Baley llegó a su despacho y advirtió que R. Sammy lo observaba con
expectación.
Las marcadas líneas de su largo semblante se acentuaron.
—¿Qué deseas?
—Dice el jefe que vayas a verle inmediatamente.
—Muy bien.
R. Sammy no se movió.
—Te he dicho que muy bien. Retírate —añadió Baley.
R. Sammy giró sobre sus talones y se dirigió a sus tareas. Baley se preguntó
por qué esas mismas tareas no podían ser hechas por un hombre.
Salió de detrás de la barandilla y caminó a lo largo de la habitación.
Simpson levantó la vista de un registro de expedientes mercurizados cuando
Lije Baley pasó frente a él.
—El jefe quiere verte, Lije.
—Lo sé. R. Sammy me avisó.
—A ese R. Sammy le daría una patada en el trasero si no temiese romperme
una pierna —exclamó Simpson—. El otro día vi a Vincent Barrett —añadió
inesperadamente.
—¡Ah! ¿Y qué te contó?
—Buscaba un empleo en el departamento. El pobre anda desesperado, pero,
¿qué le podía decir yo? R. Sammy está desempeñando su trabajo y así anda todo. Es
un muchacho inteligente, y apreciado por todos.
Baley se encogió de hombros y comentó:
—Es algo que a todos nos puede suceder.
El jefe ocupaba una oficina privada. Sobre el cristal esmerilado se leía: «JULIUS
ENDERBY». Y abajo: «Comisionado de policía, ciudad de Nueva York».
Baley se detuvo y preguntó:
—¿Deseaba usted verme, señor comisionado?
Enderby levantó la mirada. Llevaba gafas porque tenía los ojos muy sensitivos y
no podía usar las lentes de contacto comunes y corrientes. Y sólo después de que se
acostumbraba uno a vérselas, podía percibir el resto del rostro, que carecía de
características. Baley abrigaba la idea persistente de que el comisionado apreciaba sus
gafas por la personalidad que le conferían, y sospechaba que aquellos globos del ojo
no eran tan sensitivos como se pretendía.
El comisionado parecía nervioso. Se echó para atrás y exclamó con gran
cordialidad aparente:
—Siéntate, Lije, siéntate.
5
Baley se sentó muy ceremonioso y aguardó. Enderby prosiguió:
—¿Cómo está Jessie? ¿Y el chico?
—Muy bien —repuso Baley indiferente—. Muy bien. ¿Y tu familia?
—Muy bien —repitió Enderby—. Muy bien.