ELEODORO
Estaba revisando mis cuentas por si acaso alguien hubiera leído alguna de mis historias, pero todo seguía tan desierto como siempre.
Mejor me pongo a jugar al Candy Crush hasta olvidar, al menos un poco, lo fracasado que me siento cada que respiro. Un sonido indica que tengo un mensaje, qué con flojera y todo, abro; a pesar de que pueda tratarse de un anuncio o de algún nuevo intento de fraude. Ni lo uno, ni lo otro, es Davina otra vez. Habría preferido el fraude.
Me desconcierta, me molesta mucho y me enoja. Seguramente quiere algo, pero ya le dije varias veces que se le acabó su menso, que no espere más de mí y que ya me deje en paz.
Es una descarada, una sinvergüenza y una cínica. Creo que la venda del amor incondicional que le tenía, por fin se cayó y ahora la empiezo a ver cómo realmente es.
Davina es hermosa por fuera, pero yo no quería solo su cuerpo. Yo quería todo y tristemente solo recibí migajas a cambio de mi devoción. Porque eso era lo que yo le profesaba, una total, absoluta y ciega devoción. Tal vez Dios se puso celoso por eso y provocó que me despreciara de esa forma. Y como bien sé, Dios me aborrece.
Es lunes y me encuentro con ella en el pasillo. La ignoro cuanto puedo. Todo va bien, pero me detiene por el brazo y me dice:
—Ya supe...
—¿Qué? —pregunto más por curiosidad que por interés.
—Lo que andas haciendo. Y con quién...
Es imposible, pero aún así, una oleada de terror me golpea en la cara.
—Lo dudo —respondo tratando de aparentar seguridad, pero su cercanía y la idea que tengo en la mente me hacen tartamudear.
—No te preocupes, no le voy a decir a Juan que te planchas a su esposa —me dijo al oído.
Paso de la indiferencia al pánico y supongo que se nota. Pero no es por mí por quién temo, sino por Frida. Ese maldito animal puede hacerle mucho daño.
—Ya, Eleodoro, cálmate, te va a dar un infarto. Ya te dije qué no le voy a decir nada ¿Tanto miedo le tienes? —se burla.
Me está frotando el brazo, odio que la gente haga eso y doy un paso atrás para evitarlo.
—Eso espero, Davina, porque podrías provocar una tragedia.
-—¿Yo? Si el que se la da eres tú.
—Por favor, Davina... —suplico. Si se tratara de mí no lo haría jamás, pero su vida me importa más que la mía.
—¿Qué le ves? Es una doña. Menor que tú, pero sigue siendo una doña y ha de estar llena de estrías, de várices y celulitis ¡Guácala!
Realmente no lo sé, no es algo en lo que me fije, pero si así fuera, no tendría importancia. Frida es hermosa como es y es una dama.
ESTÁS LEYENDO
ELE (Versión Extendida)
Romansa(Ele, versión extendida). Un escritor inicia una relación clandestina con la esposa de su peor enemigo, mientras al mismo tiempo, descubre que siente algo más que una entrañable amistad por su amigo Nicolás. Lee este drama con toques finos de humor...