07/10/2021

0 0 0
                                    

Era traída a nuestra casa una enorme construcción, una mezcla de faro, torre y castillo, la cual sorprendentemente parecía entrar fácilmente en el patio de la casa del sueño, el cual no era particularmente grande.

Mi madre y mi hermano observaban fascinados dicha construcción, y yo deseaba ir hasta lo más alto de aquel faro-torre, pero entonces yo me daba cuenta de que mi padre, quien se encontraba recostado en cama, delicado de salud, repentinamente se levantaba y salía de la casa, diciendo:

—Esperen un momento, ahora vuelvo.

Ni mi madre ni mi hermano mayor parecían darse cuenta de esto, yéndose a mi padre hasta una playa que se encontraba fuera de nuestra casa, empezando a meterse al mar con zapatos y todo, sólo empezando a quitarse la casaca negra que traía puesta cuando ya tenía el agua por la cintura.

El sol estaba poniéndose, y yo corría a sacar a mi papá del agua, quien no parecía darse cuenta de lo que estaba haciendo.

—Papá, ¡¿Qué estás haciendo?! —le preguntaba yo, tratando de sacarlo del mar, mientras él quería seguir alejándose más.

—Voy a nadar—me respondía él, con una voz extraña, desprovista de emoción. Era como si él mismo estuviera medio dormido, y dejándose llevar por un sueño absurdo.

Por fortuna, yo lograba impedir que se ahogase y lo traía de vuelta a casa, donde mi madre y mi hermano le daban una buena reprimenda a mi padre por haberse ido de la casa de esa manera, y extrañamente yo mismo estaba más alarmado por el hecho de que tanto él como yo hubiésemos salido de la casa sin usar mascarilla ni careta, a pesar de la pandemia.

Diario de Sueños y PesadillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora