Siempre mía

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Dos mujeres separadas por un trágico destino: acusada de brujería, Maya es justiciada ante los ojos de su pueblo. Ante Agatha, su pareja.

Un relato corto en el que encontraréis la caída a la locura de la protagonista, el amor y, sobretodo, el sacrificio por un ser querido.

¿Llegarías tan lejos por amor?

ADVERTENCIA :El +18 es debido al contenido delicado que podéis encontrar durante el relato.

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Su mundo se vino abajo en el momento en el que subieron a Maya al patíbulo. Su dulce rostro estaba hinchado por los golpes, tenía el labio partido de donde todavía manaba sangre y sus mejillas estaban húmedas por las lágrimas. Apenas podía mantenerse en pie, el verdugo le ayudaba sujetándola con fuerza por su fino brazo. Ella era la mujer más preciosa que jamás había conocido, y era querida por todo el pueblo; sin embargo, la realidad era que aquellas personas con las que convivía y en las que había confiado se encontraban en la plaza, abucheándola y tirándole todo tipo de fruta podrida, le gritaban cosas paganas y le acusaban de brujería. Aunque en el "juicio", si se podía llamar así a lo que le hicieron a Maya, no habían demostrado ninguna prueba de que fuese una bruja. La gente le tenía miedo por su belleza y su encanto, y es por eso por lo que pensaban que debía de tratarse de una sierva del diablo. La gente siempre trata de destruir aquello que no entiende.

Un tomate podrido chocó con su bello rostro y el corazón de Agatha se encogió al verla romper a llorar. Todavía puede recordar sus caricias y sus labios en su piel, parece que todo ocurrió ayer y no hace ni unas semanas.

«¿Por qué Maya? ¿Por qué?»

No podía dejar de llorar, sus mejillas estaban húmedas y sus ojos enrojecidos, por más que intenta limpiar las lágrimas ellas continuaban emergiendo. Intentó cruzar la mirada con la de su pareja; sin embargo, Maya miraba al suelo para no dar el gusto del pueblo de verla hundida. Su madre puso la mano en su hombro, tratando de reconciliarla.

—Sé que erais buenas amigas, Agatha, pero esa bruja ya no podrá dañarte.

Le habría gustado responder, haberle dicho que eran ellos quienes le hacían daño al acusar a Maya de brujería y llevar a cabo su ejecución. Le estaban quitando la mitad de su vida. No obstante, sabía no conseguiría nada replicando.

—Maya... —susurró.

El cura se paró en el patíbulo, en sus manos llevaba un incienso encendido y comenzó a dar vueltas alrededor de Maya mientras realizaba los cánticos. Cuando terminó, se giró para volver a mirar al pueblo y decir:

—¡Hermanos y hermanas! ¡Hoy purgamos el mal de nuestro pueblo! —Todo el mundo le vitoreó, todos menos Agatha—. ¡Una bruja anidaba en nosotros y se alimentaba de nuestra energía! Sin embargo, ahora ya no podrá hacernos daños y quedaremos limpios. —Se dio la vuelta y sujetó el rostro de Maya con sus sucios y gordos dedos—. Una bruja concebida por un súcubo, demonio del sexo y la atracción sexual, tú has intentado atraer a los hombres de nuestra aldea para devorarlos.

Principio y FinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora