Our Eternity

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—Su hijo morirá.

Aún era increíble que esas palabras dichas por aquel reconocido médico fuesen ciertas, puesto que, ya había pasado un poco más de una década y el desahuciado seguía con vida. Parecía un milagro, tal vez la enfermedad se había curado, o inclusive podía considerarse como un error de diagnóstico. Pero no, se daba por hecho que el cáncer yaciente en el encéfalo se había extinguido. 

—SangHyuk... Es hora de levantarse. 

Era un nuevo día, pero eso no lo hacía menos monótono. Pensaba SangHyuk. Cada día era lo mismo; levantarse temprano para ir a clases, lidiar con el montón de idiotas de sus compañeros, que a su edad, de lo único que hablaban eran banales intercambios de experiencias sexuales, o al menos eso alardeaban. SangHyuk acababa de cumplir dieciocho años, por la educación que había llevado en su hogar, aún no vivía dichas experiencias, y que por lo complicado de su vida, no pensaba ni interesaba llevarlas a cabo aún. Además, él se sentía diferente, no veía a las chicas como algo más que sus compañeras, nunca había sentido atracción por ninguna, pero se lo atribuía a la atención que le daba al colegio, por tener buenas notas y pensar en la Universidad.

Meses después, SangHyuk recibía el sobre donde iba la maravillosa noticia de que había sido aceptado en la Universidad por la que tanto se esforzó para ingresar, le habían concedido la beca del cien por ciento, por ser tan destacado en los estudios.

En su primer día, no faltaron las chicas que lo persiguieran y atosigaran, tratando de conseguir su número de celular inexistente, ¿Por qué diablos son así?. Pensaba fastidiado. Clase tras clase nuevas muchachas salían preguntándose quién era ese joven tan lindo y con esa sonrisa tan cautivadora, sin saber que era relativamente falsa, sólo para complacerlas sin hablar con ellas. 

—SangHyuk-Oppa... ¿Me podrías explicar este tema?—. Una tremenda voz chillona le gritaba desde el otro extremo del pasillo.

—Mierda—. Se dijo entre dientes y caminó como si no hubiese escuchado nada.

—SangHyuk-Oppa.

—Joder—. Aún lo seguían, apresuró el paso, salió del edificio principal yendo a las aulas más alejadas, no quería que lo siguieran más, ya bastante dolor de cabeza le habían provocado las agudas voces de esas niñitas adineradas.  

—¡SangHyuk-Oppa!

Y ya no pudo más se metió al primer salón que encontró cerrando la puerta repitiéndose mil veces, mientras aseguraba ésta, "Solo será hoy, mañana seré tema olvidado" 

—¿Disculpa?

Se quedó helado, esa voz provenía del fondo del salón; suave, pero a la vez fuerte, parecido a un susurro. Giró de tajo buscando al dueño de esa voz para no gritar pensando que había sido un fantasma. 

Era un hombre, sentado frente a un enorme piano, una piel blanca, labios pequeños, enrojecidos, hermosos. Su cabello negro ligeramente desordenado y aquella mirada dictadora, profunda, sin expresión, en resumen, una belleza que daba temor.

—Eh, amm... Yo... Lo siento por interrumpirle—. SangHyuk, se disculpaba, en una venia, pero los instrumentos de aquel salón llamaron más su atención. —Wow... Increíble—. Comenzó a caminar mirando la cantidad y variedad de instrumentos con la boca ligeramente abierta. —Este debe ser el salón de música.

—¿Tú crees?

Oír eso de la voz contraria le provocó soltar una risa, a pesar de ser en el tono despreocupado de la primera pregunta. 

—Yah~ parece que me emocioné—. Decía SangHyuk, rascando su nuca y sonriendo, esta vez, una sonrisa real. —Amm, ¿Usted toca el piano?—. Se acercó curioso a dónde estaba dicho instrumento. A cambio recibió un 'Uhm' como respuesta y las primeras notas de Claro de luna se hicieron sonar. 

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